La vida de Marie Curie - Reseña crítica - 12min Personalities
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La vida de Marie Curie - reseña crítica

La vida de Marie Curie Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
12min Personalities

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: 

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 

Editorial: 12min Originals

Reseña crítica

A fines de octubre de 1911, Ernest Solvay, un adinerado químico y filántropo belga, organizó un seminario de física sobre la "radiación y los cuantos" en Bruselas, su ciudad natal, al que solo se podía asistir con invitación. La conferencia, ampliamente considerada la primera en la historia de la ciencia moderna, fue presidida por el físico holandés Hendrik Lorentz. Asistieron a ella 18 de los más destacados científicos e inventores del mundo, incluidos Albert Einstein, Henri Poincaré, Max Planck, Ernest Rutherford y Paul Langevin.

Aunque en ese momento rara vez las mujeres podían obtener un título universitario en Europa, esta legendaria reunión contaba con la presencia de una mujer. Su nombre era Marie Curie. Al día siguiente de la conferencia, se vio envuelta en un gran escándalo sexual y, tres días después, el día de su cumpleaños número 44, se convertiría en la primera persona en la historia en ganar un segundo Premio Nobel. Hasta el día de hoy, es la única persona que ha recibido el codiciado premio en dos campos científicos diferentes, el de física en 1903 y el de química en 1911. Lo que sigue es su notable historia.

Una prodigio en una familia de prodigios

Maria Salomea Skłodowska, mejor conocida como Marie Curie y afectuosamente apodada Manya, nació el 7 de noviembre de 1867 en Varsovia, en la Polonia dominada por Rusia. Fue la quinta y última hija de dos reconocidos maestros, Bronisława y Władysław Skłodowski. Poco después de su nacimiento, su madre comenzó a experimentar los primeros síntomas de tuberculosis, una enfermedad incurable y altamente contagiosa. Como resultado de este diagnóstico, por mucho que Bronisława amara a su hija, nunca pudo abrazarla, y mucho menos besarla. Es posible que la falta de contacto físico que experimentó Maria en su infancia la haya marcado de por vida. De hecho, a medida que crecía, le resultaba cada vez más difícil estar físicamente cerca de las personas.

Maria tenía un hermano cuatro años mayor llamado Józef y tres hermanas mayores: Zofia (apodada Zosia), Bronisława (llamada así por su madre y apodada Bronia) y Helena (apodada Hela). En 1874, tanto Zosia como Bronia contrajeron tifus, enfermedad que había estado presente en Polonia desde las invasiones napoleónicas a principios de siglo. Con el tiempo, Bronia se recuperó, pero Zosia, la mayor de los hermanos Skłodowski, "el orgullo y la alegría de su madre", murió en 1876, a la temprana edad de 14 años. Solo dos años después, el 9 de mayo de 1878, con tan solo 42 años, Bronisława sucumbió a su infección de tuberculosis. Después de la muerte de su madre y enojada con Dios por permitir que les sucedieran cosas tan malas a las personas que ella más amaba en el mundo, Manya rechazó por completo a la religión. Ni siquiera había llegado a la adolescencia y ya se había declarado orgullosamente atea.

Sin embargo, Maria Skłodowska siempre había sido una niña precoz e inmensamente dotada. Las cosas le resultaban fáciles. En la escuela, el Gymnasium Número Tres, podía memorizar fácilmente poemas polacos y largos pasajes en francés, alemán y ruso, y se desempeñaba aún mejor en matemáticas y física, sus materias favoritas. Aunque era más joven que sus compañeros, cuando se graduó, recibió una medalla de oro.

Liberación: el plan de las hermanas Skłodowski

Maria Skłodowska terminó sus estudios secundarios con tan solo 15 años. La presión de tener éxito académico, combinada con la muerte de su madre y de Zosia, le pasaron factura poco después del día de su graduación. El cansancio del desarrollo y el estudio la obligaron a tomarse un descanso de casi un año en las fincas de sus tíos. Luego, regresó con su padre a Varsovia con la esperanza de convertirse en maestra. Pero, debido a las "circunstancias familiares", tuvo que cambiar su camino. Su padre, ya anciano y exhausto, necesitaba descansar, pero su fortuna era demasiado modesta para permitírselo. Entonces, con el fin de ayudarlo, María decidió aceptar un trabajo como institutriz para la familia de un abogado de Varsovia.

Tanto el empleo como los empleadores le resultaban insoportables. En una carta que le envió a un primo, los describió como los "típicos ricos que se hacen pasar por progresistas, cuando en realidad están sumergidos en la más oscura estupidez". Después de unos meses, Maria cortó la relación con ellos. Afortunadamente, para ese entonces, junto a su hermana Bronia, habían planeado algo que podría permitirles recibir la educación universitaria con la que siempre habían soñado y a la que no habían podido acceder en Polonia debido a su género.

El plan de Maria y Bronia iba a funcionar como una carrera de relevos. Primero, Maria encontraría otro trabajo como institutriz (esta vez fuera de Varsovia), viviría con lo mínimo y ahorraría la mayor parte de su salario para ayudar a su padre y a Bronia. Mientras tanto, Bronia se marcharía a París, utilizaría sus ahorros para pagar el viaje y dependería de la ayuda de su hermana para estudiar. Después de terminar sus estudios de medicina y establecerse en su profesión en Francia, Bronia ayudaría a Maria.

En el invierno de 1886, Maria, de 18 años, partió de Varsovia hacia la casa solariega de la familia Zorawski, a unas 50 millas al norte, en un lugar llamado Szczuki. Allí permaneció durante los siguientes cinco años. En 1890, Bronia se graduó como ginecóloga obstetra en la Sorbona. Poco después, se casó con su colega médico Kazimierz Dłuski. Bronia mantuvo su parte de la promesa y no tardó en ofrecerle hospitalidad a su hermana. Como resultado, a principios de noviembre de 1891, Maria Skłodowska finalmente se matriculó como estudiante de física en la Sorbona con 24 años.

Mlle. Marie Skłodowska y la educación de una mujer del siglo XIX

Maria ya era una adolescente cuando en Francia, finalmente, se decidió permitirles a las mujeres recibir educación secundaria y universitaria. Casi al mismo tiempo, la matemática rusa Sofia Kovalevskaya se convirtió en la primera mujer en la Europa moderna en obtener un doctorado en matemáticas, título que logró en la Universidad de Göttingen, Alemania. Ella no pudo obtener un título similar en su país natal ya que, en 1867, año de nacimiento de Maria, el gobierno ruso rechazó la petición para que las mujeres fueran admitidas en las universidades.

Ese rechazo afectaría directamente a Maria, ya que durante la mayor parte de su vida, su ciudad natal de Varsovia fue parte de una organización política conocida como Zarato de Polonia, un estado semiautónomo bajo una unión personal con el Imperio Ruso. Como la educación superior oficial le estaba prohibida debido a su género, incluso antes de partir a París, Maria prometió educarse a sí misma lo mejor que pudiera. Cuando todavía era una adolescente, estudió clandestinamente en la Universidad Flotante, una institución patriótica polaca de educación superior que admitía estudiantes mujeres. Los informes contemporáneos afirman que la Universidad Flotante les proporcionó a los intelectuales polacos un foro en el que podían discutir nuevas ideas radicales como el marxismo, el positivismo, y la liberación y unificación de su país natal. Sin embargo, esta "pequeña institución parroquial" no podía proporcionarles laboratorios, títulos o incluso un futuro prometedor a sus estudiantes informales.

Las cosas eran muy diferentes en la Sorbona. En comparación con la "estricta supervisión" del Gymnasium Número Tres y las actividades clandestinas de la Universidad Flotante, la Sorbona parecía un refugio, un santuario para la mente curiosa y científica de Maria. En 1893, se licenció en física y quedó primera en su clase. A finales del siguiente año se licenció en matemáticas, y obtuvo así su segundo título. Sin embargo, el nombre que aparecía en las líneas punteadas de sus dos diplomas no era su nombre de nacimiento, sino una versión ligeramente afrancesada: Mlle. Marie Skłodowska.

El arte de la colaboración: Pierre y Marie Curie

Pierre Curie fue uno de los físicos más aclamados del fin de siècle en París. En la primavera de 1894, un colega polaco le presentó a “una brillante, aunque pobre, estudiante” que buscaba desesperadamente un laboratorio para trabajar en su primer proyecto de investigación sobre las propiedades magnéticas de distintas aleaciones de acero. En ese momento, Pierre estaba trabajando en su tesis doctoral que, casualmente, también trataba sobre el magnetismo. Se ofreció a buscarle un espacio en la universidad de París, donde trabajaba como profesor.

A pesar de la poderosa primera impresión que Pierre dejó en Marie, ella no tuvo expectativas de un romance inminente. Unos años antes, en aras de dedicarse a tiempo completo a su investigación, ella había jurado no casarse jamás. Con respecto al amor y el matrimonio, Pierre no pensaba diferente. Después de la repentina muerte de la joven de la que él había estado enamorado, Pierre prometió vivir como un sacerdote. Fue una fortuna para la humanidad que el destino tuviera planes muy diferentes.

Con el tiempo, la pasión que Marie y Pierre compartían por la ciencia los acercó cada vez más y, finalmente, comenzaron a desarrollar sentimientos el uno por el otro. Ella estaba fascinada por la claridad y sencillez de sus ideas científicas; él, a su vez, quedó cautivado por la curiosidad, agallas y auténtica fuerza de voluntad que ella tenía. Según un biógrafo moderno, “Marie era decidida y enfocada, mientras que Pierre era creativo y soñador. Ambos eran idealistas, pero ponían en práctica su idealismo de diferentes maneras. El idealismo de Marie le exigía que regresara a Polonia para contribuir con el espíritu nacionalista. Las esperanzas de Pierre residían en que Marie regresara a París para casarse con él".

De hecho, Marie rechazó la primera propuesta de matrimonio de Pierre. Ella insistía en que, desde una perspectiva más abarcativa, el futuro de Polonia era más importante que su felicidad personal. Entonces, justo después de obtener su segundo título en matemáticas, en el verano de 1894, Marie abandonó París y a Pierre sin la mínima promesa de regresar. Sin embargo, Pierre no se daría por vencido tan fácilmente.

Finalmente, la perseverancia de Pierre triunfó sobre las dudas de Marie. El 26 de julio de 1895, en el Ayuntamiento de Sceaux, contrajeron matrimonio en una sencilla ceremonia no religiosa en la que ni siquiera intercambiaron anillos. El proceso de afrancesamiento de Maria Skłodowska se había completado: se convirtió oficialmente en Marie Curie. Dos años más tarde, Marie y Pierre tuvieron a su primera hija, Irène. En esta atmósfera eufórica, los Curie dirigieron su atención a las misteriosas emisiones de uranio recientemente descubiertas por su colega Antoine Henri Becquerel.

Rayos X, rayos Becquerel y sales de uranio

La radiación espontánea, como muchos otros hallazgos científicos, se descubrió accidentalmente. La historia comienza el 8 de noviembre de 1895, cuando el ingeniero mecánico alemán Wilhelm Röntgen produjo y detectó la existencia de rayos X, lo que dejó atónito al mundo científico. En ese momento, el físico francés Henri Becquerel estaba investigando la fosforescencia, es decir, la capacidad de ciertas sustancias de brillar en la oscuridad después de ser expuestas a la luz. El descubrimiento de Röntgen le dio a Becquerel una idea interesante. Quizás, supuso, los minerales fosforescentes podrían producir rayos X por sí mismos. Para probar esta teoría, puso sales de uranio encima de una placa fotográfica envuelta en papel negro grueso y expuso el experimento al sol. Para ver si los metales bloquearían los rayos del sol, también colocó una fina cruz de cobre entre el mineral y el papel.

El experimento fue un éxito: la placa se oscureció y apareció el patrón de la cruz en la placa. Becquerel quería repetir el experimento al día siguiente solo para asegurarse de que su hipótesis había sido confirmada, pero no pudo hacerlo porque el día estaba nublado. Entonces, guardó el experimento en un cajón oscuro y continuó su vida como era habitual. Mientras tanto, esperaba que llegara un día más soleado para continuar el experimento. Cuando llegó ese día y sacó las sales de uranio y la placa fotográfica de su cajón, Becquerel se sorprendió al descubrir que, incluso sin luz solar, la placa se había oscurecido dejando la marca de la cruz. Concluyó que debía ser el mineral el que causaba la reacción, o más precisamente el uranio en la mezcla. Así, Becquerel descubrió un nuevo y excitante fenómeno natural: la radiactividad.

Sin embargo, por aquellos días, los científicos creían que los átomos eran indivisibles, por lo que Becquerel no podía entender la verdadera causa de lo que había observado. Incluso después de sus experimentos, sentía que la “emisión espontánea de rayos” del uranio debía estar relacionada con alguna reacción a nivel molecular, íntimamente vinculada con el fenómeno de la fosforescencia, que era lo que más le interesaba. Marie Curie, que en ese momento buscaba un tema para su tesis doctoral, teorizó correctamente que la emisión no podía deberse a ningún tipo de interacción molecular, sino que debía ser el resultado de algo proveniente del propio átomo. Esa idea era muy inusual a fines del siglo XIX, ya que suponía algo bastante radical: que debían existir partículas más pequeñas que el átomo.

Curie puso a prueba su hipótesis analizando sistemáticamente cada uno de los 80 elementos conocidos hasta ese momento. Su idea era ver si alguno de ellos, como el uranio, emitía "rayos Becquerel" y descubrir si emitirían estos rayos por sí mismos. Para lograrlo, Marie utilizó una innovadora técnica ideada con la ayuda de su esposo. Quince años antes, Pierre y su hermano Jacque habían desarrollado una versión temprana del electrómetro, un dispositivo sensible para medir corrientes eléctricas. Sabiendo que el uranio causaba conducción de electricidad en el aire, Marie decidió utilizar el electrómetro para comprobar si otros elementos producían el mismo efecto. Marie se sorprendió al descubrir que los compuestos de torio eran capaces de “electrificar” el aire circundante al igual que las sales de uranio. Sin embargo, lo que descubrió a continuación fue mucho más importante, tanto que hizo temblar los cimientos de la física del siglo XIX.

Expansión de la tabla periódica: polonio y radio

Para establecer sus prioridades, apenas Marie Curie hubo identificado que el torio era otro elemento radioactivo, se apresuró a compartir sus hallazgos con el mundo. El 12 de abril de 1898 presentó un paper escrito de manera informal ante la Academia Francesa en el que describía brevemente su investigación y su descubrimiento del torio. Durante la presentación, se enteró de que dos meses antes, en Berlín, un científico alemán llamado Gerhard Carl Schmidt ya había demostrado la capacidad del torio para emitir “rayos Becquerel”. Sin embargo, el paper de Marie contenía un párrafo de suma importancia que, en ese momento, debió haber sido incomprensible tanto para Marie como para la Academia. En ese párrafo, sin ponerle demasiada atención, Marie señaló que había un compuesto del uranio llamado pechblenda que parecía electrificar el aire circundante mucho más que el propio uranio. Marie finalizó el párrafo escribiendo: "Este hecho es muy notable y conduce a la creencia de que este mineral puede contener un elemento mucho más activo que el uranio".

"Un apasionado deseo de corroborar esa hipótesis lo más rápido posible" se apoderó de Marie y regresó de inmediato al laboratorio para probarla. Al ver la importancia de los hallazgos de su esposa, Pierre se unió a Marie en la búsqueda de este nuevo elemento. Juntos, trabajando en un viejo cobertizo de madera con goteras, idearon un nuevo método de investigación química llamado cristalización fraccionada. Era una técnica tediosa basada en el hecho de que diferentes sustancias en la misma solución forman cristales a diferentes temperaturas. Al hervir y enfriar gradualmente grandes cantidades de soluciones de pechblenda, los Curie pudieron descartar progresivamente los cristales de todos los diferentes componentes de la pechblenda hasta alcanzar los de mayor actividad.

Mientras descartaba los cristales de la pechblenda, Marie confirmó que la cantidad de radiación de una sustancia solo dependía de la cantidad de sustancia presente. Por lo tanto, demostró que la radiación debía provenir del propio átomo y no de la interacción entre diferentes moléculas. Este descubrimiento abrió el camino para formular un nuevo modelo de átomo en el primer cuarto del siglo XX. Mientras tanto, los Curie descubrieron que algunos elementos de la pechblenda eran cientos de veces más activos que el uranio. En julio de 1898, anunciaron la existencia de una nueva sustancia radioactiva que Marie denominó “polonio” en memoria de su país natal. En ese mismo paper y por primera vez en la historia, utilizaron la palabra "radioactividad" para describir esta extraña propiedad atómica recién descubierta.

Marie creyó que el descubrimiento del polonio sería su contribución científica más significativa. Sin embargo, a fines de 1898, ella y Pierre descubrieron algo incluso más significativo. Luego de darse cuenta de que la solución de pechblenda seguía siendo extremadamente radioactiva incluso después de deshacerse del polonio, ambos se percataron de que el mineral debía contener otra sustancia radioactiva. Los Curie hicieron público el descubrimiento de la existencia de esa sustancia en la Navidad de 1898 y la llamaron "radio" por el término latín radius. Demostraron que el radio era al menos tres veces más radioactivo que el polonio y casi mil veces más radioactivo que el uranio. Más importante aún, el radio tenía isótopos más estables que podrían ser utilizados de diversas maneras, especialmente en el campo de la medicina. No fue el polonio, sino el radio lo que le otorgó a Curie su inmediata y eterna fama.

“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”

En diciembre de 1903, la Real Academia de las Ciencias de Suecia les otorgó a Pierre Curie, Marie Curie y Henri Becquerel el Premio Nobel de Física, "en reconocimiento a los extraordinarios servicios que han prestado mediante su investigación conjunta sobre los fenómenos de radiación". En ese momento, los Curie estaban demasiado ocupados y enfermos para aceptar el premio. Cuando finalmente, en 1905, fueron a Estocolmo, Pierre Curie dio una famosa conferencia en la que se preguntó proféticamente si el descubrimiento del radio y la radioactividad sería más dañino que beneficioso para la humanidad. Aunque en aquel momento pudo no haberse entendido del todo lo que dijo, los experimentos seminales de Pierre con radio y ratones lo convencieron de que los elementos radioactivos podían tener efectos destructivos en el tejido animal e incluso causar distintas formas de cáncer.

Después de haber sido ignorado y rechazado en varias oportunidades, en 1904, antes de que naciera la segunda hija de la pareja, Ève, desde la Sorbona le ofrecieron un cargo a Pierre. Pierre aceptó la cátedra con una condición: la Universidad debía proporcionarles a él y su esposa un laboratorio adecuado. Finalmente, la Universidad cedió y acordó darles el laboratorio luego de dos años. Ese sería su primer laboratorio real. Por desgracia, Pierre apenas pudo pisar el lugar, ya que el 19 de abril de 1906, mientras caminaba por la Rue Dauphine bajo una intensa lluvia, resbaló frente a un carro tirado por caballos que lo atropelló, y murió en el acto.

Marie estaba devastada. Durante algunos meses guardó la ropa ensangrentada de su marido en un cajón envuelta en papel impermeable. El 13 de mayo de 1906, la Sorbona le ofreció el puesto de Pierre a Marie. Ella lo aceptó de mala gana y con el único objetivo de crear un laboratorio digno de la memoria de su marido. Ni siquiera pudo alegrarse por haberse convertido en la primera profesora mujer de la Universidad, ni por ser la primera persona en la historia de la física en impartir un curso sobre radiactividad. Marie comenzó su primera clase en la Sorbona con la misma frase con la que Pierre Curie había concluido su última charla. Fue un momento conmovedor que hizo llorar a la audiencia.

A pesar de haber identificado correctamente la existencia de radio, nunca lograron aislarlo y no podían producir más de 0,1 g del cloruro de radio compuesto a partir de una tonelada métrica de pechblenda. Marie se comprometió a aislar el radio en su forma pura y a ser la primera persona en medir su peso atómico. En septiembre de 1910, con la ayuda del químico André-Louis Debierne, finalmente logró cumplir esta tarea y, poco después, definió el primer estándar internacional para las emisiones radiactivas, que consistía en la cantidad de emanación de radio en equilibrio con un gramo de radio. Desde entonces, el estándar se ha redefinido para reflejar cálculos más precisos, pero su nombre original, en honor a Marie y Pierre, se mantiene hasta el día de hoy: curie.

“Una rompehogares, judía y extranjera”

A pesar de los innegables logros de Marie Curie y su fama internacional como científica, cuando surgió la oportunidad de ser elegida la primera mujer miembro de la Academia Francesa de Ciencias, la prensa de derecha lanzó una campaña incriminatoria contra ella. La tacharon de extranjera y atea. La Academia, en lugar de elegirla a ella para esa vacante, eligió a otro candidato, Édouard Branley. La decepción que sintió Marie fue tan grande que juró no volver a presentarse como miembro de la Academia.

Unos meses después de ese fiasco, Marie fue honrada con una invitación al Congreso inaugural de Solvay en Bruselas. Allí, tuvo la posibilidad de socializar con algunas de las mentes más brillantes de la historia y participó de largas discusiones con Ernest Rutherford y Albert Einstein sobre la naturaleza de la radioactividad y la desintegración de los rayos beta. El 4 de noviembre, al día siguiente del Congreso, uno de los periódicos más famosos de París, Le Journal, publicó un artículo en primera plana con el titular: "Una historia de amor: Madame Curie y el profesor Langevin". El escándalo fue enorme.

El problema era que Paul Langevin era un hombre casado y había sido alumno de Pierre Curie. Su exesposa, Jeanne, había encontrado algunas cartas entre él y Marie y amenazó con entregárselas a los periódicos a menos que Paul aceptara renunciar a la custodia de los hijos y pagarle 1.000 francos mensuales como manutención. Como Paul se negó, Jeanne corrió a las oficinas de L'Oeuvre, un semanario mordaz de derecha. Aunque las cartas no contenían nada explícito, estaba claro que algo sucedía entre Marie y Paul. Además, en una de las cartas, Marie le aconsejaba a Paul que dejara a su esposa.

En medio del alboroto generado en torno a este escándalo, el Comité Nobel anunció que Marie Curie había ganado el Premio Nobel de Química de 1911 por su descubrimiento y estudio del polonio y el radio. A pesar de ser humillada por la prensa a diario, Marie se mostró confiada y asertiva durante su discurso de aceptación en Estocolmo, en el cual utilizó la primera persona mucho más de lo normal. Marie dijo ante la Academia Sueca: “La historia del descubrimiento y aislamiento de esta sustancia le han aportado pruebas a mi hipótesis, según la cual la radioactividad es una propiedad atómica de la materia y puede proporcionar un método de investigación para nuevos elementos. Además, en cuanto a la tarea de aislar el radio como una sal pura, yo fui la única persona que la emprendió". Tampoco olvidó señalar que fue ella quien acuñó las palabras "radioactivo" y "radioactividad". Con la preocupación de que la posteridad la recordase, injusta e incorrectamente, como “una rompehogares, judía y extranjera”, Marie se aseguró de ser recordada también como una científica brillante.

Para el beneficio de toda la humanidad: muerte y legado

Un mes después de recibir su segundo premio Nobel, Marie Curie fue hospitalizada con depresión y una enfermedad renal. Pasó los siguientes dos años evitando la vida pública. Estaba tan decepcionada por el trato que había recibido en Francia que hasta llegó a considerar regresar a Varsovia, donde, en 1913, fundaron un instituto con su nombre. Sin embargo, finalmente decidió quedarse en París, porque se prometió a sí misma conseguir de alguna manera los fondos necesarios para crear un instituto dedicado exclusivamente a la ciencia de la radioactividad. Marie Curie, decidida como siempre, logró convencer a la Universidad de París para que creara el Institut du radium en una nueva calle en honor a su esposo, la Rue Pierre Curie. 

Desafortunadamente, el Instituto no se utilizó como laboratorio por más de cuatro años, ya que, el mismo día de su fundación, estalló la Primera Guerra Mundial en Europa. Durante la guerra, Curie dedicó la mayor parte de su tiempo a equipar vehículos con aparatos de rayos X para asistir a personas enfermas. Esos vehículos, que se conocieron en la zona de guerra como los "pequeños Curie", salvaron miles de vidas. Después de la guerra, Marie resumió sus experiencias en un libro titulado "Radiologie et la guerre" (“La radiología y la guerra”) y escribió una biografía de su difunto esposo titulada "Pierre Curie". Mientras tanto, el Institut du radium se convirtió en la principal institución de este tipo en el mundo y con el tiempo produjo cuatro nobeles. Uno de los galardonados fue la hija de Marie, Irène Joliot-Curie, así como su yerno, Frédéric Joliot-Curie. Ambos compartieron el Premio Nobel de Química de 1935 por el descubrimiento de la radioactividad artificial.

Sin embargo, Marie no tuvo la oportunidad de felicitarlos, ya que el 4 de julio de 1934, después de años de mala salud, murió de anemia aplásica, probablemente  causada por la prolongada exposición al radio. En su mente, sin embargo, esto era un sacrificio necesario para la humanidad y el progreso. Fue por este tipo de convicciones que ella y Pierre nunca patentaron sus descubrimientos ni se arrepintieron de ello, ni siquiera después de enterarse que otros se habían enriquecido con sus esfuerzos.

Con la firme convicción de que la ciencia era para el beneficio de toda la humanidad, Marie dedicó su vida entera a la ciencia, a tal punto que a veces, inmersa en sus investigaciones, olvidaba comer. Un año después de su muerte, Albert Einstein la describió como una hermosa y brillante mente, y le atribuyó sus logros a su intuición y, aún más, a su obstinación en las circunstancias más difíciles posibles. 

No es de sorprender que, incluso en la actualidad, cuando pensamos en una científica famosa, el nombre de Marie Curie venga a nuestras mentes. En cuanto a todos esos periodistas que intentaron dañar su reputación con odio, como señaló recientemente un ensayista búlgaro moderno, "nadie los conoce y todos los deploran".

Fuentes

Fuentes principales

  1. Marilyn Bailey Ogilvie, Marie Curie: A Biography (London: Greenwood Press, 2004).
  2. Susan Quinn, Marie Curie: A Life (New York: Simon and Schuster, 1995). 
  3. Marie Curie, “Autobiographical Notes,” in: Pierre Curie [Translated by Charlotte and Vernon Kellogg] (New York: Macmillan, 1923).

Otras fuentes

  1. Marie Curie and the Science of Radioactivity,” American Institute of Physics.
  2. “Marie Curie,” in: Encyclopedia of World Biography, ed. Paula K. Byers, Suzanne M. Bourgoin, and Neil E. Walker, 2nd edn (Gale, 1998), Vol. IV, pp. 339-341.
  3. “Pierre Curie,” in: Encyclopedia of World Biography, ed. Paula K. Byers, Suzanne M. Bourgoin, and Neil E. Walker, 2nd edn (Gale, 1998), Vol. IV, pp. 341-344.
  4. Adam Hart-Davis et al., “Radiation Is an Atomic Property of the Elements,” in: The Science Book (DK, 2014), pp. 190-5.
  5. Norbert Straumann, “On the first Solvay Congress in 1911,” The European Physical Journal H (October 22, 2011); arXiv:1109.3785.
  6. Gérard P. Michon, “Solvay Conferences,” Numericana.com.
  7. An Introduction to the Solvay Conferences on Physics,” Université PSL.
  8. Maria Popova, “Don’t Heed the Haters: Albert Einstein’s Wonderful Letter of Support to Marie Curie in the Midst of Scandal,” Brain Pickings.

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