Maximiliano de Habsburgo: La vida del emperador europeo de México - Reseña crítica - Charles River Editors
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Maximiliano de Habsburgo: La vida del emperador europeo de México - reseña crítica

Maximiliano de Habsburgo: La vida del emperador europeo de México Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Historia y filosofía y Biografías y memorias

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: 

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 

Editorial: Charles River Editors

Reseña crítica

Pocos saben que México tuvo un emperador europeo. Luego de la independencia, el país entró en una fuerte y constante inestabilidad. Entonces Maximiliano de Habsburgo llegó para dejar atrás el caos y unir a la nación. Sin embargo en el medio hubo amor, guerra y traición. ¿Qué más necesitas en este nuevo capítulo mexicano?

México en caos

Al igual que varios de los países latinoamericanos, México consiguió independizarse de España en la segunda mitad del siglo XIX.

Aunque tenía dificultades para consolidarse como nación. Tenía un vasto territorio, con el desierto en el norte amenazado por la avanzada de Estados Unidos y el sur selvático con los indígenas refugiados allí.

Sin embargo toda la vida política, económica y cultural pasaba por el centro, en la Ciudad de México.

Si bien había algo de movimiento en lugares como Veracruz, Puebla, Guadalajara o las zonas mineras, el núcleo era donde antes se había levantado la esplendorosa Tenochtitlán.

En esa inestabilidad hubo guerras y golpes de Estado constantes. Cambió 57 veces de presidente en un período de 41 años, entre 1823 y 1864.

Ahí perdió grandes territorios. Primero Centroamérica se separó del primer Imperio Mexicano. Después llegó la independencia de Texas y, más tarde, Estados Unidos le arrebató los actuales estados de Arizona, California, Colorado, Nevada, Nuevo México, Utah y Wyoming en una batalla despareja.

Como si eso no fuera suficiente, los problemas continuaron según explican los autpres Gustavo Vázquez Lozano y Charles Rivers Editors. Hubo una cruenta guerra civil entre liberales y conservadores, la deuda externa aumentó de manera drástica y las potencias acechaban continuamente con quedarse con los recursos naturales.

Con ese contexto, un sector de los llamados conservadores razonó que la mejor opción era atraer a uno de los grandes países para salvar a México. El objetivo era que los ayudaran a crear una monarquía para traer estabilidad y unión.

Entre los pensadores que veía esa opción como una alternativa concreta para evitar el colapso de la incipiente nación estaba Lucas Alamán.

Los protagonistas

Para los escritores de esta obra fueron tres los protagonistas de esta historia. Primero mencionan al personaje clave, que da nombre al actual libro: Maximiliano de Habsburgo.

Nació en 1832 en Austria y era hermano menor de José Francisco, que a los 18 años se transformó en emperador de Austria, rey de Hungría, Croacia y Bohemia. Capaz de hablar siete idiomas, a Maximiliano lo distinguía su inteligencia, su amor por el arte y su buen trato hacia las personas.

“En las presentaciones familiares cautivaba a sus parientes con sus interpretaciones cómicas y teatrales. Max destacaba por su guapura, empatía y por ser mucho más alegre que Francisco José. El joven príncipe ansiaba apasionadamente vivir aventuras alrededor del mundo”.

Recorriendo Europa conoció a su gran amor, Charlotte Amélie. Contrajeron matrimonio en 1857 en Bélgica.

Sufrieron un distanciamiento cuando fracasaron al gobernar Lombardía-Venecia y Maximiliano decidió irse solo a investigar el Amazonas de Brasil. Sin embargo mantuvieron la relación una vez que regresó.

En 1863 la pareja recibió el ofrecimiento de una delegación de diplomáticos oriundos de México. Era el trono del flamante Imperio. La fama de conciliador que se había ganado en el Viejo Continente sedujo a los emisarios.

Aceptó el cargo una vez que vio unos papeles con firmas de adhesión de miles de mexicanos aunque la realidad era otra.

Al llegar al nuevo país los recibió Benito Juárez, presidente liberal e ícono de la resistencia contra el imperialismo europeo. Indígena de raza pura, vio que la nación que imaginaba no era lo que esperaba cuando asumió. México estaba hundido en deudas y necesitaba ayuda.

La tercera protagonista de este drama fue la princesa Charlotte Amélie, o Carlota Amalia, hija del rey de Leopoldo de Bélgica y prima de la reina Victoria.

La corona de México

De las potencias que amenazaron a México, Francia fue la que más lejos llegó. Impulsados por Napoleón III, amarró barcos en el puerto de Veracruz y tuvo tropas terrestres cerca de la ciudad de Puebla.

Benito Juárez tuvo que recluirse más al norte y obligó a todos los hombres mayores a tomar las armas ante el inminente ataque galo.

La opinión pública europea estaba dividida con respecto de la decisión de Napoleón. Mientras que a Estados Unidos no le simpatizó tener a una potencia invadiendo el patio de su casa.

Pero la fiereza de los locales mexicanos pudo más que el poderío físico y armamentístico francés. Un grupo de estudiantes, seminaristas y campesinos repelió un ataque de siete mil soldados francos en las afueras de Pueblo un 5 de mayo de 1862.

México no sólo ganó la batalla, sino también tiempo. Es que la derrota no sólo fue una calamidad en Francia, sino que Napoleón III tardó un año en reorganizarse.

Con el orgullo herido, volvió a la carga meses más tarde con 30 mil soldados, entre franceses, mexicanos adeptos a la causa y africanos. Finalmente, en marzo de 1983, tomaron Puebla.

En ese lapso, Maximiliano recibió la oferta de los diplomáticos de México. No sólo negoció con ellos. También lo hizo con Napoleón III, con el que acordó que mantendría su ejército en suelo mexicano durante diez años hasta que la monarquía se consolidara.

Aunque el arreglo escondía una trampa. Se vería forzado a pagarle a Francia el costo de su intervención, además de un canon por la estadía de sus tropas. Maximiliano aceptó sin conocer el débil estado económico de su nuevo país.

Fue el diplomático José Terán el que le advirtió que no sólo era mentira que todos los mexicanos lo estaban esperando. También le hizo ver que la aventura sería peligrosa, que se encontraría con resistencia armada y que su vida misma estaría en peligro.

Tal como señalan los autores, la oferta que recibió le cayó como un regalo del cielo a Maximiliano. Tras haber perdido Lombardía-Venecia, un pequeño territorio a orillas del mar Adriático, pasaría a ser el jerarca de un enorme e incipiente Imperio. Era tres veces más grande que el de su hermano Francisco José.

Una vez cerrado el acuerdo, la pareja arribó al puerto de Veracruz tras un largo viaje en barco que incluyó varias paradas.

Por la ruta de Cortés

En Veracruz se chocaron con la realidad. Primero, les recomendaron no salir del barco por el riesgo de ser contagiados de fiebre amarilla. Es que el cementerio local estaba lleno de extranjeros que contraían la enfermedad.

Y después, les sorprendió que no hubo una multitud para recibirlos. No era como estaban acostumbrados o imaginaban que sería.

Iniciado el camino terrestre hacia la Ciudad de México, recién sintieron el calor de la gente en Puebla. Era una ciudad conservadora y tradicionalista, por lo que veían con buenos ojos su llegada.

Si hubo algo que molestó a Carlota en el trayecto fue la constante discriminación que sufrían los indígenas locales.

“Los gobiernos efímeros nunca han tenido raíces en la población indígena, que es la única que trabaja y que permite que sobreviva el estado”, señaló en una de sus cartas a su familia.

También dejó en claro su fuerte rechazo a la desigualdad: “el nivel de civilización de este país presenta contrastes imperdonables”.

Carlota deseaba que bajo su imperio, México alcanzara la tan anhelada paz sobre la que tanto le habían insistido en Puebla, uno de los lugares más afectados por la guerra civil.

“Si alguna vez un país fue salvado milagrosamente de un estado del cual no podía emerger, estoy segura de que es ésta”, escribió.

El trono de Moctezuma

La recepción de Maximiliano y Carlota en Ciudad de México sí que fue entusiasta. Fueron acogidos por la gente del lugar y sonaron las campanas de las iglesias. Fueron coronados en la catedral metropolitana el 10 de abril de 1864.

El primer objetivo de Maximiliano fue crear un ejército nacional. Mientras que el segundo fue poner en orden las finanzas públicas.

Sin embargo uno de los temas más urgentes a resolver que tuvo fue el de la iglesia. Y ahí actuó igual que su rival Juárez, ratificando la libertad religiosa y la nacionalización de los bienes del clero. Eso decepcionó al Papa Pío IX.

En sus tiempos libres, se dedicaron a recorrer los regiones más lejanas del país. Así forjaron una gran relación con los indígenas, ganándose su confianza.

Princesa en apuros

Para 1866 todo empeoró. Francia, presionada por Europa, dejó de perseguir a Juárez y retiró sus tropas de México. Por otro lado, la Guerra de Sucesión terminó en los Estados Unidos. Y eso permitió que Lincoln saldara una deuda que tenía con Juárez -que había colaborado con la revolución yankee- al enviar tropas a México.

Entonces el ejército binacional comandado por Juárez empezó a marchar hacia el sur y a reconquistar territorios. Maximiliano analizó claudicar, pero Carlota insistió en no hacerlo.

Fue tanta su persistencia que se ofreció a ir a Europa a interceder por el imperio. Para los liberales fue un síntoma de que todo se estaba derrumbando.

Al mismo tiempo, Maximiliano y sus secuaces abandonaron Ciudad de México y se refugiaron en el fuerte de Querétaro. Aunque allí fue rodeado.

Llegada a Francia, Carlota sufrió de angustia hasta que tres días después recibió una invitación de Napoleón III. No obstante la reunión terminó mal porque la princesa colapsó y a los gritos denunció que la querían envenenar. Fue el primer síntoma de la locura.

Luego visitó al Papa Pío IX en el Vaticano, con lo que sucedió algo similar. Días después fue vista vagando por las calles de Roma hasta que su hermano la rescató y la alojó en Bélgica. Con el paso de los años fue perdiendo lucidez.

La caída

En México, el fuerte de Querétaro resistió con cinco mil hombres ante los 35 mil de Mariano Escobedo, discípulo de Juárez.

Aunque lo que hizo caer a Maximiliano no fue esa diferencia de soldados, sino la traición. El general López negoció con Escobedo franquearle la entrada de la ciudad a cambio de dinero.

López iba al frente, pero engaño a sus tropas y dejó el paso abierto a las de Escobedo, que de esta forma ingresó muy fácil a la fortificación.

Al enterarse de la traición, Maximiliano enfureció. “Salir de aquí o morir es el único camino”, exclamó.

No obstante fue apresado por Escobedo en una colina conocida como el Cerro de las Campanas. Era el 15 de mayo de 1867. A pesar de los pedidos de políticos, diplomáticos y referentes culturales para que lo mantuvieran con vida, fue fusilado en el mismo lugar días más tarde.

Notas finales

La historia de Carlota es una de las más trágicas dentro de la monarquía europea. Cuando volvió de México se encerró y vivió en silencio. Sólo mantenía diálogo con seres imaginarios.

Con el tiempo su salud mental se fue deteriorando a pesar de tocar el piano o escuchar música en un gramófono. No reconocía a nadie, ni siquiera a su hermano, el rey Leopoldo II.

Finalmente falleció el 20 de enero de 1927. Es decir que había sobrevivido a todos los actores de aquel drama: Juárez, Maximiliano, su hermano Leopoldo, el emperador Francisco José y Napoleón III.

Su entierro se llevó a cabo con todos los honores militares. Su última morada fue la iglesia de Laeken, su pueblo natal en Bélgica.

Tal como señalan los autores, en sus días finales pareció recobrar un poco la cordura. “Soy completamente libre, ¿verdad?”, le preguntó al coronel a cargo de sus guardias. “Ciertamente lo es, su majestad”, respondió el militar.

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¿Quién escribió el libro?

Oriundo de Aguascalientes, México, Gustavo Vázquez Lozano es un investigador y escritor de historia contemporánea. Estudió en la Universidad de Nueva York y asesoró en asuntos internacionales al... (Lea mas)

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