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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro:
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN: 9788417992675
Editorial: Conecta
Un libro cautivador que explora la esencia misma de la realización personal. En esta obra, Holiday nos guía a través de la importancia de conquistarse a uno mismo: desde las emociones hasta las acciones y los pensamientos.
El autor defiende la templanza como la virtud fundamental que ha guiado a los grandes de la historia. En un mundo plagado de excesos y desorden, destaca la relevancia crucial de la autodisciplina para alcanzar el máximo potencial y evitar una vida de humillación y miseria.
¿Estás listo para explorar la poderosa herramienta que es la autodisciplina? Este libro te desafía a cavar hondo, descubrirla y, lo más importante, aplicarla para dirigir tu vida hacia una realización verdadera. ¡Vamos!
La virtud es algo que hacemos. Es algo que elegimos. Es un reto diario al que nos enfrentamos no una sola vez, sino continuamente, en repetidas ocasiones. ¿Seremos egoístas o desinteresados? ¿Valientes o temerosos? ¿Fuertes o débiles? ¿Sabios o tontos? ¿Adquiriremos una buena costumbre o una mala? ¿El coraje o la cobardía? ¿La felicidad de la ignorancia o el reto de una nueva idea? ¿Seguir como siempre o evolucionar?
No importa si eres hombre o mujer. No importa si eres fuerte o muy tímido, si eres un genio o si tienes una inteligencia media. La virtud es un imperativo universal.
La palabra “virtud” puede parecer anticuada. Sin embargo, se traduce en algo muy sencillo y eterno: excelencia.
Antiguamente, la virtud constaba de cuatro elementos clave: coraje, templanza, justicia y sabiduría.
Los “fundamentos de la bondad”, los llamó el rey filósofo Marco Aurelio. Millones de personas las conocen como las virtudes cardinales, cuatro ideales casi universales adoptados por el cristianismo y la mayor parte de la filosofía occidental, pero igual de valorados en el budismo, el hinduismo y en casi cualquier filosofía que se te ocurra.
Son elementos fundamentales. Y sobre ellos gira la puerta de la buena vida.
Las virtudes están interrelacionadas y son inseparables, aunque se diferencian unas de otras. Hacer lo correcto casi siempre requiere coraje, del mismo modo que la disciplina es imposible sin la sabiduría para saber elegir.
Nadie lo pasa peor que los vagos. Nadie siente más dolor que los glotones. Ningún éxito dura menos que los de los imprudentes o los de los superambiciosos. No darte cuenta de tu potencial es un castigo espantoso.
La codicia desplaza los postes de la portería y nos impide disfrutar de lo que tenemos. Aunque el resto del mundo lo celebre, en nuestro interior solo hay tristeza, autodesprecio y dependencia.
Tanto los afortunados como los desafortunados debemos descubrir cómo controlar las emociones, abstenernos de lo que debemos abstenernos y elegir qué valores queremos observar. Hemos de dominarnos, a menos que prefiramos que nos domine alguien o algo.
Todos tenemos un yo superior y un yo inferior que están en lucha constante. Lo que más nos conviene contra lo que es mejor. La parte que sabe centrarse contra la parte que se distrae con facilidad. La parte que se esfuerza y consigue lo que quiere contra la parte que se inclina y cede. La parte que busca el equilibrio contra la parte a la que le encanta el caos y el exceso.
Los antiguos griegos llamaban a esta batalla interna akrasía. ¿Qué elegiremos? ¿Qué parte vencerá? ¿Quién serás?
El coraje podría definirse como la voluntad de arriesgarse por algo, por alguien o por lo que sabes que debes hacer. Autodisciplina es dar todo lo que tienes y saber qué debes retener. ¿Hay alguna contradicción en ello? No, solo “equilibrio”. Nos resistimos a unas cosas y perseguimos otras.
La templanza no es privación, sino dominio de uno mismo, físico, mental y espiritual. Exigir lo mejor de tu persona incluso cuando nadie te mira, cuando no es necesario tanto.
Para vivir feliz se necesita coraje, no solo porque es difícil, sino también porque te distingue en este mundo moderno. Así que la disciplina es tanto predictiva como determinista. Hace que sea más probable que tengas éxito y te asegura que, pase lo que pase, triunfes o fracases, eres grande.
La falta de disciplina te pone en peligro y además determina en gran medida quién eres. En la vida todo depende más del carácter que del talento. Y de la templanza.
Tienes que dar lo mejor de ti mientras puedas. La vida es corta. Nunca sabes cuándo te quitarán el partido, cuándo te quitarán el cuerpo. No la desperdicies.
Los que de verdad se esfuerzan son más duros consigo mismos de lo que podría ser cualquier persona. “Templanza” no es una palabra muy sexy, y está lejos de ser el concepto más divertido, pero puede conducir a la grandeza.
Sencillez y humildad. Fortaleza y autocontrol en todo, excepto en nuestra determinación y dureza. Nos lo debemos a nosotros, a nuestros objetivos y al juego para seguir adelante. Para seguir presionando. Para mantenernos puros. Para ser duros. Para conquistar nuestro cuerpo antes de que él nos conquiste.
Piensa en la suerte que tienes. Alégrate de estar despierto y siente la alegría de tener la posibilidad de hacer lo que te encanta. Valora el tiempo. Pero sobre todo utilízalo.
El placer del exceso siempre es fugaz. Por eso la autodisciplina no es rechazar el placer, sino una forma de aceptarlo. Cuidar del cuerpo, moderar los deseos, trabajar duro, hacer ejercicio y presionar no son castigos. Solo es trabajo, cuya recompensa es el placer.
Si nuestro objetivo es la grandeza, si queremos ser miembros productivos y valientes de la sociedad, debemos cuidar de nuestro cuerpo. No solo en el gimnasio, sino también en la cocina. Una dieta saludable y no abusar de las drogas y la bebida hacen gran parte del trabajo.
Cualquiera que sea el mal hábito que parece gobernar tu vida, socialmente aceptable o no, tienes que dejarlo. Ya sea de golpe o con ayuda, déjalo, da igual lo que sea.
Todos, por poderosos que sean, tienen algún mal hábito con el que luchan, pero nunca es demasiado tarde para volver atrás y vencerlo.
Para durar y ser grande hay que aprender a descansar y también a relajarse y divertirse. Al fin y al cabo, ¿qué clase de éxito es si no puedes disfrutarlo un poco?. La forma más segura de hacerte más frágil y de acortar tu carrera es ser indisciplinado con el descanso y la recuperación, presionarte demasiado, demasiado rápido, entrenar en exceso y perseguir la falsa economía del exceso de trabajo. Gestiona la carga.
El cuerpo es el primer paso en ese viaje. Lo tratamos con rigor. Lo dominamos. Lo consideramos un templo.
Imagina lo que podrías hacer si tuvieras la disciplina necesaria para empezar ordenándolo todo. Si te ocuparas del orden y te lo impusieras. No lo consideres una obligación más, una preocupación más.
Si somos un poco duros con nosotros mismos, a los demás les costará serlo. Si somos estrictos con nosotros mismos, quitamos al resto el poder que tienen sobre nosotros. Quien vive por debajo de sus posibilidades tiene más libertad que el que no puede.
El espacio donde se hace un gran trabajo es sagrado. Debemos respetarlo. Porque una persona que se siente cómoda en un espacio de trabajo desordenado se sentirá cómoda con un trabajo descuidado. Una persona que no elimina el ruido se perderá los mensajes de las musas. Una persona que aguanta fricciones innecesarias al final se agotará.
En la práctica, la disciplina te liberará. En cuanto los sistemas estén en su lugar, en cuanto se establezca el orden, entonces y solo entonces podremos liberarnos y entregarnos a los caprichos y furias de la creatividad. Esforzarnos físicamente y dedicarnos a la invención o a la inversión audaz.
La constancia es un superpoder. La fuerza de voluntad del día a día es increíblemente poco frecuente. No tienes que ser siempre increíble. Tienes que estar ahí siempre. Lo que importa es estar para el siguiente turno al bate.
La capacidad de hacerlo, junto con la de soportar lo que John Steinbeck llamó “días perdidos” cuando escribía “Al este del Edén”, esos días en los que todo parece un desastre, cuando no te apetece, cuando no dejas de distraerte, es el primer paso hacia la grandeza.
En sentido literal. No puedes ser grande sin la autodisciplina para conseguirlo. Una cosa al día suma. Cada día suma. Pero los números sólo interesan si se acumulan en grandes cantidades.
Siempre debemos correr hasta agotarnos. Corre, y punto. Porque es lo que somos. Nos damos prisa porque nos importa. Porque nos importa el partido. Porque nos importa la causa.
Nos damos prisa porque nunca se sabe en qué momento marcará la diferencia, cuándo alguien podría estar mirando, cuándo podría ser nuestro último intento, cuándo la lentitud podría hacer que lo perdiéramos todo.
Sí, es importante darse prisa. No podemos retrasarnos, entretenernos o ser lentos. Sí, debemos correr rápido. Al mismo tiempo, el camino también exige un ritmo disciplinado. El que se apresura, el que antepone la eficiencia a la eficacia, el que pasa por alto las “pequeñas cosas”, al final es poco eficiente.
Ir rápido es fácil, aunque no siempre es lo mejor. En el ejército les gusta decir que lo lento es fácil, y lo fácil, rápido. Hazlo bien y serás rápido. Intenta ir demasiado rápido y no saldrá bien.
Entrena. Solo tú sabes en qué consiste entrenar en tu arte como un samurái, un atleta olímpico o un maestro en busca de la excelencia. Solo tú sabrás qué necesitas practicar de la mañana a la noche y qué tienes que repetir diez mil veces. No será fácil, pero en esa carga también está la libertad y la seguridad en ti mismo.
El placer de fluir. El ritmo de la segunda naturaleza. La tranquilidad de ser consciente de que, gracias a la práctica, sabrás qué hacer cuando sea necesario.
Preocúpate de las cosas pequeñas, pero no seas superficial. Bienvenido a la templanza. Es un equilibrio de opuestos, por definición. Nos vestimos bien, pero no demasiado. Nos preocupamos de cuidarnos, pero nunca nos olvidamos de las personas o cosas que debemos cuidar. Nos tomamos nuestra apariencia en serio, sin tomarnos en serio a nosotros mismos.
Como dicen en el mundo de la moda, nosotros llevamos el traje, el traje no nos lleva a nosotros. Tenemos un aspecto impecable para mantenernos impecables y ser impecables, porque somos impecables.
Busca la incomodidad. Una persona que entiende el valor de la disciplina. Una persona que se siente cómoda estando incómoda.
Al buscar la incomodidad nos endurecemos. Si no vamos a vivir una existencia espartana día tras día, mejor que al menos practiquemos la dureza con la suficiente regularidad como para no temerla.
Nadie que sea esclavo de sus impulsos o de la pereza, nadie sin fuerzas y sin un buen horario puede crear una gran vida. Sin duda, estará demasiado consumido como para ser útil a los demás.
Los que se dicen que son libres de hacer lo que quieran, siempre estarán encadenados a algo. La disciplina es como nos liberamos. Es la llave que abre las cadenas. Es como nos salvamos. Elegimos el camino difícil, porque en realidad, a la larga, es la única vía.
No importa lo disciplinados que seamos respecto a lo que comemos o a la hora que nos levantamos si nos distrae una mosca que pase o si estamos a merced de los prejuicios o del mal humor, si cedemos a la tentación, los impulsos o el instinto. No es forma de vivir, esta intemperancia nos condena a no desarrollar todo nuestro potencial y a una vida de quizá continua amargura.
El verdadero autocontrol significa moderación no solo en lo que hacemos, sino también en cómo pensamos, cómo nos sentimos y cómo nos comportamos en un mundo de caos y confusión. En todo caso, estos rasgos son fundamentales.
La disciplina no es solo resistencia y fuerza. También es encontrar la mejor forma y la más económica de hacer algo. Es el compromiso de evolucionar y mejorar para que las tareas avancen de manera más eficiente. Un verdadero maestro no sólo domina su profesión, sino que también lo hace con facilidad, mientras los demás jadean y resoplan.
Cuando estás en lo más alto, la disciplina es un bien más escaso que la brillantez. El temperamento puede ser menos carismático, pero sobrevive. Estabiliza.
El temperamento es también la capacidad de adaptarse, de salir bien parado de cualquier situación y de encontrar la oportunidad de crecer y mejorar en cualquier situación. Y poder hacerlo con ecuanimidad y aplomo, incluso con iniciativa y alegría. Porque ¿qué otra opción tenemos?
Nadie dura mucho si tiene miedo al cambio, y pocos son capaces de cambiar si tienen miedo a las críticas o a cometer errores.
El perfeccionismo es p-a-r-á-l-i-s-i-s. La obsesión por hacerlo perfecto lleva a que los árboles nos impidan ver el bosque, porque en última instancia el mayor error es fallar el tiro.
Lo que no terminas, lo que te da demasiado miedo o eres demasiado estricto para terminar, para intentarlo, es, por definición, un fracaso. La causa es lo de menos. Ya sea por postergarlo o por perfeccionismo, el resultado es el mismo. No lo has hecho.
Lo perfecto no es solo enemigo de lo bueno, como suele decirse, sino que es enemigo de todo lo que pueda venir después. Si te atascas, tu potencial también. Por eso terminar es un logro, un acto de disciplina monumental que debe producirse. El momento de hacerlo es ahora.
Perder no siempre depende de nosotros, pero ser perdedores sí. Ser derrotistas sí. Tirar la toalla en una pelea que hemos perdido es una cosa, pero ¿tirar la toalla en la pelea por alcanzar los estándares que nos hemos marcado a partir de ese momento? Si haces eso no solo te han derrotado. Te han vencido.
Si tus niveles son tan altos que te rindes cuando no los alcanzas, en realidad no tienes niveles altos. Lo que tienes son excusas. No importa quién seas. No importa qué hayas hecho. Nadie es tan bueno como podría ser. Nadie es perfecto. Todos podemos mejorar.
Hay pocas profecías autocumplidas más importantes y peligrosas que esta. Si crees que tienes espacio para crecer, lo harás. Si crees que ya no puedes ser mejor, tienes razón. No mejorarás.
Buscar siempre algo en lo que trabajar, progresar en ello poco a poco. No darse nunca por satisfecho, querer seguir creciendo. ¿Revolución? ¿Transformación? Eso es lo que persiguen los aficionados. Los profesionales buscan la evolución.
Errar es humano, pero errar menos cada día nos acerca a lo divino.
No solo nos exigimos un nivel, sino que lo aumentamos a medida que avanzamos; lo mismo que sucede con el entrenamiento con pesas, lo que levantamos debería aumentar de forma constante con cada entrenamiento.
El secreto del éxito en casi todos los ámbitos es dedicar grandes bloques de tiempo sin interrupciones a lo que quieras hacer. Pero ¿cuántas personas organizan sus días o su vida para que esto sea posible? Y después se preguntan por qué están agotadas, son improductivas, se agobian y se retrasan.
Esta es la lógica ineludible: todo aquello a lo que decimos “Sí” significa decir “No” a otra cosa. Nadie puede estar en dos lugares a la vez. Nadie puede centrarse en más de una cosa. Pero la fuerza de esta realidad también puede funcionar para ti: todo no puede ser también un sí, un sí a lo que importa. Rechazar una oportunidad significa cultivar otra. Esta es la clave no solo del éxito profesional, sino también de la felicidad personal.
Ningún objetivo que merezca la pena es posible sin paciencia. Ninguna ambición es sostenible si no se modera con ella. Si las cosas salieran como queremos, si no exigieran incomodidad, sacrificio y paciencia, no se requeriría disciplina, y todos lo harían.
La grandeza que buscamos, es donde el cuerpo, la mente y el espíritu se unen en las situaciones más estresantes de la vida, cuando las cosas no salen como queremos, en los momentos cruciales o de gran dificultad, donde mostramos para qué han servido todos estos sacrificios, donde demostramos de qué estamos hechos, donde demostramos que en realidad es posible poseer el mundo y conservar nuestra alma.
Ser amable con uno mismo es un acto de autodisciplina. No te castigues. Crece. Sé mejor. Eso es lo que hacen los amigos. Crecemos a partir del amor y el apoyo.
Lo importante no es el título. No es el poder. No es la riqueza. No es el control. La grandeza no es lo que tienes. Es lo que eliges ser. O quien eliges seguir siendo.
Las cuatro virtudes consisten en inculcar carácter, buen carácter, para que en el momento crítico surja la verdadera naturaleza de la persona.
La autodisciplina no aparece de la nada, sino que hay que cultivarla. Igual que un escritor solo se convierte en escritor escribiendo, y un gran escritor escribiendo lo que vale la pena leer, ser disciplinado es algo que demuestras con la vida que llevas.
El microlibro basado en “El obstáculo es el camino”, del mismo autor. Trata de tres pasos para poder ver los problemas que tenemos en la vida con un enfoque más optimista. De esta forma, seremos capaces de animarnos a enfrentar nuestros temores para ir en busca de nuestros objetivos. ¡Aprendamos más sobre percepción, acción y voluntad!
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Abandonó la universidad a los 19 años para estudiar con el escritor Robert Greene. Desarrolló una exitosa carrera ligada al marketing y fundó la a... (Lea mas)
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