La vida de Sócrates - Reseña crítica - 12min Personalities
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La vida de Sócrates - reseña crítica

La vida de Sócrates Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
12min Personalities

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: 

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ISBN: -

Editorial: 12min Originals

Reseña crítica

Sócrates, el primer filósofo de la Antigua Grecia en dejar para la posteridad un sentido de personalidad individual, es considerado uno de los fundadores de la filosofía occidental y la figura central en el posterior desarrollo de la rica tradición intelectual europea. Sin embargo, Sócrates no escribió nada, no fundó ninguna escuela ni sostuvo teorías propias concretas. Entonces, ¿cómo llegó a ser tan influyente? Es más: en primer lugar, ¿cómo llegamos a conocerlo a él y a sus ideas? Estas preguntas constituyen un buen punto de partida para comenzar nuestra historia de Sócrates.

Las fuentes de Sócrates

En el diálogo platónico "Fedro", Sócrates desacredita la escritura como un arte inferior y la describe como "un elixir no de memoria, sino de rememoración". Asimismo, agrega que los escritos son a la vez inflexibles e indiscriminados, en el sentido de que dicen una misma cosa tanto a quienes los entienden como a quienes no tienen ningún interés por ellos. En esencia, son como pinturas: por muy realistas que parezcan a primera vista, si les haces una pregunta, los escritos no pueden hacer más que guardar un silencio solemne y esperar a que su creador les brinde su ayuda. Por este tipo de razones, Sócrates concluye que la palabra hablada, el diálogo vivo, es muy superior a la escritura muerta: “Más que en papiro, está escrita con sabiduría en el alma del oyente; puede defenderse; y sabe con quién hablar y ante quién permanecer en silencio".

Debido a esta creencia, Sócrates nunca escribió nada y, por ello, dependemos de sus contemporáneos, seguidores y enemigos, para conocerlo. En este sentido, se destacan principalmente cuatro nombres: Aristófanes, Jenofonte, Platón y Aristóteles. "La única afirmación común a los cuatro", señala el historiador moderno de filosofía Richard Robinson, "es que hubo un filósofo llamado Sócrates". 

Aunque, más allá de eso, todo siga siendo especulativo, sin duda podemos desconsiderar la comedia de Aristófanes titulada "Las nubes", ya que la obra ofrece una imagen particularmente distorsionada de Sócrates, caracterizándolo como una especie de sofista que engañó a la juventud. Además, a pesar de ser un gran dramaturgo, Aristófanes fue un pensador notoriamente conservador que prefería las costumbres antiguas y estaba en contra de toda reforma e innovación.

En cambio, Jenofonte era amigo y alumno de Sócrates. Si bien era un historiador serio, sus escritos socráticos son mayormente ficcionales y, tanto en el estilo como en el objetivo, se parecen mucho más a novelas históricas que a testimonios sinceros o relatos biográficos basados en investigaciones. El propio Aristóteles describe las obras de Jenofonte "Simposio" y "Memorias de Sócrates" como "conversaciones imaginarias en las que Sócrates se convierte, la mayoría de las veces, en un portavoz de las propias ideas de Jenofonte".

Muchos dicen algo similar con respecto a las últimas obras de Platón, pero los diálogos del primer período y del período medio de Platón parecen proporcionar un relato histórico creíble de Sócrates. En la mayoría de estos, Sócrates es el orador principal, lo que hace que se dificulte bastante determinar dónde termina Platón y dónde comienza Sócrates. Aun así, varios de los diálogos socráticos de Platón, especialmente "Apología", "Critón" y "Fedón", son nuestras principales fuentes para conocer la vida, el carácter y la filosofía de Sócrates.

La vida de Sócrates

Según el biógrafo del siglo III Diógenes Laercio, cuando Sócrates escuchó a su alumno Platón leer en voz alta uno de sus primeros diálogos, exclamó: "¡Por Heracles, cuántas mentiras está diciendo este joven sobre mí!". Sin embargo, en una de sus últimas cartas, Platón comentó de forma enigmática: “Por esto yo nunca he escrito nada, y no hay ni habrá jamás obras de Platón; las que se me atribuyen son de Sócrates cuando era joven”. Los historiadores modernos de filosofía, desconcertados por la sorprendente discrepancia entre estas dos afirmaciones, generalmente denominadas “el problema socrático”, se han acostumbrado a comparar los diálogos de Platón con otras fuentes para sacar conclusiones sobre similitudes y diferencias en la forma en que se representa a Sócrates. Las diferencias que han catalogado son demasiadas para ser enumeradas aquí.

De hecho, mientras que el Sócrates de Aristófanes es una gran molestia y el de Jenofonte, un narrador honrado de clichés prudentes, el Sócrates de Platón es un pensador extremadamente original con ideas capaces de alterar a toda una civilización. La representación de Sócrates en el libro de cuentos de Platón es la que principalmente interesa a los historiadores modernos, ya que es la única que constituye una figura de importancia filosófica eterna. Dado que esta representación es una expresión del conocimiento personal de Platón de un individuo real y verdadero, conviene comenzar nuestra discusión sobre Sócrates con una breve descripción biográfica basada más firmemente en la investigación histórica que en análisis literarios.

Sócrates nació en Atenas en el año 469 a. C. Su padre era escultor y su madre, partera. Es posible que Sócrates haya ejercido la profesión de su padre mientras estudiaba filosofía, antes de ser reclutado para el servicio militar. Ganó su reputación como soldado durante la Guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta. En la batalla de Potidea, en el año 432 a. C., Sócrates salvó la vida del joven Alcibíades, quien más tarde se convirtió en su seguidor, así como en un notable general y estadista ateniense. Se dice que Sócrates, en Delium, en el año 424 a. C., fue el último ateniense en retirarse ante los espartanos. Según un popular dicho griego del siglo V, si todos los soldados atenienses hubiesen tenido el valor de Sócrates, los espartanos seguramente habrían perdido la batalla.

Al regresar a Atenas luego de la guerra, Sócrates trabajó como picapedrero y estatuario durante un tiempo. Pausanias, geógrafo del siglo II, relata que cerca de la entrada de la Acrópolis se levantaban dos esculturas talladas por él: un Hermes y las Tres Gracias. Sin embargo, cuando su padre falleció, al parecer, Sócrates heredó suficiente dinero para vivir con su malhumorada esposa Jantipa y sus tres hijos sin tener que trabajar. Desde ese momento, se volvió habitual ver a Sócrates por Atenas involucrándose en discusiones filosóficas con sus conciudadanos, donde ganó un séquito de jóvenes estudiantes. De acuerdo con el propio testimonio de Sócrates (según lo relatado por Platón en su "Apología"), hubo un evento particular que transformó su vida y su cosmovisión. Este evento merece un capítulo aparte.

Método socrático: génesis y resumen

Todo comenzó cuando Querefonte, un hombre inusual e impetuoso nacido el mismo año que Sócrates, fue al oráculo de Delfos para preguntar quién era el hombre más sabio de Grecia. La profetisa Pitia repitió las palabras del dios Apolo y respondió que no había nadie más sabio que Sócrates. Cuando Querefonte le contó esto a Sócrates, el filósofo quedó bastante perplejo. "¿Qué querrá decir el dios?", se preguntó. "¿Cuál podría ser la interpretación de este acertijo?". Sócrates sabía que no tenía sabiduría, ni poca ni mucha. Entonces, ¿qué habría querido decir un dios al afirmar que él era el más sabio de todos? Él sabía que los dioses no mentían y Querefonte juró haber transmitido la verdad. Además, en primer lugar, no ganaba nada mintiendo.

Después de una larga reflexión, Sócrates ideó un método para probar la profecía. Se dio cuenta de que si encontraba a alguien más sabio que él, podría ir al Oráculo de Delfos y decirle directamente a la profetisa: "Aquí hay un hombre más sabio que yo". Entonces, Sócrates fue a ver a un político que tenía reputación de sabio y charlaron. Sin embargo, después de hacerle algunas preguntas, se sorprendió al descubrir que el hombre pensaba que sabía, pero que en verdad no sabía nada. Repitió el experimento varias veces, pero se dio cuenta de que ni los artesanos ni los poetas sabían más que él sobre cosas que no fueran sus propios oficios de hacer jarrones o versos. Fue entonces cuando, en un momento de inspiración, Sócrates finalmente descifró el mensaje de los dioses.

Era considerado el hombre más sabio de todos no porque tuviera algún tipo de sabiduría que superara la de los demás, sino porque fue el único ser humano en darse cuenta de que solo Dios puede ser considerado sabio, y que, en comparación, la sabiduría de los humanos vale poco o nada. Las personas pensaban que sabían mucho cuando no sabían nada, pero Sócrates era más sabio que todos porque, al menos, él sabía que no sabía nada. En obediencia a Dios, se propuso como misión indagar en la sabiduría de cualquier persona, ciudadano o extranjero, lo suficientemente engreído para considerarse sabio. Haciéndoles simples preguntas dicotómicas, Sócrates demostraba que estos individuos solo eran hábiles oradores. Por simple que parezca, el método de Sócrates de examinar un argumento desde una posición de ignorancia fue realmente revolucionario.

Ironía socrática: escepticismo y dialéctica

Cuando Sócrates comenzó a hurgar en las creencias de la gente y a provocarlas con preguntas, un grupo de filósofos divergentes, hoy conocidos como sofistas, ganaban mucho dinero haciéndose pasar por educadores profesionales itinerantes de jóvenes atenienses. La mayoría de los sofistas se presentaban como especialistas en múltiples áreas del conocimiento, tan variadas como la filosofía, las matemáticas, la retórica y la música. Sócrates se propuso demostrar que los sofistas en realidad solo eran charlatanes irreligiosos que, en su mayoría, sabían manejar las palabras, pero nada más. Sócrates probablemente formuló su memorable aforismo de que lo único que sabía era que no sabía nada como un reproche irónico a la aparente versatilidad y polimatía de los sofistas.

A diferencia de ellos, Sócrates no estaba interesado en usar el debate para ganar dinero. Incluso, ni siquiera estaba interesado en ganar discusiones o impartir respuestas preconcebidas a otros. Su principal y única preocupación era realizar análisis adecuados. Sócrates fue el primer filósofo de la historia en darse cuenta de que resolver un problema es mucho menos importante que investigarlo adecuadamente. Por lo tanto, también fue el primero en comprender que las preguntas, si se formulan adecuadamente, pueden ser una parte fundamental de cualquier respuesta. Lo que yacía en el corazón de la filosofía de Sócrates no eran respuestas, sino preguntas. Como más tarde señalaría Aristóteles, prácticamente lo único que inventó Sócrates fue el razonamiento inductivo. Sin embargo, este simple método, que emplea un conjunto de preguntas críticas para verificar si las conclusiones se basan en premisas válidas, cambió para siempre la manera en la que pensamos sobre la verdad y el conocimiento.

En la práctica, el método socrático funcionaba de la siguiente manera. Sócrates, después de pedirle a su entrevistado que definiera una gran idea —por ejemplo, la idea de justicia—, le hacía varias preguntas relacionadas y exigía una respuesta breve y concisa, generalmente un "sí" o un "no", a cada una de ellas. De esta manera, luego de haber obtenido una serie de respuestas aparentemente inconexas, las comparaba y las "silogizaba" para demostrar que refutaban la definición original del encuestado.

El objetivo de Sócrates, quien, según admitió, jamás fue “maestro de nadie”, era únicamente analizar la falta de completitud de la definición propuesta, no ofrecer una nueva. No solo nunca aseguró entender la idea subyacente, sino que, además, afirmó que, por todo lo que sabía de antemano, sus preguntas podrían haber llevado a la confirmación en lugar de la refutación de la respuesta dada.

Las víctimas de Sócrates no se convencieron de nada de esto. En cambio, consideraron que su método era confuso y lo llamaron "astuto" por negarse a dar respuestas y por fingir saber menos de lo que realmente sabía. Curiosamente, la antigua palabra griega para denotar el sentido de "astucia" es una variante de la palabra "ironía", que originalmente significaba "hacer preguntas". Por lo tanto, Sócrates es responsable del origen de la concepción moderna de la ironía como la transmisión de un enunciado mediante palabras que expresan literalmente algo que contradice dicho enunciado.

Religión socrática: el gran giro

Según el famoso historiador cultural Will Durant, detrás del método socrático, “había una filosofía esquiva, tentativa, asistemática, pero tan real que, de hecho, el hombre murió por ella. A primera vista, no existe una filosofía socrática; pero esto se debe en gran medida a que Sócrates, aceptando el relativismo de Protágoras, se negó a dogmatizar y solo estaba seguro de su ignorancia". Ahora bien, este Protágoras que menciona Durant era un contemporáneo mayor que Sócrates que creó una gran controversia en la antigua Atenas cuando afirmó que el hombre era la medida de todas las cosas y que, en lo que respecta a los dioses, era imposible saber si existían o no. Sócrates fue quien realmente comprendió lo que en realidad quería decir Protágoras y, al hacerlo, se convirtió en el primer filósofo moral real en la historia de la humanidad.

Antes de Sócrates, la mayor parte de la filosofía era metafísica o cosmológica, ya que se ocupaba exclusivamente de grandes interrogantes como los orígenes del universo o la naturaleza fundamental de la realidad. Sócrates ni siquiera discutió tales temas. Por el contrario, sostuvo que cualquiera que perturbara su mente con problemas nebulosos como "la naturaleza del universo" era un impostor o un loco. Al igual que Confucio en China, Sócrates disfrutaba preguntándoles a sus seguidores si creían que su conocimiento sobre asuntos humanos era tan exhaustivo que estaban preparados para buscar nuevos campos para el uso de su cerebro y entrometerse en los asuntos de los dioses. Si respondían que sí, rápidamente demostraba el sinsentido señalando el absurdo y la inmoralidad de los relatos épicos convencionales de los dioses.

Sócrates insistía en que no sabía nada de los dioses. Según Jenofonte, él “siempre conversaba sobre asuntos humanos, indagaba en qué era lo piadoso e impío, lo bello y lo feo, lo justo e injusto; en qué era el coraje y la cobardía; en qué era una ciudad, un estadista y qué gobierno sobre los seres humanos podía ser considerado bueno y justo. Esta era la clase de problemas que Sócrates discutía con otras personas y él creía que solo el conocimiento sobre tales cuestiones podría convertir a una persona en alguien noble y piadoso, mientras que la ignorancia te transformaba en un esclavo irreverente". Aquí podemos observar la verdadera naturaleza de lo que los historiadores a veces denominan "religión socrática". Para Sócrates, el ascetismo, los rituales y los sacrificios no eran la esencia de nuestro servicio a los dioses; la sabiduría y la virtud moral lo eran. Lo bueno y lo santo, sostiene memorablemente en el diálogo de Platón "Eutifrón", no es bueno ni santo porque sea adorado por los dioses; al contrario, es adorado por los dioses porque es bueno y santo per se.

Ética socrática: la virtud es conocimiento

Al proponer que, en realidad, lo que es bueno no está determinado por los dioses, sino que ellos simplemente lo reconocen, Sócrates inició una revolución filosófica. Incluso en la actualidad, la mayoría de las religiones identifican ser bueno con ser devoto. En el cristianismo, simplemente obedecer los Grandes Mandamientos no basta: para entrar en el reino de los cielos, también debes aceptar a Cristo como tu salvador personal. "El que creyere y fuere bautizado, será salvo", dice Jesús en Marcos 16:16, "mas el que no creyere será condenado". Dicho de otra manera, la moral tiene bases sobrenaturales y los caminos de Dios se extienden más allá del entendimiento humano. Cuando Dios le pidió a Abraham que sacrificara a su único hijo, la tarea de Abraham no era cuestionar el mandato de Dios, sino simplemente obedecerlo. Después de todo, era un simple mortal. Solo Dios puede decidir qué es bueno y qué no.

Ahora bien, afirma Sócrates, eso no es precisamente correcto. Los dioses no pueden decidir qué es bueno y qué es malo: ellos simplemente saben más que los humanos y pueden discernir mejor entre ambos. Es decir, la bondad no proviene de los dioses; en realidad, su existencia precede a la de ellos. Los dioses son buenos no porque tengan algo que pueda describirse como “bondad”, sino porque lo saben todo y, por lo tanto, saben qué acción es buena y cuál es mala. Nuestro trabajo es seguir su ejemplo. Cuanto más sepamos sobre nosotros mismos y nuestras acciones, dice Sócrates, mejores seremos y más nos acercaremos a lo que son los dioses. Ni la piedad ni la virtud surgen de la fe; ambas son hijas de la sabiduría. Reformulando la frase del poeta inglés Alfred Tennyson, lo nuestro no es solo hacer y morir, sino, por el contrario, razonar el porqué.

Básicamente, para Sócrates, la moral y el conocimiento son una misma cosa. La única manera de hacer el bien en la vida es saber de antemano qué es el bien. Y la única forma de descubrir qué es el bien es a través del cuestionamiento y el razonamiento. Sin el conocimiento adecuado, la acción correcta es imposible; con él, es inevitable. "La virtud es conocimiento", insiste Sócrates, y agrega, como todo el mundo sabe, que "nadie obra mal voluntariamente". Actuar en contra del mejor juicio propio es imposible. Saber algo, realmente saberlo, es lo mismo que poseerlo por completo. Las personas que afirman saber cosas pero actúan en contra de ello, en verdad no saben nada sobre tales cosas. Si, por ejemplo, uno realmente creyera que Dios es todopoderoso y omnisciente, nunca haría nada para ofenderlo. Sin embargo, incluso los creyentes profesos fallan reiteradamente porque, en realidad, nadie sabe si hay un Dios o no. Las personas que dicen lo contrario no son inteligentes, sino deshonestas.

La muerte de Sócrates

Si el conocimiento es virtud, argumentó Sócrates, entonces la democracia debe ser un concepto fallido. “Es absurdo”, supuestamente dijo una vez, “nombrar a los funcionarios públicos por sorteo democrático, cuando nadie elegiría a un piloto, un constructor o un flautista por sorteo ni a ningún otro artesano, incluso para trabajos en los que los errores son mucho menos desastrosos que los errores del arte de gobernar". Gracias a este tipo de ideas, la mayoría de los ricos y políticos atenienses miraban a Sócrates con molestia y desconfianza. Después de todo, los que están en el poder siempre están a favor del statu quo. Sócrates era todo lo contrario. Creía firmemente que solo un gobierno elegido por medio del conocimiento y la capacidad podría salvar a Atenas. Tampoco tenía miedo de dar a conocer públicamente sus opiniones.

Un día del año 399 a. C., un rico y socialmente destacado político llamado Ánito convenció al poeta Meleto y al orador Licón para que presentaran cargos contra Sócrates "por corromper a los jóvenes y no creer en los dioses de la ciudad". Como relata Platón en su "Apología", el discurso de defensa de Sócrates en el juicio no fue en lo más mínimo conciliador. En vez de aceptar una multa económica, propuso que la ciudad, en cambio, le pagara a él por su valioso servicio. “No encontrarán fácilmente a otro como yo”, dijo, “porque soy una especie de tábano a quien Dios ha colocado en la ciudad. Y el Estado es como un caballo grande y noble, pero lento por su propio tamaño que necesita ser aguijoneado para revivir. Y entonces yo soy ese tábano que Dios le ha dado al Estado para despertarlos, persuadirlos y reprocharlos”.

Finalmente, como era de esperar, Sócrates fue condenado a muerte. Ni siquiera en ese momento se inmutó. “Hay una gran razón para esperar que la muerte sea buena”, dijo después de escuchar el veredicto, “porque o es un estado de inexistencia e inconsciencia total o, como dicen los hombres, es la migración del alma de este mundo a otro". Para Sócrates, ambas opciones eran grandes desenlaces. Si era la primera, según él, la eternidad sería como una noche de sueño tranquilo y pacífico, y las alegrías de los días terrenales eran incomparables con eso. Si era la segunda, entonces Sócrates estaba a punto de conocer a algunas de las personas más famosas de la historia y podría conversar con ellas por toda la eternidad. "¿Qué no daría un hombre si pudiera conversar con Orfeo, Hesíodo y Homero?", preguntó a los jueces. "No, si eso es cierto, prefiero morir una y mil veces".

Hubiera sido fácil escapar de la prisión ateniense. Critón, un viejo amigo de Sócrates, sobornó al guardia y le suplicó al filósofo que huyera de su celda. Sin embargo, Sócrates se negó. "Prometí obedecer las leyes de Atenas", le dijo a Critón, "y, de hecho, pretendo cumplir esta promesa". Según el diálogo de Platón "Fedón", Sócrates pasó las últimas horas en su celda entre sus discípulos conversando sobre la inmortalidad del alma y la función de la filosofía para liberarla de los confines del cuerpo. Después, tomó solemnemente el veneno mientras sus amigos se acongojaban junto a él sin poder hacer nada. “Critón, le debemos un gallo al dios Asclepio”, susurró Sócrates. “Por favor, págale y no descuides la tarea”. “Así se hará”, respondió Critón. "¿Necesitas que haga algo más?". No hubo respuesta.

El legado de Sócrates

"La fascinación perenne de Sócrates", escribe Christopher Charles Taylor en la Enciclopedia de Filosofía de la editorial Gale, "no se debe tanto a doctrinas específicas como a la descripción que hace Platón de él como el modelo de una vida filosófica, es decir, una vida dedicada a sostener sus argumentos a dondequiera que estos pudieran conducirlo, incluso cuando, de hecho, lo condujeron a la adversidad, la pobreza, la condena judicial y la consecuente muerte. La descripción de Platón de cómo Sócrates vivió para la filosofía, de todas maneras, lo hizo inmortal; la forma en la que presentó su muerte por esa causa le ha otorgado un estatus único en su historia”. Los diálogos de Platón, coincide Richard Robinson, "hicieron de Sócrates el mártir principal de la razón, así como los evangelios hicieron de Jesús el mártir principal de la fe".

De hecho, Sócrates logró más conversos a su filosofía con su impecable vida y su gloriosa muerte que con sus palabras y argumentos. “A través de sus alumnos”, escribe Will Durant, “las múltiples ideas de su pensamiento se convirtieron en la sustancia de todas las principales filosofías de los siguientes dos siglos. El elemento más poderoso de la influencia de Sócrates fue su ejemplo de vida y muerte. Se convirtió para la historia griega en un mártir y un santo, y cada generación que buscó un ejemplo de vida sencilla y pensamiento valiente regresó para nutrir sus ideales con su memoria”. “No está a mi alcance olvidar o, al recordar, abstenerme de alabar al hombre cuando contemplo su carácter noble y sabio”, escribió Jenofonte. “Y si, entre aquellos que hacen de la virtud su objetivo, alguien ha estado en contacto con un alguien mejor que Sócrates, considero a ese hombre digno de ser llamado el más afortunado".

Más de dos milenios después de Sócrates, probablemente pensando en él, el existencialista danés Søren Kierkegaard escribió que, si uno quisiera conocer a un verdadero filósofo, sería mucho mejor buscar alrededor de chimeneas, en tiendas de artesanías o en plazas públicas que en escuelas o universidades. Friedrich Nietzsche, haciéndose eco de la misma convicción, comentó memorablemente que solo los filósofos que enseñan con el ejemplo pueden ser dignos de respeto. Sócrates es ampliamente considerado no solo el primero, sino también el más famoso defensor de esta idea, es decir, que la filosofía no es algo que se enseña a través de las palabras, sino algo que se demuestra a través de las acciones. Como argumento a favor de este punto de vista, no nos dejó ni libros ni manuscritos. Sin embargo, nos dejó algo mucho más valioso: su propia vida.

Fuentes

Fuentes antiguas

Todas disponibles en varias traducciones al inglés; a continuación, links de Loeb.

  1. Aristotle. Metaphysics.
  2. Diogenes Laërtius, “Plato,” Lives of Eminent Philosophers.
  3. Pausanias, Description of Greece.
  4. Plato, Apology
  5. Plato, Crito.
  6. Plato, Euthyphro.
  7. Plato, Laches.
  8. Plato, Letters
  9. Plato, Phaedo.
  10. Plato, Phaedrus.
  11. Plato, Symposium.
  12. Xenophon, Apology of Socrates.
  13. Xenophon, Memorabilia.

Fuentes modernas

  1. Vitomir Mitevski, Socrates (Skopje: Matica, 2008) [Витомир Митевски, Сократ (Скопје: Матица, 2008)].
  2. C. C. W. Taylor, “Socrates,” in: Encyclopedia of Philosophy, Vol. IX [Donald M. Borchert, ed.], 2nd edn (Gale, 2006), pp. 105-114.
  3. Will Durant, “Socrates (1452-1482),” in: The Story of Civilization, Vol. II: The Life of Greece (New York: Simon & Schuster, 1961), pp. 364-373.
  4. Richard Robinson, “Socrates (469-399 BC),” in: The Concise Encyclopedia of Western Philosophy (Jonathan Rée and J. O. Urmson, eds.), 3rd edn (London and New York, Routledge, 2005), pp. 358-361.
  5. “Socrates: The Life Which Is Unexamined Is Not Worth Living,” in: The Philosophy Book (New York: DK), pp. 46-49.

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