El derecho a decir no - Reseña crítica - Walter Riso
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El derecho a decir no - reseña crítica

El derecho a decir no Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Autoayuda y motivación y Psicología

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: 

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 978950495884

Editorial: 

Reseña crítica

Este libro tiene como objetivo ayudarte a que reconozcas tus debilidades, esas que te obligan a decir “Sí” aunque tu deseo te pida a gritos que digas “No”.

Walter Riso pone a disposición toda su experiencia y trayectoria para que tomes las herramientas que harán que tu vida dé un giro completo y comiences a tomar mejores decisiones.

¡Es tu momento de aprender a decir “No”!

La dignidad

Cuando los seres humanos se relacionan entre sí, se encuentran con un gran número de situaciones de exigencia social. Estas demandas pueden provenir de un amigo, un familiar, un superior o un desconocido, y adoptan la forma de ruego, mandato o favor.

Aunque la respuesta natural a este tipo de requerimientos debería estar guiada por lo que uno considera más adecuado, en muchas ocasiones las personas suelen estar tan “presionadas” o “influenciadas” por los demás que terminan actuando en contra de sus propias convicciones.

Nadie nace predeterminado a ser sumiso. Esto se aprende de forma paulatina; no es una cuestión biológica ni hereditaria, es un comportamiento aprendido y por lo tanto modificable.

Darse cuenta de la manipulación es un requisito imprescindible para poder cambiar el rumbo de nuestras decisiones.

Si decidimos aceptar la manipulación de los demás, no seremos recriminados e incluso podríamos ser elogiados por tal sumisión. Por el contrario, si decidimos defender nuestros derechos legítimos, la situación producirá altos niveles de ansiedad, desaprobación o culpa.

La defensa de la identidad personal es un proceso natural y saludable. Detrás del ego que acapara está el yo que vive y ama, pero también está el yo lastimado, el yo que exige respeto, el yo que no quiere doblegarse, el yo humano: el yo digno.

La dignidad humana implica, al menos, cuatro condiciones:

  1. No ser un instrumento para otros fines distintos a los propios. 
  2. Ser autónomo en las propias decisiones. 
  3. Ser tratado de acuerdo con los propios méritos y no con circunstancias aleatorias como raza, etnia, clase social o preferencia sexual; es decir, no ser discriminado por esas razones.
  4. No ser abandonado, despreciado o rechazado afectivamente.

La explotación psicológica surge cuando los que se aprovechan encuentran a una persona incapaz de oponérseles. Cada vez que agachamos la cabeza, nos sometemos o accedemos a peticiones irracionales, le damos un duro golpe a la autoestima: nos flagelamos.

Cuando exigimos respeto, estamos protegiendo nuestra honra y evitando que el yo se debilite. En el proceso de aprender a quererse a sí mismo, es importante considerar el autorrespeto, la ética personal que separa lo negociable de lo no negociable, el punto del no retorno.

La asertividad

La asertividad es libertad emocional y de expresión, es una manera de descongestionar nuestro sistema de procesamiento y hacerlo más ágil y efectivo.

Las personas que practican la conducta asertiva son más seguras de sí mismas, más tranquilas a la hora de amar y más transparentes y fluidas en la comunicación. Además, no necesitan recurrir tanto al perdón porque al ser honestas y directas impiden que el resentimiento eche raíces.

Entre los que piensan que el fin justifica los medios y la queja de los que son incapaces de manifestar sus sentimientos y pensamientos, está la opción de la asertividad: una forma de moderación en la que se integra constructivamente la tenacidad de quienes pretenden alcanzar sus metas con la disposición a respetar y autorrespetarse.

Por lo tanto, decimos que una persona es asertiva cuando es capaz de ejercer y/o defender sus derechos personales, como decir “No”, expresar desacuerdos, dar una opinión contraria y/o expresar sentimientos negativos sin dejarse manipular, como hace el sumiso, y sin manipular ni violar los derechos de los demás, como hace el agresivo.

Las personas no asertivas piensan, sienten y actúan de una manera particularmente débil a la hora de ejercer o defender sus derechos. Los pensamientos típicos que las caracterizan pueden resumirse así:

  1. “Los derechos de los demás son más importantes que los míos”.
  2. “No debo herir los sentimientos de los demás ni ofenderlos, aunque yo tenga la razón y me perjudique”.
  3. “Si expreso mis opiniones, seré criticado o rechazado”.
  4. “No sé qué decir ni cómo decirlo. No soy hábil para expresar mis emociones”.

Los individuos sumisos suelen mostrar miedo y ansiedad, rabia contenida, culpa real o anticipada, sentimientos de minusvalía y depresión. Esto, en muchas ocasiones, los lleva a actuar de una manera diametralmente opuesta a sus convicciones e intereses con tal de no contrariar a los otros.

La conducta asertiva no necesariamente debe generar un cambio en los demás, aunque a veces lo logra. Dejar constancia de la divergencia y expresar un sentimiento de inconformidad, aunque no genere un cambio inmediato en el ambiente, es un procedimiento que fortalece la autoestima y evita la acumulación de basura en la memoria.

La asertividad es una herramienta de la comunicación que facilita la expresión de emociones y pensamientos, pero no es un arma destructiva como la utilizan los agresivos. Está diseñada para defenderse y autoafirmarse, sentar precedentes de inconformidad e intentar modificar un comportamiento que viola nuestro territorio.

El autorrespeto no se logra destruyendo a los que nos molestan, sino desenmascarándolos con valentía. Cuando la ponemos al servicio de fines nobles, la asertividad no solo se convierte en un instrumento de salvaguardia personal, sino que nos dignifica.

El poder de la asertividad

La asertividad fortalece el amor propio y la dignidad. Para exigir respeto, debes empezar por respetarte a ti mismo y reconocer aquello que te hace particularmente valioso, es decir, debes quererte y sentirte digno de amor. Precisamente, la dignidad personal es el reconocimiento de que somos merecedores de lo mejor.

Si aceptas pasivamente la injusticia o la ofensa, estás admitiendo en los hechos que mereces ser tratado indebidamente. Esta es la razón por la cual los que tienen pocas habilidades sociales y carecen de asertividad sufren de depresión.

Además de proteger nuestro amor propio, la asertividad permite modular la violencia interior para acceder a la dignidad de una manera inteligente.

En segundo lugar, posibilita una mejor defensa psicológica y nos hace más seguros. Cuando somos asertivos, se reduce la discrepancia entre el yo real y el yo ideal. Cada vez que ejecutamos una conducta asertiva se genera una retroalimentación que nos dice: “Fuiste capaz”. Sube el yo real.

En tercera instancia, la asertividad facilita la libertad emocional y el autoconocimiento. Nos ayuda a experimentar e integrar las emociones a nuestra vida. Cuando expresas lo que piensas y sientes, liberas la mente y sanas tu cuerpo.

Por último, ayuda a resolver problemas y a mejorar la comunicación. Permite relaciones más funcionales, más directas y auténticas. Es un método de comunicación por excelencia, donde la honradez y la transparencia son determinantes.

Cuándo no es conveniente ser asertivo

Hay ocasiones en que es imposible producir un cambio en el entorno. En tales casos, el comportamiento asertivo se dirige a la emoción y no al problema, es decir, a regular el estado emocional mediante la expresión honesta de lo que nos está haciendo sentir mal.

Por otro lado, siempre hay que evaluar el equilibrio entre costo y beneficio, y los intereses personales marcarán la pauta a seguir. Ser asertivo requiere una toma de decisión donde el sujeto debe analizar los pros y los contras, y resolver si se justifica o no actuar asertivamente.

De manera general, se pueden señalar tres tipos de situaciones en las que no es recomendable ser asertivo:

  • Cuando la integridad física puede verse afectada: en medios sociales altamente violentos, donde la vida ha dejado de ser un valor, es necesario reservar la asertividad solo para momentos relevantes y específicos, cuando la integridad física no corra riesgos. Existen casos en que el afectado decide que el riesgo es justificable por motivos ideológicos, religiosos o de otro tipo, y acepta ser asertivo a pesar del costo.
  • Cuando se puede lastimar innecesariamente a una persona: la insensibilidad por el dolor ajeno no se compadece con la defensa de los derechos. Las personas que derraman sinceridad ácida por los cuatro costados son muy nocivas e insoportables.
  • Cuando haya un costo social significativo: cuando alguien está intentando hacer nuevos contactos y mejorar sus habilidades para vencer la soledad, es mejor poner la asertividad en remojo por unos días.

La ansiedad social

Cuando estamos frente a otro ser humano, nuestra atención se concentra en dos aspectos: lo que el otro hace y lo que yo hago.

Si una persona teme hacer el ridículo, verse tonta o actuar inapropiadamente, la asertividad se convierte en el peor de sus enemigos, porque la expresión de sentimientos la mostraría tal cual es y sacaría a la luz su vulnerabilidad; ya no podría esconderse y escapar al escarnio público, real o imaginado.

La mayoría de las personas socialmente ansiosas muestran una marcada ambivalencia ante la posibilidad de ser asertivos: les gusta la idea, pero no les agrada exponerse.

La mirada del otro es el origen de la evaluación interpersonal y, probablemente, el inicio de una emoción tanto o más perturbadora que la culpa, una emoción más demoledora y antigua, difícil de erradicar, casi arquetípica: la vergüenza.

Aunque el miedo interpersonal puede manifestarse de muchas maneras, el autor señala los factores más relevantes: la vergüenza de sí mismo; el miedo a dar una mala impresión y la necesidad de aprobación; el miedo a sentirse ansioso y a comportarse de manera inapropiada; y el miedo a las figuras de autoridad.

La gente sumisa puede resultar muy querida al principio pero, con el tiempo, produce hastío: necesitamos siempre algo de oposición constructiva para que los lazos afectivos se fortalezcan.

El coraje es uno de los atributos que deben acompañar a la persona asertiva. Como virtud, se ubica en el justo medio entre la actitud imprudente e irreflexiva del temerario (agresividad) y la flaqueza del cobarde (sumisión).

El asertivo es valiente, pero en un sentido realista. No es inmune al miedo, sino que lo enfrenta, pelea con él, intenta dominarlo.

La culpa y el miedo a herir a los demás

En muchas ocasiones, sentimos el impulso vital, la reacción natural, a defendernos, pero algo nos frena. Una fuerza suprema poderosa y opuesta al enfado entra en escena con el fin de aplacar la rebelión e impedirnos actuar como quisiéramos y ser asertivos.

Aunque la ansiedad social es quizás el principal obstáculo para que la conducta asertiva pueda consolidarse, no es el único factor. Las creencias irracionales y los malos aprendizajes también pueden influir negativamente.

La culpa anticipada y el miedo a herir psicológicamente a los demás son uno de los principales problemas a la hora de intentar ser asertivos.

La consecuencia de esta actitud culposa genera al menos tres tipos de pensamientos anti asertivos:

  1. “Debo evitar herir los sentimientos de los demás, aunque viole mis propios derechos” (sobrestimación de la sensibilidad ajena).
  2. “Debo asumir y mantener mis obligaciones afectivas, aunque pierda mi individualidad” (entrampamiento o codependencia emocional).
  3. “Si defiendo mis derechos seré egoísta y me volveré incapaz de perdonar” (profecía de malignidad).

El miedo a excederse con la asertividad y a dañar psicológicamente a los otros suele ser una de las interferencias más significativas del aprendizaje asertivo.

Por un lado, está la necesidad de autoafirmarse, por el otro, el impedimento que marca las creencias sobre lo que está bien y lo que está mal: lo que debe y no debe hacerse, el miedo a ser socialmente negligente.

Para que la asertividad no genere esa mezcla fulminante entre culpa y miedo, los individuos deben profundizar y reflexionar sobre tres principios fundamentales: tolerancia, prudencia y responsabilidad.

La mayoría de las personas con predisposición a sentir culpa por excederse se van para el otro extremo. Así, la tolerancia se vuelve ilimitada, la prudencia se convierte en silencio absoluto y la responsabilidad se transforma en obsesión.

Recuerda que debes aceptar tu esencia. En tanto estés vivo eres valioso, sin razones ni motivos, no por lo que hagas o hayas dejado de hacer, tampoco por lo que tengas o hayas tenido alguna vez.

Tu valía personal radica en tu existencia, no en tus logros. Tus éxitos o fracasos no pueden medir tu valor esencial como ser humano, simplemente porque eres más que eso.

Notas finales

Los aportes de Riso te servirán para afrontar tus decisiones de una manera sabia para así poder crecer en todos los aspectos de tu vida. Sin dudas, te brindarán la seguridad que necesitas para desarrollarte.

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¿Quién escribió el libro?

Es doctor en Psicología, especializado en terapia cognitiva y bioética, y con una trayectoria como psicólogo clínico de más de 30 años. Su nombre es conocido alrededor del mundo debido a la... (Lea mas)

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