Pensar rápido, pensar despacio - Reseña crítica - Daniel Kahneman
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Pensar rápido, pensar despacio - reseña crítica

Pensar rápido, pensar despacio Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: Thinking, Fast And Slow

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 9788539003839, 9780374533557, 9780141918921

Editorial: DEBOLSILLO

Reseña crítica

El psicólogo y ganador del Premio Nobel de Economía, Daniel Kahneman, nos enseña que existen dos sistemas que dirigen nuestros pensamientos. Uno de ellos es rápido e intuitivo. El otro es lento y más lógico. El autor nos revela cuándo debemos confiar en cada uno de ellos.

Con este microlibro entenderás cómo tomamos nuestras decisiones y cómo hacerlas conscientes. ¡Comencemos!

El control de nuestra mente

Nuestras actividades mentales están controladas por dos sistemas diferentes: el intuitivo (sistema uno) y el racional (sistema dos). El sistema intuitivo es rápido y produce respuestas casi inmediatas. El segundo está programado para pensar, analizar, evaluar y después responder. 

Es normal creer que nuestras decisiones están dirigidas por el sistema racional. Pero la verdad es que el sistema intuitivo, prácticamente involuntario, es la base para la mayoría de nuestras decisiones. Incluso aquellas que tomamos utilizando el sistema racional.

El sistema uno es el pensamiento involuntario y saca conclusiones usando el conocimiento relevante a la situación. Algunas actividades funcionan automáticamente gracias al sistema uno, como pestañear o andar.

El sistema dos necesita de toda tu atención para realizar la tarea. Normalmente, cuando haces algo que no es una reacción automática o un reflejo, el sistema dos reacciona. Por ejemplo, si estás buscando a un amigo en una multitud o cantando una canción.

Nuestras decisiones 

En varias situaciones los sistemas trabajan juntos. Por ejemplo, cuando te esfuerzas por ser respetuoso incluso estando ansioso. No eres consciente de ello, pero tu mente está trabajando con los dos sistemas. La verdad es que cuando realizas cualquier actividad mental, es muy difícil descubrir si es el sistema uno o dos el que está en operación.

Recuerda esto: el sistema uno funciona en modo automático y el sistema dos solo actúa de forma consciente. El sistema uno te da señales (impresiones, sentimientos, corazonadas) basadas en las ideas y creencias formuladas por el sistema dos. Cuando el sistema uno no logra resolver un problema, llama al sistema dos para ayudar.

¿Por qué es importante saber la diferencia entre los dos sistemas? El sistema uno puede llegar a conclusiones precipitadas, pudiendo cometer errores en muchos casos.

Si calmas tu mente con el sistema dos, no solo aumentarás la probabilidad de pensar más apropiadamente, sino que pensarás más eficientemente. 

Objetividad y juicios

Nuestra mente está condicionada a ser siempre optimista, incluso cuando no hay garantía de obtener un buen resultado. Cuando tomamos una actitud arriesgada, aún podemos demostrar confianza debido a nuestro optimismo. Éste interfiere en nuestra habilidad racional de calcular los riesgos.

Este optimismo ilusorio nos impide invertir tiempo y planear adecuadamente las cosas. Nos da la falsa impresión de que tenemos un gran control sobre la situación, pero puede que no sea verdad.

Mientras la falta de pensamiento objetivo es peligrosa en muchas situaciones, la subjetividad nos ayuda a tomar buenas decisiones y a juzgar las cosas correctamente. Piensa en la subjetividad como el elemento que mantiene las cosas balanceadas y las pone en perspectiva.

Lo que necesitas aprender es que la lógica y los hechos puros no siempre deben ser utilizados para llegar a juicios de valor o conclusiones. Las circunstancias de una persona, su estado de ánimo y otros factores, deben ser considerados.

La influencia de los demás

Las influencias externas impactan de forma significativa en nuestros juicios y decisiones, aunque sea inconscientemente. Nuestra mente responde a las situaciones con base en nuestras experiencias anteriores.

Por ejemplo, probablemente pienses que hiciste un buen negocio comprando un producto cuyo precio bajó de $40 a $35 dólares. Sin embargo, no creerías que $35 dólares sería un buen negocio si vieras el mismo producto a $30 dólares. 

Otra influencia que afecta a nuestros procesos de pensamiento es nuestra respuesta emocional. Cuando recibimos malas noticias sobre temas específicos, normalmente dejamos que nuestras emociones interfieran en nuestro juicio. 

Por ejemplo, si leemos en el periódico que se ha caído un avión, empezamos a sentir que estos no son seguros. Nuestra mente inconsciente empieza a creer en eso, aunque la mayoría de las veces no sea racional. Entender cómo y dónde sucede esto nos da el poder de tomar mejores decisiones, más lógicas y precisas.

El proceso de toma de decisiones

Las emociones poseen un papel clave e impactan el proceso de toma de decisiones. Los estereotipos, las suposiciones y tu intuición son métodos muy comunes para tomar decisiones.

El proceso de pensamiento del sistema uno calcula las pérdidas, ganancias, riesgos y recompensas, e inserta las emociones en los resultados. Sea por miedo, arrepentimiento o para dar la impresión de que somos especialistas, nuestras emociones influyen significativamente sobre nuestras decisiones.

Las emociones también impactan en nuestras decisiones y juicios. Podemos responder a diferentes situaciones dependiendo de la forma en que se nos presentan, aunque sea inconscientemente. Eso significa que la situación o evento que posea mayor conexión emocional con nosotros es normalmente aquella que llama nuestra atención. 

Esto sucede porque la situación llama a la memoria asociativa a través del sistema uno. Nuestra mente procesa lo que la memoria asociativa transmite y toma decisiones. Y con eso, puede que no todos los hechos importantes tengan la importancia que deberían.

El camino más fácil

Cuando nos enfrentamos a una situación, la respuesta humana típica es la de escoger el camino más fácil, o sea, evocar nuestro sistema uno. Nuestro cerebro tiene la tendencia a seguir el camino de menor resistencia. Entonces, incluso cuando te enfrentas a algo que parece diferente, tu cerebro va a aceptar la explicación menos confusa.

Dudar de algo o simplemente no creer en algo es una tarea que le exige mucho esfuerzo a nuestro cerebro. Por eso el sistema uno tiene la tendencia a presentar la situación de la mejor forma posible. De una forma en la que puedas creer en su veracidad.

En los individuos ansiosos el sistema dos es normalmente más funcional. Estas personas pueden pensar y analizar todo en exceso y dudar de cada decisión que toman. Aun así, estos individuos también dependen del sistema uno en muchas situaciones, incluso si no son conscientes de ello. 

Sucede cuando escogen el camino más fácil. Por ejemplo, cuando tienen dos posibles rutas para llegar a un hotel, instintivamente escogen la más familiar.

Este impulso por escoger el camino más fácil puede significar que nuestro primer instinto es ingenuo. El sistema dos solo entra en acción cuando estás en una situación muy confusa o cuando te das cuenta de que una creencia es falsa.

Él desacelera tu proceso mental y genera el pensamiento analítico y el raciocinio lógico. Necesitamos alentar a nuestras mentes a mirar más allá de las influencias y patrones, observando los hechos disponibles, ignorando los sentimientos, impresiones y corazonadas.

La base sólida de la intuición

No todo lo que sucede tiene sentido, y no siempre logramos ofrecer una explicación racional para todo. Pero nuestra mente siempre trata de crear una historia para hacer cada situación más plausible. 

Crea ilusiones para que las cosas sean más fáciles de entender. Por lo tanto, la información en la que creemos puede ser en realidad una ficción creada por nuestra mente.

Esta historia inventada puede entonces volverse aquello que llamamos “intuición”. Como resultado, puedes acabar tomando una postura completamente contraria a los hechos reales del caso. Esto es claramente un problema, porque si tus decisiones o juicios no están basados en hechos reales, puede que sean inapropiados o estén equivocados.

¿Eso significa que el sentimiento o la intuición son meras falacias? No siempre. La intuición existe, especialmente la llamada “intuición del especialista”. Sin embargo, este sentimiento o intuición surge de una gran experiencia. 

Por ejemplo, un médico muy experto puede “sentir” intuitivamente que su paciente tiene un problema particular. Eso puede no ser aparente para otro médico que es relativamente nuevo en esa área de la medicina. Este tipo de intuición surge de las reflexiones de la mente, del reconocimiento instintivo de patrones familiares.

Debemos, entonces, tener cuidado y depender de la intuición solo cuando tenemos una base sólida para confiar en nuestros sentimientos. Por ejemplo, la intuición de una madre puede ser confiable, pues ella conoce muy bien a su hijo.

Por otro lado, el sentimiento intuitivo de que alguien puede sufrir un accidente de tránsito, es probablemente apenas un miedo irracional.

La teoría de la perspectiva

Daniel Kahneman ganó el premio Nobel en economía por esta teoría. En ella desafía el antiguo concepto llamado “valor del dinero”, que los economistas apoyaron durante años. Esta teoría de la perspectiva afirma que:

  • El valor del dinero puede ser medido solo basándonos en el punto de referencia de cada individuo.
  • Ningún individuo es sensible a un grado idéntico de pérdidas monetarias.
  • A nadie le gusta perder dinero.

Gracias a nuestro sistema uno de respuesta, casi siempre el miedo a perder dinero supera la satisfacción de ganar dinero. Eso induce a nuestra mente a dejar pasar grandes oportunidades. Tenemos miedo de perder capital.

Un ejemplo de la aversión a las pérdidas de dinero es el “efecto de los recursos”’. Éste dice que los humanos atribuyen más valor a las cosas simplemente porque las poseen. Agregamos un valor ficticio a las cosas que ya tenemos. Así, cuando necesitamos venderlas, tendemos a buscar por ellas un valor más alto del que realmente tienen.

Cómo elegimos

La teoría de la perspectiva destaca que podemos tomar decisiones diferentes basadas en los mismos hechos, dependiendo de cómo se formula la opción. Además. defiende que el proceso de decisión sucede en dos fases: edición y evaluación.

La fase de edición consiste en analizar las posibilidades, es aquí donde la presentación de los hechos puede tener un gran impacto. La fase de evaluación ocurre cuando elegimos la posibilidad que nos ofrece el máximo valor. 

Recuerda que el valor está determinado por la pérdida o la ganancia y necesita ser tomado en cuenta por encima de la decisión final en sí. Eso ocurre porque, como vimos anteriormente, la respuesta de nuestro sistema uno posee una fuerte aversión a las pérdidas financieras.

De hecho, esta aversión a las pérdidas es más fuerte que la atracción que poseemos a las oportunidades de beneficios. Podemos evitar tomar una decisión que claramente resultará en una pérdida, incluso si es igualmente evidente que provocará resultados aún menos favorables para nosotros.

La diferencia de cómo ves las cosas

Cuando te hacen una pregunta que engloba un gran número de otras cuestiones, tu cerebro tiende a utilizar la visión panorámica. Para hacer las cosas más fáciles, esta visión se enfoca en una situación específica. 

También puede ajustar la pregunta para enfocarse en un aspecto singular, un período de tiempo o un incidente. Esto puede sesgar significativamente la respuesta que das o la manera en la que entiendes la pregunta.

El cerebro tiende a enfocarse en lo que queremos y dónde esperamos estar en el futuro, y eso influye en nuestro proceso de toma de decisiones. Esencialmente, es más probable que tomemos decisiones que nos lleven más cerca de lo que queremos en el futuro.

Si, por ejemplo, tu sueño es viajar alrededor del mundo en un yate, puedes estar inclinado a invertir en un gran barco si te sobra algo de dinero. Puedes hasta posponer algunos negocios que pueden proporcionarte ganancias, solo para cumplir tu sueño.

Pero incluso si logras lo que siempre deseaste, puede que no te sientas completamente feliz. El estado de felicidad depende mucho de diversos factores. Podrías pensar, por ejemplo, que serías feliz en el trabajo si te aumentaran el salario. Pero incluso si tu jefe te da un aumento de salario inesperado, no empezarás a amar inmediatamente tu trabajo.

Sin duda, existen otros factores en juego que pueden estar impidiéndote ser feliz. Tu satisfacción con tu puesto de trabajo, tu relación con tus compañeros, etc. Necesitamos abandonar la visión panorámica en favor de una visión más holística de nuestras experiencias y situaciones.

Nos basamos en nuestras experiencias

Estamos compuestos de dos seres distintos. La experiencia real por la cual pasamos (el ser que experimenta) y los recuerdos que subsecuentemente creamos de la experiencia (el ser que recuerda). Esta dualidad causa ilusiones cognitivas en las que la experiencia real que tuvimos puede estar oscurecida por la memoria que creamos. 

La conclusión final a la que llegamos sobre la experiencia influye sobre cómo tomamos las decisiones futuras. En realidad, decidimos las cosas según nuestros recuerdos de las experiencias y no según las experiencias reales.

Notas finales

El sistema dos es llamado para actuar solo cuando estamos en una situación o evento que requiera algún pensamiento complejo o algún análisis. Incluso cuando usamos conscientemente el sistema dos, el sistema uno aún puede distorsionar nuestras decisiones. 

Para tomar decisiones racionales y sensatas, necesitamos tener cuidado con las influencias que pueden impactar en nuestro sistema uno. Además, debemos involucrar a nuestro sistema dos en el proceso. Si somos conscientes de nuestras experiencias, podemos estar seguros de que nuestros recuerdos se basan en la realidad.

Consejo de 12min

Si quieres aprender aún más sobre cómo funciona nuestro cerebro, te recomendamos la lectura del microlibro “Foco”, de Daniel Goleman.

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¿Quién escribió el libro?

Es un psicólogo nacido en Tel Aviv, Israel, pero radicado y nacionalizado en Estados Unidos. Obtuvo el Premio Nobel de Economía en 2002 junto a Vernon Smith “por haber integrado aspectos... (Lea mas)

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