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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro:
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN: 978-9504966586
Editorial: Planeta
Descubre cuáles son las culpas, los miedos y los mandatos sociales que condicionan tu libertad.
El camino hacia la libertad puede ser largo y complejo, pero podrás transitarlo tomando conciencia de cada uno de los elementos que constituyen barreras para ser quienes somos y reevaluando los conceptos y aprendizajes instalados socialmente.
¡Descubre quién eres en verdad con los consejos de Pilar Sordo!
La libertad, según Pilar Sordo, es “vivir de manera consciente y sin esos miedos que nos impiden desde concretar sueños hasta tomar decisiones que nos cortan nuestras alas para seguir cumpliendo nuestra tarea en esta tierra”.
El primer requisito para encontrar la libertad y deshacernos de nuestros condicionamientos es el silencio. Solemos callar nuestra voz interior y taparla con ruidos. Estar en silencio permite encontrar paz, tranquilidad y armonía para transitar el camino de mirar hacia dentro.
El segundo requisito es hacernos preguntas o “autopreguntarnos”. Esta es la forma de recuperar la libertad interior. Nunca seremos totalmente libres, pero es necesario que no perdamos la libertad de sentir y vivir.
Luego, es preciso deshacernos de los condicionamientos que comienzan con nuestros antepasados. Es preciso tomar conciencia de ellos para desprogramar todo lo que nos enseñaron y encontrar una fórmula personal, única e intransferible.
Identificar los obstáculos que se interponen en nuestra libertad es indispensable en este camino. Crecemos con hábitos que nos hacen “cumplir” los requerimientos para poder funcionar y adaptarnos a los circuitos sociales, pero rara vez se nos enseña a interpretar y expresar emociones.
Nos cuesta mucho centrarnos en nosotros porque el sistema refuerza la mirada externa y no la que nos hace mirarnos hacia dentro.
Los miedos, nuestros enemigos internos, limitan nuestra libertad. Pero luchar contra ellos solo nos llena de angustia y culpa, y estos elementos atentan directamente contra la libertad.
Debemos reconocerlos, aceptarlos y dejar de verlos como enemigos para poder convivir con ellos, porque nos acompañarán toda la vida.
Además, debemos revisar los mandatos sociales internalizados que impiden nuestra libertad. Estos mandatos, como pensar que lo bueno es escaso o sentir culpa por estar bien, son invalidantes, coercitivos y limitantes.
Solo eliminando los mandatos de la culpa y el dolor, y preguntándonos cada vez más cosas podremos expresar nuestras emociones y ser más libres.
Debemos cambiar la manera de educar, que tradicionalmente forma personas que no se conocen a sí mismas, no se aceptan ni se quieren, e inculcar una educación desde lo emocional, lo espiritual y, sobre todo, a partir de la libertad.
Por todo esto y mucho más, comencemos por el silencio, sigamos por las preguntas y eliminemos los mandatos, las culpas y los miedos para avanzar y descubrirnos a nosotros mismos.
¡Rompamos con la estructura en la que crecimos y derribemos los muros que nos limitan!
El sistema en el que vivimos castiga e inhibe la expresión verbal o corporal de las emociones. Por ello, hemos buscado y encontrado formas para ser funcionales a ese sistema inhibiendo nuestras emociones.
Y, para ser funcionales a ese sistema, adquirimos modelos que “anestesian” las emociones.
Existen al menos cuatro anestésicos: la comida, los fármacos, la tecnología y el trabajo.
La comida es uno de los anestésicos emocionales más comunes.
Dado que el sistema nos impide exteriorizar emociones, comemos tanto para premiarnos como para castigarnos, cuando estamos tristes, asustados, enojados, aburridos o entretenidos.
Inmersos en esta cultura, les enseñamos a los niños a comer para celebrar y para ahogar nuestras penas. Los niños aprenden, de esta manera, que las emociones se comen, no se expresan.
La contracara de este anestésico es la obsesión por el ejercicio físico para mantenerse en forma y no engordar.
Pero, si bien es saludable hacer ejercicio, el exceso es un disfraz para seguir modelos de belleza asociados con una delgadez que desencadena trastornos alimentarios.
Los fármacos se han convertido en un anestésico de las emociones y controlan nuestras vidas. Impiden la expresión de emociones o las modulan de acuerdo con las necesidades de cada persona o los requerimientos del sistema.
Los fármacos son lícitos, pero también se recurre con demasiada frecuencia a las drogas ilícitas. Ya sean lícitas o ilícitas, las drogas anestesian cualquier información en nuestro cuerpo antes de que podamos procesarla conscientemente.
La tecnología es tan dañina como la comida o las drogas. Acerca a quienes están lejos, pero aleja a quienes están cerca.
No solo modifica nuestra manera de conversar y relacionarnos, también hace que las emociones queden supeditadas a emoticones y debilita la conexión con nosotros mismos.
Nos amparamos en el “no tengo tiempo” o “estoy ocupado” para anestesiar lo que estamos sintiendo; el trabajo nos sirve para evitar el silencio que nos hace pensar y preguntarnos cosas.
Estas cuatro formas de anestesiarnos nos desconectan de nuestro interior.
Para dar un nuevo paso hacia la libertad, es preciso entender lo femenino y lo masculino como un proceso de integración, no como una predeterminación de identidad.
Muchas de las cosas del sistema en el que crecimos hoy están cambiando y todos somos alumnos de este nuevo paradigma.
En el viejo sistema, lo femenino estaba asociado con la retención y lo masculino con soltar, vivir y procesar.
Estas diferencias se han dispersado y hoy encontramos hombres muy retentivos y mujeres muy soltadoras. Estas características se presentan hoy como una misión: lo femenino tiene que aprender a soltar y lo masculino tiene que aprender a retener.
La necesidad de ser admirado y reconocido estaba vinculada con lo masculino, mientras que la necesidad de sentirse necesitado se relacionaba con lo femenino. Hoy ambos géneros necesitan ambas cosas.
El desafío de las mujeres hoy es trabajar por su identidad y libertad, y el de los hombres es trabajar en lo negativo del ego y en las expresiones de poder.
Otro cambio tiene que ver con que tradicionalmente los hombres disfrutaban de las metas y las mujeres valoraban mucho más los trayectos. Las mujeres fueron aprendiendo a centrarse en las metas y los hombres han comenzado a centrarse más en lo emocional y a valorar los detalles.
También ha evolucionado la idea de lo monofocal y visual asociado con lo masculino, y lo multifocal y auditivo asociado con lo femenino.
Hoy los hombres están aprendiendo a ser multifocales y a escuchar, y las mujeres están aprendiendo a focalizar y a incorporar lo visual como un elemento de procesamiento de información.
Dados los avances culturales, los orgasmos fingidos de las mujeres están desapareciendo y la exigencia sexual de los hombres ha ido disminuyendo gracias a que han ido integrando más la escucha y la conversación.
Hoy las niñas se entretienen con juegos tradicionalmente percibidos como relacionados con lo masculino y viceversa. Es esencial que cada niño explore de acuerdo con sus propias necesidades y no a las del exterior.
Estas son solo algunas de las cosas que han cambiado en la polarización de lo femenino y lo masculino. Hemos ido integrando estas dos polaridades, y hemos logrado entender que dentro de cada persona conviven ambas.
Debemos aprender a autopreguntarnos para poder comprender lo que sentimos y descubrir y expresar nuestra identidad libremente.
En la actualidad, pocas cosas han sido tan importantes como el feminismo y la reeducación para apartarnos del modelo patriarcal.
El modelo patriarcal está arraigado en lo más profundo de la sociedad, va desde el lenguaje hasta la manera de funcionar en la sociedad, y establece lo masculino como la forma de poder.
Sin lugar a dudas, hemos avanzado, pero en lo cotidiano todavía no nos hemos deshecho por completo de este perverso sistema que lo único que hace es limitar nuestras libertades.
Constantemente reproducimos pequeñas palabras y conductas, denominadas “micromachismos”, que perpetúan el modelo patriarcal. Es importante autovigilarnos para detectar esas pequeñas trampas.
Es muy común, por ejemplo, escuchar “Mi marido me ayuda con los niños” o que las mujeres son “prostitutas” si son sexualmente activas y libres, mientras que los hombres son sementales en un caso análogo.
La normalización de las conductas machistas, tanto de hombres como de mujeres, es lo que permite que el modelo se perpetúe.
Solo por mencionar algunos ejemplos, debemos estar atentos a cómo el poder económico y sexual se entrelazan para generar las peores formas de violencia, acoso, abuso y violación, así como femicidios, o a cómo la educación sexual convierte a los hombres en seres activos con deseos “incontrolables” y a las mujeres en seres pasivos.
En este modelo, entre otras cosas, se les enseña a las mujeres a tener miedo, a limitar los horarios y lugares en lo que se mueve y a asociar el amor con el sufrimiento.
A los hombres se les enseña a competir, a probar qué tan hombres son, a seducir desde lo económico, y se les prohíbe expresarse emocionalmente.
El objetivo de llevar a cabo una reeducación consciente y de autovigilarnos es que seamos vistos como seres humanos que merecen igual trato y condiciones. Y el feminismo está haciendo un gran trabajo para alcanzar la igualdad.
Todas las conductas, aprendizajes y enseñanzas patriarcales son obstáculos que nos impiden ser libres.
Sin igualdad no hay libertad, y para alcanzarla es necesario que seamos vistos como iguales y que, en caso de que haya juicios, estos sean por motivos éticos y no de género.
Nos sentiremos más aliviados y libres cuando aprendamos a convivir en el marco de los nuevos códigos de equidad y sin las limitaciones del antiguo modelo que tanto daño nos ha hecho.
Nadie puede ser libre sin responsabilidad, y para convertirnos en seres responsables se necesitan cambios educativos.
En el sentido cotidiano, la responsabilidad tiene que ver con el “deber ser” y con cosas que ocurren afuera y no dentro de uno. Aquí, este concepto toma otro significado: parte desde adentro hacia afuera.
Es importante desarrollar este tipo de responsabilidad en lo profundo para descubrir primero quiénes somos y luego ejercer la libertad de ejecutarlo.
Ser responsable con uno mismo se relaciona con el autocuidado, con el cómo duermo, qué como, qué hago y cuáles son mis pasiones y vocaciones. Está relacionado con mantener nuestro centro en eje.
Para hacer ese viaje al interior, se necesita paz externa y silencio, y lo podemos encontrar en el contacto con la naturaleza o en la meditación. Esto nos lleva a respirar profundo y aumentar la sensación de contacto con nosotros mismos.
Cuando se establezca ese contacto, a la par con la respiración, empezarán a aparecer imágenes en tu cabeza y sensaciones en tu cuerpo, desde donde se abrirá la hermosa instancia de hacerse preguntas. Autopreguntarse debe ser un ejercicio diario y constante.
Según Paul Anwandter, las personas tenemos derechos que a veces olvidamos, como el derecho a ser imperfectos, a cuidarnos y tratarnos bien, el derecho a dudar y a contradecirnos, a no ser los mejores y a equivocarnos, el derecho a decir lo que sentimos.
Todos estos derechos se enmarcan en uno mayor, que es el derecho a ser como eres sin esperar la aprobación de los demás.
Estos elementos te ayudarán en el recorrido para descubrir quién eres.
Pilar Sordo, en “La libertad de ser quien soy”, hace un profundo e interesante análisis sobre las diferencias que aún existen con respecto al género.
Entre otras cosas, analiza cómo las mujeres son ignoradas cuando denuncian casos de violación o abuso, cómo la sociedad está estructurada para darle credibilidad al victimario y descreer de la víctima, y cómo la mujer es revictimizada una y otra vez a través de los largos interrogatorios y las infinitas pruebas a las cuales son sometidas.
Pilar sordo nos insta a reeducarnos y a reeducar a la sociedad, desde la gente común, hasta los médicos y jueces.
Lamentablemente, todos estamos inmersos en el modelo patriarcal y por eso es que todos debemos tomar conciencia de nuestras conductas diarias para identificar los “micromachismos” que perpetúan este modelo.
Para entender los condicionamientos que tenemos en la adultez, es preciso revisar la niñez en la que los creamos. Por eso te recomendamos “Transforma las heridas de tu infancia”, de Anamar Orihuela.
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Es una reconocida psicóloga, investigadora, columnista, conferencista y escritora chilena. Durante su carrera, se ha involucrado en temas como la psicología femenina, la infertilidad, los trastornos ali... (Lea mas)
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