La vida de Ludwig van Beethoven - Reseña crítica - 12min Personalities
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La vida de Ludwig van Beethoven - reseña crítica

La vida de Ludwig van Beethoven Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
12min Personalities

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: 

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ISBN: 

Editorial: 12min Originals

Reseña crítica

Ludwig van Beethoven, el mejor compositor de todos los tiempos, es indiscutiblemente mejor conocido por su intensificación de la forma sinfónica. Lo que sigue es un vívido retrato de su vida y su obra en cuatro movimientos biográficos, tres intermezzos musicales, una conmovedora carta escrita a mano y un grandioso finale.

Familia e infancia (1770-1784)

Ludwig van Beethoven sostuvo hasta sus 40 años que había nacido en el año 1772. Sin embargo, en su certificado de bautismo está asentado que su año de nacimiento fue 1770. Dado que solo se conserva el registro oficial de bautismo, su fecha de cumpleaños es una conjetura.

Beethoven fue criado en uno de los barrios más pobres de Bonn. Era un niño rudo y rebelde que, a diferencia de Joseph Haydn o Wolfgang Amadeus Mozart, no dio indicios a temprana edad de poseer un genio extraordinario para el arte de la música. De hecho, según varios testigos, no mostró ningún tipo de deseo instintivo por la música. Sin embargo, es de suponer que su padre, Johann, había visto algunos indicios, porque comenzó a obligar a su hijo desde la infancia a tomar lecciones de piano.

Johann era severo e injusto, y tenía la ambición de convertir a su hijo en un prodigio como Mozart a pesar de las desgarradoras protestas y lágrimas del niño. Esa tortura, de cierta forma, dio sus frutos. A los 8 años, Ludwig dio una actuación en un concierto público en Bonn y, aparentemente, fue muy aclamado. Cuatro años más tarde, se convirtió en el más prometedor virtuoso del piano.

Beethoven y Mozart (1784-1787)

A los 14 años, a pesar de ser alabado por su talento en el piano, Beethoven fue contratado para tocar la viola en el grupo de Max Franz a cambio de un salario de aproximadamente $3800 dólares por año, en dinero de hoy. En 1785, en un informe para el Elector (un miembro del colegio electoral de la época), Ludwig, de 15 años, fue descripto como un chico "de una capacidad inmensamente buena, [...] de buen comportamiento, tranquilo y muy pobre". Amado por su talento y carácter, en 1787, Beethoven recibió permiso y fondos de Max Franz para hacer un viaje a Viena y recibir más instrucción en composición musical.

El primer suceso significativo en la vida de Beethoven, su visita a Viena, duró poco más de tres meses. Poco después de su llegada a Viena, Beethoven fue recibido nada menos que por su ídolo musical: Mozart. Con 17 años, después de recibir frías expresiones de admiración por la primera composición que interpretó, la cual Mozart pensó que era una obra maestra previamente preparada, Ludwig le rogó al famoso compositor que le diera un tema para improvisar una interpretación. Consiguió uno. Y luego, escribió Otto Jahn: “Beethoven tocó con un estilo tan impresionante que Mozart, cuya atención e interés crecían cada vez más, finalmente se dirigió en silencio a unos amigos que estaban sentados en una sala anexa y les dijo enfáticamente: 'No pierdan de vista a ese chico. Algún día le dará al mundo de qué hablar'".

Beethoven y Haydn (1787-1792)

Independientemente de cómo se hayan conocido, al parecer Mozart se interesó por Beethoven, e incluso quizás le haya dado algunas lecciones de piano al adolescente. Desafortunadamente, su tiempo juntos fue interrumpido por dos trágicos eventos. El primero ocurrió el 28 de mayo de 1787 cuando Leopold, padre de Mozart, falleció; y el segundo, apenas una semana después, cuando Beethoven recibió la noticia de la grave enfermedad de su madre.

Después de tres meses en Viena, para el joven Ludwig, Bonn parecía poco más que una ciudad provinciana. Afortunadamente, poco después de su regreso, un noble conde alemán llamado Ferdinand von Waldstein fue admitido en la corte electoral de Bonn. Waldstein notó el talento de Beethoven desde el principio y decidió convertirse en uno de sus primeros mecenas. En una ocasión, después de visitarlo en su pobre habitación, le regaló al joven músico un piano nuevo. En ese momento, dado que, por su orgullo, Beethoven se negaba a recibir ayuda monetaria de todos excepto de la Corte, Waldstein comenzó a enviarle ocasionalmente dinero de regalo fingiendo que en realidad provenía de Max Franz.

El mes siguiente, más exactamente el día de Navidad, Joseph Haydn, el segundo mejor compositor de Europa después de Mozart, pasó por Bonn de camino a Londres para disfrutar de una de sus Misas. Luego, en una cena, ante la insistencia del conde Waldstein, Max Franz le presentó Beethoven a Haydn, tal vez incluso como un potencial alumno.

En julio de 1792, Haydn volvió a pasar por Bonn, después de un gran triunfo en Londres, pero esta vez de camino a su casa en Viena. Beethoven le presentó una cantata que había compuesto recientemente, posiblemente a la muerte del emperador Leopoldo II. Haydn disfrutó mucho de la presentación y animó al joven a continuar con sus estudios. Impulsado por el conde Waldstein, Franz decidió permitirle a Beethoven que fuera a Viena a expensas de él mismo para estudiar con el propio Haydn. En ese momento, Ludwig no podría haber pedido un mejor maestro ya que, unos meses antes de la segunda llegada de Haydn a Bonn, el 5 de diciembre de 1791, Wolfgang Amadeus Mozart murió a la joven edad de 35 años. Beethoven se dirigió a Viena para ocupar su lugar.

Intermezzo musical N.º 1: Las composiciones de Bonn

Se han sugerido algunas razones por las cuales Beethoven maduró tan tarde musicalmente. En primer lugar, como ya se señaló, Bonn era algo así como un remanso en comparación con Viena. Era poco probable que esto le permitiera a Beethoven familiarizarse con las obras maduras de Haydn y Mozart. Por lo tanto, la mayoría de las primeras obras de Beethoven estilísticamente se acercan más a las primeras de Mozart o, incluso, a las de músicos inferiores como el compositor inglés nacido en Italia Muzio Clementi.

Sin embargo, no sería correcto suponer que Beethoven no pensara en grandes obras en Bonn, aunque lo hiciera meramente en términos abstractos. Apenas tres meses después de su partida a Viena, un jurista de Bonn llamado Bartholomäus Fischenich le escribió lo siguiente a una de las hermanas de Friedrich Schiller: “Le envío una composición sobre la que me gustaría conocer su opinión. Es de un joven de este lugar cuyo talento es ampliamente apreciado, y a quien el Elector ahora ha enviado a Viena para formarse con Haydn. Tiene la intención de componer la 'Oda a la alegría' de Schiller, verso por verso". ¡Gloria a Fischenich por ser tan visionario! Más de 30 años después, la "Oda a la alegría" de Schiller aparecería en el finale de la Novena Sinfonía de Beethoven.

Primera década en Viena (1792-1802)

Beethoven se hizo famoso en Viena por primera vez como pianista virtuoso. El futuro compositor Ferdinand Ries, quien también fue alumno de Haydn y finalmente se convirtió en uno de los amigos más cercanos de Beethoven, notó de inmediato el talento de Ludwig. Sin embargo, a Haydn, con su mentalidad clásica, le resultó imposible aceptar las desviaciones a las reglas ortodoxas de composición que Beethoven proponía. Y Haydn no era una excepción, ya que Beethoven pasó por cuatro maestros durante esos años en Viena y a todos ellos les resultó un discípulo difícil, rebosante de ideas propias, que rechazaba el formalismo de la teoría musical que le ofrecían.

El 21 de octubre de 1795, Beethoven publicó su Opus N.º 1, trío para piano, lanzando así su carrera como compositor. Desde entonces, y hasta el final de su vida, su gran reputación le permitió publicar sus obras casi al ritmo en el que las componía. Como resultado, con solo unas pocas excepciones insignificantes, los números de los opus de sus composiciones están en el verdadero orden cronológico de su producción.

Primera carta: El Testamento de Heiligenstadt (1802)

Beethoven tenía 28 años cuando notó por primera vez dificultades auditivas. Avergonzado, durante un largo tiempo, se lo ocultó a todos, excepto a su médico. Finalmente, el 29 de junio de 1801, le reveló su estado a un amigo de su juventud, Franz Wegeler, por medio de una carta: “Durante los últimos tres años, mi audición se ha vuelto cada vez más débil, y debo confesar que llevo una vida miserable. He dejado de asistir a eventos sociales simplemente porque me resulta imposible decirle a la gente: ‘Habla más alto, soy sordo’. Si tuviera otra profesión, podría hacerle frente a mi condición; pero en mi profesión, esto es una terrible tragedia".

En abril de 1802, por recomendación de su médico, Beethoven se mudó a Heiligenstadt, una pequeña ciudad austríaca en las afueras de Viena. El 6 de octubre de 1802, caminando por los bosques, Beethoven vio a un pastor tocando una flauta a poca distancia. Al no escuchar ningún sonido, corrió de inmediato a su habitación y escribió lo que hoy se conoce como el “Testamento de Heiligenstadt”, uno de los documentos más conmovedores y emotivos de la historia de la música.

El Testamento de Heiligenstadt no es, como a menudo se cree, una carta de suicidio. Sin embargo, es una carta llena de angustia y depresión que deja al descubierto el profundo grado de conflicto que tenía Beethoven en cuanto a su sentido de misión artística y su miedo a la incapacidad de escuchar normalmente. La carta también parece una especie de disculpa por su conocido comportamiento malévolo y misantrópico, y le atribuye explícitamente su enfermedad a esa causa. “Aunque nací con un temperamento activo y pasional, me vi obligado a aislarme de la gente y a vivir una vida en completa soledad. Me resulta imposible decirle a la gente: 'Habla más alto, por favor, grita si puedes, ¡porque soy sordo!'. Ah, ¿cómo podría admitir una enfermedad en el único sentido que debería haber sido más perfecto en mí que en los demás?", escribió Beethoven.

Intermezzo musical N.º 2: La música del primer período

En 1852, el musicólogo alemán del Báltico Wilhelm von Lenz propuso que el desarrollo musical de Ludwig van Beethoven se puede entender mejor si se divide su carrera en 3 períodos: temprano, medio y tardío. Aunque la división excluye los años de aprendizaje de Beethoven en Bonn y aunque ha sido criticada en innumerables ocasiones por ser confusa, permanece hasta la fecha y se la reconoce de manera convencional. George Grove, musicólogo y escritor, sostiene que la división de Lenz es “precisa en cuanto expresión del hecho de que Beethoven siempre se mantuvo en progreso; y que, en mayor medida que cualquier otro músico, su estilo maduró y se modificó a medida que él mismo crecía”.

Naturalmente, la música que se incluye convencionalmente en el primer período de Beethoven (aproximadamente entre los años 1792 y 1802) refleja la influencia de Haydn y Mozart. Hay algunas composiciones que se inclinan ampliamente hacia una nota intencionada de atractivo público y algunas otras composiciones serias y desarrolladas internamente que advierten más madurez en las obras de Beethoven.

Contra las reglas: “Eroica” (1803-1805)

Beethoven comenzó a planificar su Tercera Sinfonía en el otoño de 1802. Para octubre de 1803, terminó de producir una partitura completa para piano y, para el verano de 1804, ya tenía una versión orquestada. A pesar de su mala audición, el mismo Beethoven dirigió la función. En consonancia con su carácter y en contra de todas las convenciones contemporáneas, su estilo de dirección era de lo más extravagante, excitable y desafiante. Grove lo ilustra a la perfección: “En un pianissimo, se agachaba para quedar oculto detrás del atril y luego, a medida que aumentaba el crescendo, se levantaba gradualmente, marcando el ritmo todo el tiempo, hasta que en el fortissimo saltaba por el aire con los brazos extendidos, como si deseara flotar entre las nubes".

La primera función de “Eroica” rompió los límites y superó las expectativas de la audiencia. Todo fue una original e inesperada sorpresa para los primeros oyentes, desde la forma hasta la longitud, desde la configuración hasta la disposición, desde las tensiones armónicas hasta la amplia gama de teclas que empleó. Era algo completamente distinto de como se suponía que debía funcionar una sinfonía. Como era de esperar, a la mayor parte de aquella audiencia no le gustó. Aunque inicialmente fue criticada como una obra de “indeseable originalidad”, pronto llegó a ser apreciada como una obra de un profundo genio y ejercería una gran influencia en las nuevas generaciones de sinfonistas, desde Robert Schumann hasta Gustav Mahler.

Años heroicos: una época de obras maestras (1803-1809)

Poco después de "Eroica", Beethoven perdió prácticamente toda su capacidad auditiva, pero su genio musical floreció en los siguientes años. Su Tercera Sinfonía no solo cambió las reglas del juego, sino que prácticamente las reescribió. Antes de “Eroica”, se esperaba que los compositores mostraran cierto respeto por el público, los intérpretes y, sobre todo, las convenciones. Es por eso que los oyentes contemporáneos no tuvieron problemas para aceptar a Haydn o Mozart: sus armonías eran agradables al oído porque compartían muchas características con sus precursores. Lo que distinguió tanto a la Tercera Sinfonía de Beethoven fue la fuerte individualidad de su carácter.

Se necesita tiempo y esfuerzo para llegar a conocer a las personas, y mucho más para aprender a apreciarlas. Eso explica el destino de la única ópera de Beethoven, "Fidelio", que se estrenó el 20 de noviembre de 1805, pocos meses después de "Eroica".

Beethoven y Goethe (1809-1812)

A finales de 1809, el teatro Burgtheater le encargó a Beethoven que escribiera música incidental para el regreso de "Egmont", una obra de 1788 de Johann Wolfgang von Goethe. Aceptó el trabajo con entusiasmo, ya que, al igual que la mayoría de los alemanes en ese momento, Beethoven era un gran admirador de Goethe. El resultado final fue una obertura y nueve interludios y piezas vocales adicionales (Op. 84). En los siguientes años, Beethoven desarrolló un mayor interés en Goethe y musicalizó tres de sus poemas (Op. 83).

Finalmente, los dos grandes artistas se conocieron en la ciudad vecina de Töplitz (la actual Teplice, célebre por sus termas). Una famosa anécdota ilustra a la perfección la diferencia entre ambos artistas. Un día, mientras paseaban, la emperatriz de Austria y los archiduques, quienes también estaban en Töplitz en ese momento, se acercaron a ellos. Al verlos, Beethoven le dijo a Goethe: "Sujétame del brazo, ellos son los que deben abrirnos camino a nosotros, no nosotros a ellos". Goethe opinaba distinto y la situación le resultó incómoda. Finalmente, Goethe le soltó el brazo a Beethoven, se movió a un lado y se quitó el sombrero. Beethoven, por el contrario, pasó entre medio de los duques e inclinó ligeramente su sombrero. Los duques no tuvieron más remedio que hacerse a un lado y abrir camino para el compositor. Sin embargo, todos lo saludaron amablemente. Después, Beethoven le dijo: “Verás, Johann. Yo honro y respeto a las personas como merecen. Sin embargo, al parecer tú les rindes demasiado honor a personas indignas de él. Es fácil convertirse en archiduque. Pero un Goethe o un Beethoven no se crea todos los días".

Intermezzo musical N.º 3: el estilo heroico de Beethoven

El regreso de Beethoven a Viena desde Töplitz en 1812 fue tan transformador como su regreso de Heiligenstadt una década antes. Ambos estuvieron marcados por cambios bien definidos en su estado de ánimo y su estilo musical. Por lo tanto, claramente se puede enmarcar el segundo período de la carrera musical de Beethoven entre estos dos sucesos. Se lo suele denominar "heroico" por su sinfonía "Eroica", pero también porque muchas obras originales a gran escala lo caracterizan. Antes de Heiligenstadt, Beethoven se veía a sí mismo como una víctima trágica y trató de componer a pesar de su pérdida auditiva gradual; después, se vio a sí mismo como un héroe trágico y comenzó a componer a partir de su enfermedad, la cual empeoraba más y más.

En uno de sus bocetos de 1806, aparece una nota reveladora: "¡Que tu sordera ya no sea un secreto, ni siquiera en tu arte!". Tiempo antes, le dijo a uno de sus alumnos: “No estoy satisfecho con el trabajo que he realizado hasta ahora. De aquí en adelante, tomaré un nuevo camino". Y así lo hizo.

Las composiciones musicales del período heroico de Beethoven son obras maestras que desafían al destino. El segundo período de Beethoven incluye su única ópera y, a excepción de las dos primeras y la última, todas sus sinfonías. Finalizando este período, Beethoven quedó completamente sordo. Sin embargo, lo que siguió no fue silencio: el gran compositor aún no había acabado.

Retrato de un compositor envejecido (1812-1818)

Después de 1812, los problemas personales se volvieron una importante barrera entre Beethoven y la alta sociedad vienesa. En cuanto a cuestiones de honor, su hermano menor, Johann, comenzó a convivir con una mujer que tenía un hijo ilegítimo con otro hombre. Luego, en 1825, su otro hermano, Kaspar, murió de tuberculosis. Como resultado de esta tragedia familiar, Beethoven comenzó una larga disputa legal con la esposa de Kaspar por la custodia de su sobrino Karl, de 9 años. Finalmente, ganó la disputa y se convirtió en su tutor. Sin embargo, Karl se convirtió en otra fuente de ansiedad para el ya vulnerable Beethoven. Por último, en 1815, por su sordera se vio obligado a renunciar a toda esperanza de actuar públicamente como pianista.

Alrededor de 1815, su salud física también comenzó a deteriorarse. Desarrolló cirrosis hepática que, sin duda, su imprudente estilo de vida ayudó a acelerar. Como su padre, a medida que los años lo entristecían, recurría cada vez más a la amnesia del vino. El mundo había cambiado, y él no podía comprender este nuevo mundo.

Las últimas obras maestras (1818-1827)

Su 29ª Sonata para piano (Op. 106), más conocida como “Sonata Hammerklavier”, fue la composición que sirvió de puente entre su segundo y último período. “Hammerklavier” no solo es ampliamente considerada una de las obras más importantes de Beethoven y una de las mejores sonatas para piano de todos los tiempos, sino también la obra solista más exigente del repertorio de piano clásico. Dependiendo de las opciones interpretativas, ¡solo el tercer movimiento puede durar más de 30 minutos!

Casi inmediatamente después de su publicación, “Hammerklavier” se volvió la cumbre de la literatura pianística. Sin embargo, era demasiado difícil de interpretar, por lo que su primera presentación pública documentada sucedió nueve años después de la muerte de Beethoven, cuando Franz Liszt la interpretó en París. Afortunadamente, Beethoven tuvo la oportunidad de disfrutar de varios de sus otros triunfos musicales durante su maravilloso resurgimiento musical en la fase final. El último y el más grande de todos ellos ocurrió el 7 de mayo de 1824. Una tranquila noche de viernes, una audiencia de aproximadamente mil vieneses se reunió en el Theater am Kärntnertor para escuchar, por primera vez, tres partes de la inigualable Missa Solemnis de Beethoven, y la totalidad de su incomparable Novena Sinfonía, uno de los logros supremos en la historia de la música.

Al ver las aclamaciones y los aplausos, corrieron lágrimas por el rostro de Beethoven. Había pañuelos, sombreros y muchas manos levantadas en el aire. Los vieneses sabían que Beethoven no podía oírlos, por eso se aseguraron de que pudiera ver las ovaciones.

El gran finale: muerte e inmortalidad de Beethoven

Entre 1825 y 1826, Beethoven realizó sus últimas grandes composiciones completas: en total, seis cuartetos de cuerda. Como ya se mencionó, sus composiciones estaban mucho más allá de la comprensión de los músicos y el público de su época. Sin embargo, muchos músicos las consideran "la mejor música del mejor compositor de todos los tiempos", y algunos incluso las han descripto como "el pináculo de la civilización occidental". Schumann escribió una vez que sus composiciones se encuentran "en el límite extremo de todo lo que ha sido alcanzado por el arte y la imaginación humanos". Se dice que el propio Beethoven creía que el tercero de sus cuartetos de cuerda, el opus 131, era su más perfecta obra individual. Esa misma composición fue el último deseo musical de Schubert. Una vez finalizada, acostado en su lecho de muerte, suspiró: "Oh, hermoso... Después de esto, ¿qué nos queda por escribir?".

Y, ciertamente, no quedaba nada. Poco después de completar los cuartos de cuerda, el 2 de diciembre de 1826, Beethoven contrajo una neumonía de la que nunca se pudo recuperar por completo. Durante los siguientes cuatro meses, permaneció postrado en la cama y murió de cirrosis hepática en Viena, el 26 de marzo de 1827. Sin embargo, su muerte también fue gloriosamente heroica. Tres días antes de fallecer, Beethoven firmó su testamento y les susurró a sus amigos, quienes estaban reunidos alrededor de su lecho de muerte: "Plaudite, amici, comedia finita est", que en latín significa: "Aplaudan, amigos, esta comedia finalmente ha terminado". Luego, justo antes de morir, un relámpago seguido de un fuerte trueno, como si fueran aplausos, iluminaron su habitación. Después de este inesperado fenómeno de la naturaleza, Beethoven levantó la cabeza y extendió majestuosamente su brazo derecho, como un general dando órdenes a un ejército. Según un testigo, parecía como si quisiera gritarle a sus vacilantes tropas: “¡Ánimo, soldados! ¡Hacia adelante! ¡Confíen en mí! ¡La victoria está asegurada!". Esto duró sólo un instante. El brazo de Beethoven se arrellanó y luego todo él lo hizo. El genio musical, el mayor compositor de la historia, ya no estaba.

Lo que sea que eso haya significado, el último gesto de Beethoven fue sin duda desafiante, como lo fue su vida y toda su obra. Su mayor logro, sin embargo, no fue crear algunas de las mejores obras musicales de la historia ni redefinir varios géneros musicales en tan solo algunas décadas. El hecho es que solo pocos músicos pueden jactarse de hazañas similares a las de Beethoven y su mejor contribución fue, por lejos, mayor que la de cualquier otro: Beethoven logró, casi sin ayuda de nadie, elevar la música instrumental, hasta entonces considerada inferior a la vocal, al plano más alto del arte. Por medio de su abundante talento y su genuina fe en el poder del arte, reinventó la música y la transformó de "el arte de los sonidos agradables" en "el arte al que aspiran todas las demás artes". En el proceso, también se reinventó a sí mismo, al menos tres veces a lo largo de una tumultuosa vida. Beethoven, quien nunca estuvo dispuesto a quedarse quieto y quien se negó a repetirse a sí mismo, alcanzó la inmortalidad a través del crecimiento constante y a pesar de su sufrimiento ilimitado. Al hacerlo, dejó atrás su forma humana y se convirtió en lo que pocos han podido: un arquetipo, una leyenda, un mito.

Fuentes

Fuentes principales

  1. Alexander Wheelock Thayer, The Life of Ludwig van Beethoven, Volumes I-III [additional translations by Henry Edward Krehbiel] (New York: The Beethoven Association, 1921).
  2. Maynard Solomon, Beethoven, 2nd edn (New York: Schirmer Books, 2011).
  3. George Grove, “Beethoven, Ludwig van,” A Dictionary of Music and Musicians (A.D. 1450-1880), Vol. I [ed. George Grove] (London: Macmillan and Co., 1879), pp. 162-209.
  4. Will Durant, “Beethoven (1770-1827),” The Story of Civilization, Vol. XI: The Age of Napoleon (New York: Simon & Schuster, 1961), pp. 567-586. 
  5. Knapp, Raymond L. and Budden, Julian Medforth, “Ludwig van Beethoven,” Encyclopedia Britannica (March 22, 2021).
  6. “Beethoven, Ludwig van,” Encyclopedia of World Biography [ed. Paula K. Byers, Suzanne M. Bourgoin, and Neil E. Walker], 2nd edn (Gale, 1998), Vol. II, pp. 114-118.

Otras fuentes

  1. Ludwig van Beethoven, “Immortal Beloved,” Letters of Note (June 10, 2011).
  2. “I live only in my notes,” The Classical Music Book (New York: DK, 2018), pp. 138-141; p. 139.
  3. Maynard Solomon, “Beethoven: The Nobility Pretense,” The Musical Quarterly, Vol. 61, No. 2 (Apr. 1975), pp. 272-294.
  4. Alan Tyson, “The Hammerklavier Sonata and Its English Editions,” The Musical Times Vol. 103, No. 1430 (April 1962), pp. 235-237.
  5. Will Crutchfield, “Did Music Hit Its Peak with Mozart?” The New York Times (July 8, 1984).
  6. John Rockwell, “Beethoven Quartets Pose the Challenge Of Greatness,” The New York Times (July 10, 1983).
  7. Alex Ross, “Deus ex musica,” New Yorker (October 13, 2014). 
  8. Sudip Bose, “When Beethoven Met Goethe,” The American Scholar (July 27, 2017).
  9. John Suchet. “Beethoven's patrons: Count Waldstein,” Mad About Beethoven. Archived from the original on April 16, 2007.
  10. Iulian Munteanu, “Beethoven's Heiligenstadt Testament,” All About Beethoven.

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