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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: The Innovators
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN: 9786073160643
Editorial: Debate
Tras su éxito con la biografía de Steve Jobs, Isaacson nos lleva a explorar cómo mentes visionarias como Ada Lovelace, Alan Turing, Steve Jobs y otros forjaron la era de la innovación.
Este libro revela cómo la colaboración y el trabajo en equipo fueron fundamentales para sus éxitos. ¿Listo para sumergirte en esta historia que desentraña los secretos detrás de la innovación digital?
Ada, la única hija legítima del poeta Lord Byron, había heredado el espíritu romántico de su padre, un rasgo que su madre trató de atemperar haciendo que recibiera clases particulares de matemáticas. Esta combinación generó en Ada un amor por lo que ella solía llamar “ciencia poética”, que unía su imaginación rebelde y su fascinación por los números.
Su interés en la tecnología se vio espoleado cuando su madre se la llevó de viaje por la región industrial del interior de Inglaterra para ver las nuevas fábricas y máquinas. Ada se sintió particularmente impresionada por un telar automático que utilizaba tarjetas perforadas para guiar la creación de los patrones de tejido deseados, y dibujó un bosquejo de su funcionamiento.
Babbage era un viejo amigo de la familia, y en 1834, creó un computador universal capaz de realizar toda una serie de operaciones distintas basadas en un programa de instrucciones dadas. Así, podría hacerse que realizara una tarea y luego alterarlo para que pasara a realizar otra. Incluso podría hacerse que cambiara de tarea, o modificara su “pauta de acción”, como explicaba Babbage, por sí solo basándose en sus propios cálculos intermedios.
Babbage denominó a su propuesta “máquina analítica”, y era el producto de lo que Ada Lovelace había llamado “la facultad combinatoria” en su ensayo sobre la imaginación; Babbage había combinado innovaciones surgidas en otros campos, una artimaña empleada por muchos grandes inventores.
Pocas personas, sin embargo, supieron ver la belleza de la nueva máquina propuesta por Babbage, y el gobierno británico no sintió inclinación alguna a financiarla.
No obstante, encontró a una fiel creyente. Ada Lovelace supo apreciar plenamente el concepto de una máquina universal. Y, lo que es más importante, previó un atributo que podría hacer que fuera realmente asombrosa: potencialmente podía procesar no sólo números, sino también cualesquiera notaciones simbólicas, incluidas las musicales y artísticas.
Su objetivo era trabajar con Babbage como socia y relaciones públicas a fin de tratar de conseguir apoyo para construir la máquina analítica.
Ada analizaba cuatro conceptos que tendrían resonancia histórica un siglo después, cuando finalmente naciera el computador. El primero era el de una máquina universal, una que no solo fuera capaz de realizar una tarea predeterminada, sino que pudiera programarse y reprogramarse para hacer una serie de tareas ilimitada y variable.
En otras palabras, imaginó el computador moderno. Este concepto era el núcleo de su “Nota A”, que subrayaba la distinción entre la máquina diferencial original de Babbage y su nueva propuesta de máquina analítica.
El segundo concepto significativo de Ada se derivaba de esa descripción de una máquina universal. Supo ver que sus operaciones no tenían por qué limitarse a las matemáticas y los números.
Basándose en la extensión de De Morgan del álgebra en una lógica formal, Ada señalaba que una máquina como la analítica podía almacenar, manipular, procesar y ejecutar cualquier cosa que pudiera expresarse con símbolos: palabras, lógica, música y cualquier otra cosa para cuya transmisión pudiéramos usar símbolos.
Esta idea se convertiría en el concepto esencial de la era digital: cualquier clase de contenido, datos o información podía expresarse en forma digital y ser manipulada por máquinas. Ni siquiera el propio Babbage supo verlo plenamente, ya que se centró en los números.
La tercera aportación de Ada, en su “Nota G” final, fue la de determinar con gran detalle el funcionamiento de lo que hoy llamamos un “programa” o “algoritmo informático”. El ejemplo que utilizó para ello fue un programa para calcular números de Bernoulli, una serie infinita extremadamente compleja que desempeña un papel destacado en varios aspectos de la teoría de los números.
Había otro concepto significativo que introdujo en sus “Notas”, planteaba el que todavía hoy constituye el tema metafísico más fascinante en relación con los ordenadores, el de la inteligencia artificial: ¿pueden pensar las máquinas? Ada creía que no.
Una máquina como la de Babbage podía realizar operaciones según ciertas instrucciones, afirmaba, pero no podía albergar ideas o intenciones por sí misma.
Babbage no consiguió más financiación para sus máquinas; estas jamás llegaron a construirse, y él murió en la pobreza. En cuanto a Lady Lovelace, nunca volvió a publicar ningún otro artículo científico. Durante su último año de vida, libró una batalla extremadamente dolorosa contra un cáncer de útero acompañado de constantes hemorragias.
Murió, en 1852, a los treinta y seis años de edad, habiendo contribuido a plantar la semilla de una era digital que florecería cien años después.
En 1937, un siglo después de que Babbage presentara su máquina analítica, se desató una revolución informática marcada por cuatro propiedades interrelacionadas que definirían la era moderna de la informática:
Estos avances en 1937 fueron resultado de la combinación de capacidades, ideas y necesidades que convergieron en múltiples lugares, demostrando que la innovación prospera cuando las semillas adecuadas encuentran tierra fértil.
Durante el desarrollo del computador moderno, se reconoció la necesidad de máquinas capaces de ejecutar diversas operaciones lógicas mediante hardware y software. Alan Turing propuso la idea de una máquina universal programable, pero las limitaciones de cambiar programas eficientemente persistían en máquinas como el ENIAC, utilizadas durante la Segunda Guerra Mundial.
Grace Hopper, figura destacada en la programación, fue crucial en esta era. Trabajó en el Mark I de Harvard, contribuyendo al desarrollo de subrutinas y del concepto de compilador. Aunque el Mark I se volvió obsoleto rápidamente debido a su enfoque en relés electromecánicos en lugar de tubos de vacío.
Aunque todos los ingenieros que construyeron el ENIAC eran hombres, seis mujeres desempeñaron un papel crucial en el desarrollo de la computación moderna. Estas mujeres, incluyendo a Jean Jennings Bartik, Marlyn Wescoff, Ruth Lichterman, Betty Snyder, Frances Bilas y Kay McNulty, fueron esenciales cuando la finalización de la Segunda Guerra Mundial llevó al ENIAC a realizar una variedad de cálculos que requerían una reprogramación frecuente.
Estas mujeres, inicialmente asignadas a tareas rutinarias por su condición de género, demostraron rápidamente que la programación era tan vital como el diseño de hardware. Aprendieron a programar el ENIAC mediante el análisis de ecuaciones, conexiones de cables y configuraciones electrónicas.
Contribuyeron al desarrollo de subrutinas y modularización, pasos cruciales en el aprendizaje temprano de la programación. Aunque enfrentaron desafíos y estereotipos de género, estas mujeres fueron fundamentales para el éxito del ENIAC y, por ende, para el surgimiento de la era de las computadoras electrónicas de propósito general.
Para implementar la arquitectura de programa almacenado, necesitarían una capacidad significativa de memoria. Eckert exploró varias opciones, incluidos discos de aleación o grabados. Dado que los discos aún eran costosos, propuso en una versión posterior del ENIAC utilizar una línea de retardo acústico, un método más económico.
Este sistema, que William Shockley también había utilizado, almacenaba datos en un tubo lleno de líquido viscoso y los recuperaba mediante pulsos eléctricos.
Esta tecnología permitía almacenar alrededor de mil bits a un costo mucho menor que los circuitos de tubos de vacío. En un memorando de verano de 1944, Eckert y Mauchly sugirieron que el sucesor del ENIAC debería incorporar bastidores con múltiples tubos de líneas de retardo de mercurio para almacenar datos y elementos de programas en forma digital.
La llegada de los transistores y las innovaciones subsiguientes que permitieron integrar millones de ellos en microchips transformaron la computación y la electrónica, permitiendo la creación de dispositivos portátiles y conectados en red que forman parte integral de nuestras vidas.
En el contexto de la creación de Internet, la contribución más significativa de Vannevar Bush y otros líderes de la época fue la idea de financiar la investigación básica y la colaboración entre el gobierno, la universidad y la industria. La visión de Bush se plasmó en su informe "La ciencia, frontera sin fin", donde abogó por la financiación gubernamental de la investigación fundamental como base para el progreso industrial y la competitividad económica.
Esta visión sentó las bases para la creación de la Fundación Nacional para la Ciencia (NSF) en Estados Unidos, que desempeñó un papel crucial en la financiación de investigaciones científicas y tecnológicas. Además, la colaboración entre el gobierno, la academia y la industria condujo a la creación de centros de investigación híbridos, como el Laboratorio Lincoln y Bolt, Beranek and Newman, que estuvieron involucrados en el desarrollo de Internet.
Internet, en sí misma, se originó como un proyecto de investigación financiado por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos, específicamente a través de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada (ARPA). El trabajo pionero en ARPANET, la red precursora de Internet, comenzó en la década de 1960 y fue llevado a cabo por investigadores de diversas instituciones académicas y de investigación.
La visión de Vannevar Bush sobre la importancia de la investigación básica y la colaboración entre diferentes sectores sentó las bases para el desarrollo de Internet, una innovación tecnológica que ha transformado radicalmente la forma en que compartimos información, nos comunicamos y accedemos al conocimiento en la era digital.
Licklider fue el precursor intelectual de dos conceptos fundamentales en los que se basa Internet: las redes descentralizadas para la distribución de información y las interfaces que facilitan la interacción entre humanos y máquinas en tiempo real.
Licklider desempeñó un papel esencial como fundador y director del organismo militar que financió el ARPANET, la red precursora de Internet. Además, fue fundamental en la creación de los protocolos que permitieron la formación de Internet. Su influencia y liderazgo en la comunidad científica y tecnológica fueron fundamentales para el desarrollo de la infraestructura tecnológica que hoy conocemos como Internet.
A nivel personal, Licklider era conocido por su encanto, su sentido del humor y su generosidad. Su enfoque en la colaboración y la simbiosis entre humanos y computadoras se adelantó a su tiempo y sentó las bases para el desarrollo de tecnologías interactivas y de comunicación. Su capacidad para reconocer el talento en diversos campos, desde el arte hasta la ingeniería, y su dedicación a compartir ideas sin preocuparse por el reconocimiento contribuyeron significativamente al ambiente colaborativo que impulsó la creación de Internet.
J.C.R. Licklider, ahora al frente de la recién creada Oficina de Técnicas de Procesamiento de la Información (IPTO), trabajaba en la concepción de una red de computadoras interactivas. En un informe de abril de 1963, Licklider expresó la necesidad de establecer convenciones para la comunicación entre diferentes estaciones conectadas a esta red imaginaria.
En su visión, la red no solo facilitaría la comunicación, sino que también permitiría compartir recursos y conocimientos de manera más eficiente. Licklider, con su enfoque en la simbiosis hombre-máquina, buscaba una colaboración estrecha entre humanos y computadoras, donde ambos actores se complementaran mutuamente.
Este concepto precursor de una red interconectada sentó las bases para el desarrollo futuro de lo que conocemos hoy como Internet. Aunque el término "Red Intergaláctica de Computadoras" suene grandilocuente, es un testimonio de la ambición y la visión de Licklider en la creación de un sistema colaborativo global.
En esta fase de su carrera, Licklider estaba desempeñando un papel crucial en la conexión entre la investigación en informática y las necesidades prácticas del gobierno, especialmente en el ámbito militar. Su enfoque no solo estaba en el desarrollo tecnológico, sino también en entender cómo las personas podrían interactuar de manera efectiva con estas máquinas para tomar decisiones informadas.
En la década de 1960, Robert Taylor, un visionario de la ARPA (Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada), propuso la idea de una red de tiempo compartido para conectar computadoras de investigación. A pesar de la reticencia inicial de algunos investigadores, Taylor y Larry Roberts persuadieron a los participantes de que se unieran a la red, enfocándose en la descentralización para mayor seguridad.
Wes Clark sugirió la idea de utilizar minicomputadoras estandarizadas llamadas "Procesadores de Mensajes de Interfaz" (IMP o routers) para gestionar el enrutamiento de datos, aliviando la carga de las computadoras centrales. La red se llamaría ARPANET.
Paul Baran y Donald Davies, de forma independiente, idearon la conmutación de paquetes, donde los mensajes se fragmentan en paquetes y se envían a través de la red para luego ser reensamblados en el destino. Esta idea resultó esencial para la eficiencia y resiliencia de la red.
Aunque Baran enfrentó resistencia, sus ideas y las de Davies influyeron en la concepción de ARPANET. Leonard Kleinrock también contribuyó como experto en flujo de datos en redes.
Este enfoque revolucionario de conmutación de paquetes sentó las bases para el desarrollo de Internet, permitiendo la transmisión eficiente y descentralizada de datos.
En 1945, Vannevar Bush imaginó algo revolucionario: un ordenador personal llamado "memex" capaz de almacenar y recuperar información personal. Si bien inicialmente los ordenadores eran gigantes industriales, la década de 1970 trajo miniordenadores, aunque la idea de ordenadores personales para el público general parecía improbable.
La contracultura en el Área de la Bahía de San Francisco en los años 60 jugó un papel crucial. Ingenieros, emprendedores y hackers compartían espacio con hippies. A pesar de la resistencia inicial hacia los ordenadores, para 1970, las actitudes estaban cambiando. Stewart Brand, un personaje clave, conectó la contracultura con la tecnología, abogando por los ordenadores como herramientas de liberación.
El microprocesador fue crucial para el desarrollo de los ordenadores personales. Se destaca el tecnotribalismo y la fusión entre contracultura y revolución digital. Brand organizó el Trips Festival en 1966, un evento clave que fusionó arte, tecnología y contracultura. En su visión, "el poder para el pueblo" se volvía vacío, pero los ordenadores ofrecían una verdadera oportunidad de empoderamiento individual.
Este escenario contrasta con la visión inicial de los ordenadores como instrumentos de control. Brand, un defensor entusiasta, vio la tecnología como una herramienta para cambiar la sociedad, destacando la conexión entre los movimientos contraculturales y la revolución digital.
Ada Lovelace, precursora de la informática, habría estado orgullosa de la evolución de las máquinas de cálculo. En las décadas de 1950 y 1960, los microchips y las redes de conmutación de paquetes revolucionaron la informática y dieron lugar a la fusión del ordenador personal e internet. A pesar de los avances, la idea de máquinas "pensantes" como HAL de 2001: Una odisea del espacio sigue siendo esquiva.
La inteligencia artificial (IA) ha experimentado avances en el ajedrez (Deep Blue) y en juegos de preguntas (Watson), pero estas máquinas carecen de una comprensión real. A lo largo de los años, las promesas de una IA similar a la humana han sido constantes, pero las limitaciones persisten. Los desafíos radican en imitar la complejidad y la comprensión del cerebro humano, que combina procesos analógicos y digitales.
La paradoja de Moravec destaca que las tareas aparentemente simples para los humanos son difíciles para las máquinas. A pesar de los avances en inteligencia artificial, la comprensión profunda y la interacción significativa con las máquinas siguen siendo desafíos no resueltos.
Los nuevos enfoques neuromórficos buscan imitar la estructura del sistema nervioso biológico, pero la complejidad del cerebro humano presenta desafíos significativos para replicar su inteligencia.
El microlibro basado en “Las grandes innovaciones que cambiarán tu vida”, de Marta García Aller, donde explora cuáles serán las cosas y las ideas que están cerca de su fin y cómo será el futuro sin ellas. Desde el trabajo, hasta los idiomas.
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Es un reconocido periodista, escritor y biógrafo nacido en Nueva Orleans, Estados Unidos. Repartió sus estudios entre Harvard y el Pembroke College de la Univer... (Lea mas)
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