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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: Guía para sobrevivir al presente: Atrapados en la era digital
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN: 9789500763400
Editorial: SUDAMERICANA
El nuevo lanzamiento de Santiago Bilinkis se enfoca en cómo los teléfonos celulares están afectando a nuestras vidas en el nivel personal y profesional. Aborda cuestiones relacionadas con nuestro cerebro, la educación, el trabajo, la tecnología e incluso la felicidad. El autor argentino presenta un diagnóstico completo sobre nuestra situación actual y consejos para que puedas enfrentar un futuro que ya está entre nosotros.
La primera sección del libro parte de algunas características prehistóricas que nuestra especie aún conserva. Como los marcadores de placer de nuestro cerebro, necesarios para sobrevivir en tiempos ancestrales e inconvenientes en esta época de súper estímulos. Combinados con una mente ajustada a la actualidad, pueden generar errores.
Solemos repetir dichos errores de manera constante en el tiempo. Así, el autor introduce el concepto de “sesgos cognitivos”. Son errores muy arraigados en nuestra manera de pensar. Existen varios tipos. Uno muy poderoso es la “resistencia al cambio”. Su origen tiene razones evolutivas, pero es obsoleto en un mundo que se transforma cada vez más rápido. Cambiar se convierte en un desafío que no todos están dispuestos a enfrentar.
Otra de estas fallas profundas está relacionada con la procrastinación. Cuando pensamos en nosotros mismos, un área del cerebro se activa muy fuertemente. Este sentido de supervivencia y de “priorizarnos” se manifiesta hoy de modo que pensamos en nuestro “yo” futuro como si fuera otra persona. Si postergo algo para mañana, va a ser problema de otro.
La realidad es que existe una diferencia enorme entre empezar una nueva actividad hoy o hacerlo mañana. Esta distancia, por pequeña que parezca, puede ser la causa de que ese cambio nunca se concrete. La clave para lograr nuestras metas es dar pequeños pasos acumulativos. Y el mejor día para hacer cualquier cambio siempre será hoy.
Dejando los sesgos de lado, nuestros cerebros son vulnerables por otras dos razones. En primer lugar por las emociones. En términos evolutivos, el sentimiento preexiste a la razón. De ahí su importancia y poder sobre nuestra mente. Las emociones básicas, en un principio, fueron miedo, tristeza, alegría y vergüenza, entre otras; y luego surgieron las sociales: gratitud, compasión, admiración, culpa. Todas son importantes porque nos adaptan mejor al mundo, pero también pueden fallar. Demasiado miedo puede producir ansiedad, demasiada tristeza, depresión. Una persona que no controla sus emociones puede no conseguir insertarse en la sociedad. Coincidimos, entonces, en que el equilibrio es importante.
El segundo motivo es la capacidad de nuestro cerebro de funcionar en “piloto automático”. De hecho, tomamos la gran mayoría de nuestras decisiones de esta forma. Una muestra son los hábitos: mecanismos que el cerebro usa para ahorrar energía y que pueden ser manejados con base en la experiencia anterior. El problema es que algunos hábitos pueden ser nocivos.
Con tantas falencias, resulta lógico pensar que estamos a merced de los manipuladores. Y aquí es donde entran las tan queridas redes sociales. Facebook, Google, Apple y demás empresas de tecnología han sabido aprovechar estas fallas más que nadie. Analizan cualquier dato sobre ti que puedan obtener a partir de tu actividad en sus aplicaciones. Y venden espacios para que anunciantes coloquen publicidades hipersegmentadas directamente en la pantalla de tu celular. En otras palabras, tú y tu tiempo son los productos que ellos venden.
Entendamos mejor cómo funcionan estas plataformas. Google, por ejemplo, es capaz de brindarnos acceso a todo. Pero, ¿es esto verdad? La realidad es que el buscador nos presenta diez opciones definidas previamente por un algoritmo, sesgando nuestra visión de la realidad.
Las redes sociales también funcionan a través de algoritmos que aprenden de nuestros intereses. Si, por ejemplo, nos manifestamos a favor de una postura política en una red social, es probable que recibamos contenido que promueva esa opinión. Esto crea una burbuja informativa en la que reafirmamos nuestros pensamientos, dejando cada vez menos espacio para la duda.
Otro gran efecto concreto y recurrente del uso de redes sociales es la falta de concentración. Cada mensaje que recibimos nos genera una dosis de dopamina, un placer inmediato. Y, según el autor, revive por un momento nuestro estado de alerta prehistórico.
Nuestra concentración dura cada vez menos. No es casualidad que la duración promedio de las canciones del Top 100 de Billboard esté cayendo de manera sostenida, o que las series de las cadenas de streaming cuenten con una narrativa veloz, desarrollando varias historias en paralelo para no aburrirnos. El profesor del MIT Ted Selker estima que nuestro tiempo de concentración en internet es de apenas nueve segundos. Preocupante, ¿no?
El autor también destaca cómo afectan a nuestra autoestima las redes sociales y su régimen de likes. Bilinkis remarca que la persona que mostramos online es apenas un recorte de quien realmente somos. Este “personaje” es desgastante y no debemos permitir que suplante aspectos de nuestra identidad original.
Las redes sociales también nos brindan una falsa sensación de conexión. Entre contactos y “amigos” de Facebook, tenemos una mayor cantidad de relaciones, lo que hace que estas se vuelvan superficiales y pierdan calidad. Esta misma lógica puede utilizarse al hablar de relaciones y aplicaciones de citas.
La paradoja reside en que, en esta época de exceso de comunicación, existe más gente sola que nunca. Como explica Santiago, ‘estamos más ‘comunicados’ pero menos ‘conectados’. Por lo tanto, más que mantener amistades banales, deberíamos destinar más tiempo a cultivar nuestros vínculos fuertes.
¿Pero qué más podemos hacer ante todo esto? Según Bilinkis, lo primero es entender nuestras vulnerabilidades y cómo pueden ser explotadas. Luego, realizar un consumo más moderado del contenido que encontramos online. Requiere de disciplina y estrategias para limitar nuestra dependencia. Algunas ideas útiles son: desactivar las notificaciones en los dispositivos, dificultar el acceso a las aplicaciones adictivas o usar aplicaciones que bloquean temporalmente el acceso a internet pueden ser ideas útiles. Es importante que conozcas y elijas los usos y tácticas que funcionan mejor para ti.
Si los celulares pueden afectarnos tanto a los adultos, imagina lo que un uso irresponsable puede causar a los niños. El autor aconseja evitar el uso de pantallas a menores de dos años, debido a que la herramienta fundamental en esta etapa debe ser el juego físico, con una importante presencia de los padres o cuidadores.
A medida que el niño va creciendo, se deben ir limitando las horas y los momentos de uso, así como monitorear el contenido que consumen, que debe ser variado. La tecnología nunca debe reemplazar al juego cara a cara, el tiempo al aire libre, la interacción familiar, la actividad física y el buen descanso. Y los niños deben aprender a lidiar con sus emociones, tolerar la frustración y el aburrimiento, porque así conseguirán desarrollar la introspección y la creatividad.
Claramente, esto demanda atención y dedicación de los adultos. Es igualmente importante que nosotros sigamos reglas que sean consistentes con las que establecemos para ellos: si limitamos el uso del celular a una hora por día, no podemos pasar nosotros cinco horas en nuestros dispositivos.
En cuanto a las redes sociales, es recomendable que se respete la edad mínima de 13 años que las propias plataformas establecen. Como padres, es importante entender el mundo online, sus riesgos y oportunidades para que los adolescentes sean conscientes y cautos en cuanto a la exposición, el grooming y la indelebilidad que conllevan estos sitios.
Existen muchas opciones de uso de la tecnología en familia con el objetivo de tornar el aprendizaje divertido. Diseñar tu propio videojuego, hacer una película, realizar experimentos, conocer más sobre el lugar donde uno vive y aprender sobre cultura general son apenas algunos ejemplos. Los celulares pueden ser una herramienta útil para educar a través de experiencias compartidas.
Como se menciona en la introducción de este microlibro, el futuro ya está aquí. Lo podemos ver en el machine learning, que permite que las computadoras aprendan de la experiencia y se vuelvan expertas en una tarea específica, el blockchain, una base de datos global y pública por medio de la cual podemos guardar cualquier tipo de información sin riesgo de ser hackeada, y también en otras tendencias como el internet de las cosas y el big data.
Es cuestión de tiempo antes de que las computadoras reemplacen buena parte de nuestros trabajos. Por eso debemos prepararnos desarrollando nuevas habilidades transversales para que podamos aportar algo diferente a nuestra área de desempeño.
Los trabajos que corren el mayor riesgo de perderse son telemarketing, contabilidad, auditoría, venta minorista, escritura técnica y periodística, agentes de ventas de propiedades, procesadores de texto, conductores y pilotos aerocomerciales.
En las búsquedas laborales ya se destacan -y lo harán aún más en el futuro- la flexibilidad e innovación sobre la experiencia. Se buscan habilidades como creatividad, liderazgo, resiliencia, comunicación efectiva, inteligencia emocional y pensamiento crítico. Áreas como la estadística, la probabilidad y el método científico serán cada vez más valoradas. Voluntariados, proyectos independientes, pasantías y participación en eventos que construyan tu red de contactos también se vuelven factores atractivos para los empleadores.
Pero hay algo que nos separa de la inteligencia artificial: la empatía, nuestra capacidad de colocarnos en el lugar del otro. Entonces, ¿la solución es ir en contra de los avances que atentan contra nuestros trabajos? No, al contrario: en el futuro tendremos que buscar la manera de trabajar en equipo con los robots, combinando las fortalezas de cada uno y obteniendo así resultados nunca vistos.
Considerando teorías para hacer frente al desempleo que la tecnología causará en el futuro, Bilinkis comenta la idea de un ingreso universal, aunque esto “robaría” el propósito que las personas encuentran en el trabajo. Por eso, cobra mucho más sentido una propuesta alternativa: establecer un contrato social para que, por cada ahorro generado por la automatización, los empleadores deben reducir la jornada laboral de sus colaboradores. Usar las máquinas para trabajar menos y así tener más tiempo para todas las otras áreas importantes de la vida que hoy están postergadas.
Podemos confirmar, por lo que vimos hasta este momento, que debemos continuar aprendiendo. El estudio no se limita a nuestra infancia y adolescencia, si no que debería ser un proceso que nos acompañe durante toda nuestra vida. Es importante desarrollar una actitud positiva hacia el cambio y el aprendizaje, y veremos cómo esto será útil también en nuestra vida personal.
Para animarte a cambiar, te ayudará saber que puedes diseñar tu propio camino de aprendizaje. Fórmate en áreas de tu interés, bríndate la libertad de equivocarte, recupera tu curiosidad. Decide si prefieres la modalidad online, presencial o una combinación de ambas, si quieres estudiar acompañado de otras personas o tomar las clases por tu propia cuenta y a tu propio ritmo.
Algunas de las universidades más importantes del mundo, como el MIT, Harvard y Stanford disponibilizan cursos online. Existen sitios enfocados en áreas específicas, como la programación, y otros que ofrecen cursos prácticos individuales de diversas temáticas, como Udemy. También es una alternativa válida buscar un aprendizaje más independiente, a través de libros, podcasts y conferencias.
Nadie se sorprenderá al saber que la tan requerida innovación también debe aplicarse en las empresas. Aunque aquí, Santiago sube la apuesta: cree que las compañías deberían perseguir la disrupción y no sólo la innovación. Mientras esta última busca mejorar un proceso, la primera lo destruye e instala en su lugar un modelo superador que deja obsoleto al actual.
Para que esta dinámica funcione, la empresa debe tener una cultura que abrace la experimentación y no castigue el error, además de acompañar la formación constante de sus colaboradores e implementar metodologías ágiles.
En esta sección, el autor nos deja una de las frases más interesantes del libro: “la transformación digital no es un cambio tecnológico. Es un cambio cultural, individual y colectivo”.
Antes de avanzar a la última parte, Bilinkis introduce algunas interrogantes sobre el potencial de las máquinas: si la realidad virtual y la realidad aumentada conseguirán crear entornos interactivos vívidos y verosímiles, ¿importará realmente que no sean reales? ¿Quién querrá enfrentar las complicaciones del mundo físico si puede mantenerse en otro falso y perfecto? Si podemos enseñarle a un software cómo volverse experto en un área en específico, ¿perderá importancia la adquisición de nuevos conocimientos?
Cuestiones como un mejor salario y un mayor atractivo físico no aseguran una felicidad duradera, como Bilinkis demuestra citando diversos estudios.
Quizás el mayor enemigo que tenemos para conseguir la felicidad sea la habitualidad. Es decir, que nos acostumbramos prácticamente a todo. Cuando conseguimos un logro, ya queremos ir detrás de otra cosa. Podemos combatirla buscando agregar novedades a nuestra vida constantemente, pero también es importante saber apagar el piloto automático y apreciar lo cotidiano que nos rodea.
Y el trabajo no necesita ocupar simplemente el lugar de proveedor de necesidades básicas. Encontrar desafío y un propósito en lo que hacemos puede motivarnos mucho más que un buen salario.
A pesar de que nuestra felicidad se debe en parte a cuestiones genéticas y también a las circunstancias de la vida -trabajo, dónde vivimos, salario, etc.-, existe un tercer factor: nuestros hábitos. Y es este último el que menos priorizamos y, al mismo tiempo, sobre el que más poder tenemos.
Santiago enumera algunos hábitos destacados en varias investigaciones: gastar en experiencias y no en lo material, ser generoso y agradecido, y usar tu dinero para comprar tiempo. El denominador común es que la felicidad pasa por mejorar nuestro vínculo y nuestra conexión con otras personas.
Para finalizar, el autor define la felicidad como un estado transitorio. Estamos programados para disfrutar con intensidad del contraste. Por eso debemos aprender a valorar el camino. Una meta más realista que alcanzar la felicidad puede ser alcanzar el entusiasmo. “Buscar las causas que te impulsan, que van más allá de ti y que te conectan con otros: las utopías que te invitan a caminar”.
“Guía para sobrevivir al presente” nos plantea interrogantes clave sobre nuestra relación con la tecnología, tanto hoy como en el futuro.
En el epílogo, el autor destaca que debemos revalorizar los vínculos, recuperar la capacidad de concentración y delimitar de manera sana los momentos de trabajo y ocio. Además, de buscar estrategias para romper con los mecanismos de manipulación para retomar el control de nuestro tiempo y nuestra vida.
Y esto no quiere decir rechazar las tendencias actuales, sino entender los avances tecnológicos y usar la tecnología para construir un futuro deseable e inclusivo.
“El desafío es crear plataformas y aparatos al servicio de la vida que queremos vivir, no de la vida que otros necesitan que vivamos”.
El anterior libro de Santiago Bilinkis, “Pasaje al futuro”, te servirá como complemento a todo lo aprendido aquí y te ayudará a entender más sobre todo lo que nos deparan las próximas décadas. Escuchalo ahora en 12min (;
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Emprendedor tecnólogo y autor argentino que ha ganado reconocimiento en los últimos años. Tras fundar varias empresas relacionadas a la tecnología se volcó a la escritura. En “Pasaje al futur... (Lea mas)
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