Todos Deberíamos ser Feministas - Reseña crítica - Chimamanda Ngozi Adichie
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Todos Deberíamos ser Feministas - reseña crítica

Todos Deberíamos ser Feministas Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Sociedad y política

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: 

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 

Editorial: LITERATURA RANDOM HOUSE

Reseña crítica

Este libro presenta la disertación de Chimamanda Ngozi Adichie en el evento TEDxEuston, una conferencia anual enfocada en África. Adichie da inicio a una conversación necesaria: por qué es importante entender el feminismo para poder mejorar nuestra sociedad. ¿Preparado para tomar nota? ¡Comencemos!

Cómo se forma la cultura

La autora lo expone de forma muy clara: si hacemos algo una y otra vez, acaba siendo normal. Si las mismas situaciones se repiten, las naturalizamos.

Si, por ejemplo, las mujeres son socialmente relegadas a las tareas domésticas como cocinar y limpiar durante siglos, las personas terminarán pensando que están genéticamente mejor preparadas para realizar esas actividades.

No tiene sentido, ¿verdad? Pero lamentablemente demasiadas personas piensan así.

Con una serie de ejemplos, Chimamanda nos muestra una problemática presente en nuestra cultura: el patriarcado, que nos afecta a todos. Si bien el evento sucedió en 2012 y hoy -ocho años después- se produjeron avances gracias al feminismo, todavía hay mucho por mejorar.

En numerosos casos, la palabra “feminista” no es bien recibida. Tiene demasiadas connotaciones negativas: si eres feminista, estás en contra de los hombres, no puedes ser femenina y no tienes sentido del humor.

Lo mismo ocurre con “patriarcado”. Es criticado y juzgado de inexistente, pero su definición nos demuestra que está presente en todas las esferas de nuestra sociedad: “predominio o mayor autoridad del varón en una sociedad o grupo social”.

Este libro consigue eliminar estos y varios otros prejuicios basados en la ignorancia.

Todos deberíamos sentir rabia

Como señala la autora el sistema patriarcal, en realidad, tenía sentido hace mil años, cuando los hombres ya gobernaban el mundo. En ese momento la fuerza física era el atributo más importante para la supervivencia.

Hoy, el mundo es muy distinto. Sin embargo, en los puestos de poder sigue habiendo una gran mayoría de hombres.

Sabemos que una mujer puede ser igual de inteligente, innovadora y creativa que un hombre, pero nuestras ideas sobre género no han evolucionado mucho.

Chimamanda comenta que, luego de escribir un artículo sobre la experiencia de ser una mujer joven en Lagos, Nigeria -en medio de una sociedad machista-, un conocido le dijo que era un texto “muy rabioso”. Y claro que lo era. En palabras de la escritora: “La situación actual en materia de género es muy injusta. Estoy rabiosa. Todos tendríamos que estar rabiosos”.

El pedido tiene sentido al entender que las protestas en busca de justicia han generado cambios positivos históricamente. Por eso, Adichie también dice tener esperanza, por confiar en la capacidad de los seres humanos para reformularnos a nosotros mismos, para cambiar y mejorar.

¿Lo has notado? Otra consecuencia del patriarcado: si eres mujer, no debes expresar rabia, porque resulta amenazador.

La educación es la clave

Buscando el origen del problema, Chimamanda analiza cómo educamos a los niños. Les enseñamos a las niñas que deben esforzarse por “caer bien” y a preocuparse por lo que los chicos piensan sobre ellas, pero no lo hacemos también con los varones.

En realidad hacemos lo contrario: los elogiamos y justificamos sus actos. Las niñas no pueden ser agresivas, pero si dos pequeños se pelean, muchas personas dirán que simplemente “están siendo niños”.

Puede que creas que esto ya cambió porque no lo ves en tu entorno. Por eso, la autora se encarga de aclarar: “A menudo cometo la equivocación de pensar que algo que a mí me resulta obvio es igual de obvio para todo el mundo”. Spoiler alert: no lo es.

Existen diferencias entre una cultura y otra, pero el género importa en todo el mundo. Adichie, como mencionamos, se muestra esperanzada: “Empecemos a soñar con un mundo distinto. Un mundo más justo. De hombres y mujeres más felices y más honestos consigo mismos. Y esta es la forma de empezar: tenemos que empezar a criar a nuestras hijas de otra forma. Y también a nuestros hijos”.

El problema del género

No creas que el patriarcado beneficia a los hombres. Según la autora, nuestra educación reprime la humanidad de los niños, porque establece límites muy estrechos a la definición de masculinidad.

Les enseñamos que no pueden sentir miedo, ni ser sensibles, débiles o vulnerables. No deben llorar ni hablar sobre sus emociones porque “los hombres no hacen eso”. Esto los obliga a ocultar una parte de sí mismos y afecta a sus egos, dejándolos muy frágiles.

A su vez, educamos a las niñas para que estén al servicio de esos egos frágiles. Aprenden a encogerse. Pueden tener ambición, éxito y deseos propios, siempre y cuando no superen los de un hombre -para no amenazarlo, claro-.

Nuestra sociedad exige que la máxima aspiración de una mujer debe ser el matrimonio y formar una familia. Incluso, si una mujer supera una cierta edad y se mantiene soltera, es criticada y considerada como un fracaso.

Chimamanda nos empuja a no caer en el lugar común de pensar “las mujeres pueden negarse a todo esto y listo, se acabó el problema”. Porque la realidad es mucho más compleja que esa lógica superficial. Todos somos seres sociales y tenemos ideas interiorizadas producto de esa socialización.

El propio lenguaje del matrimonio se basa en la propiedad y no en el compañerismo.

Educamos a las mujeres para que, en sus relaciones, crean que es normal renunciar a su trabajo, a una meta profesional o a un sueño personal para criar a sus hijos o para acompañar los sueños de sus parejas.

Las criamos para que vean a otras mujeres como competencia. Limitamos y censuramos su sexualidad y elogiamos su virginidad, todo lo contrario a los hombres.

Les enseñamos a tener vergüenza, como señala la autora citando frases tan cotidianas: “cierra las piernas”, “tápate”. Las educamos para que sientan que, sólo por el hecho de ser mujeres, ya son culpables de algo.

El problema del género es que prescribe cómo tenemos que ser, en lugar de reconocer cómo somos realmente. Adichie nos obliga reflexionar con una frase dura pero real: “Imagínense lo felices que seríamos, lo libres que seríamos siendo quienes somos en realidad, sin sufrir la carga ni las expectativas de género”.

Cuestiona tus privilegios

Está claro que existen diferencias biológicas entre hombres y mujeres, pero la socialización exagera esas diferencias.

¿Qué pasaría si criáramos a nuestros hijos centrados en sus capacidades e intereses y no en su género? Seguramente todos contaríamos con más oportunidades y el mundo sería más justo.

Pero existe otro factor que empeora la situación: tanto hombres como mujeres, aún hoy, se resisten a hablar de género. Le restan importancia a la discusión y sienten que son exageraciones. Chimamanda cree que esta negación se debe a que es incómodo pensar en cambiar el estado de las cosas.

Existen hombres que ignoran todo esto o que incluso se sienten amenazados por la idea del feminismo. La autora lo atribuye a la inseguridad con la que son criados. Si no controlan la situación, su autoestima se ve afectada.

El rol de los hombres en esta lucha es el de cuestionar sus propios privilegios. De discutir sobre ellos junto con los varones que los rodean: amigos, familiares, compañeros de trabajo. Es un rol de ser acompañantes y no protagonistas.

¿Es una cuestión cultural?

Una crítica muy común apunta a por qué se usa la palabra “feminista” en lugar de decir que se lucha en defensa de los derechos humanos. Adichie tiene su propio argumento: es obvio que el feminismo forma parte de los derechos humanos, pero elegir una definición tan amplia implica negar el problema específico y particular del género.

Supone fingir que no han sido las mujeres quienes se vieron excluidas durante siglos. Lo justo es que la solución al problema reconozca esta discriminación histórica.

Chimamanda menciona que algunas personas creen que la subordinación de las mujeres hacia los hombres es cultural. Pero anuncia algo que debería ser obvio: la cultura nunca para de cambiar.

El sentido de la cultura es asegurar la preservación y la continuidad de un pueblo. La cultura no hace a la gente. La gente hace la cultura.

Siguiendo esa lógica, y considerando que es verdad que la subordinación antes mencionada es cultural, ya es hora de que todos reconozcamos a las mujeres como sujetos de pleno derecho y cambiemos nuestra cultura.

Notas finales

Para finalizar, Adichie rescata la definición de “feminista”: persona que cree en la igualdad social, política y económica de los sexos. Nos insta a reivindicar el concepto.

Y aporta su propia definición: “Feminista es todo aquel hombre o mujer que dice ‘sí, hay un problema con la situación de género hoy en día y tenemos que solucionarlo’”. Esto nos involucra a todos, mujeres y hombres.

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¿Quién escribió el libro?

Chimeneas Ngozi Adichie es una escritora nigeriana. Ella es reconocida como una de las más importantes jóvenes autoras anglófonas que está teniendo éxito en atraer una nueva generación de lectores de literatura africana. Chimamanda nació en Nigeria, en el estado de Anambra, pero creció en la ciudad universitaria de Nsukka, en el sureste de Nigeria, donde se sitúa la Universidad de Nigeria. Su padre era profesor de Estadística en la universidad, y su madre trabajaba como administradora en el mismo lugar. Cuando cumplió diecinueve años, dejó Nigeria y se trasladó a Estados Unidos. Después de estudiar en la Universidad Drexel, en Filadelfia, Chimamanda se trasladó a la Universidad de C... (Lea mas)

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