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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: That Will Never Work: The Birth of Netflix and the Amazing Life of an Idea
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN: 9788408217336
Editorial: Planeta
Este es el libro del fundador de Netflix, Marc Randolph, en el cual detalla los acontecimientos tras bambalinas del nacimiento, desarrollo y éxito de la plataforma de streaming por suscripción más famosa del mundo. ¿Quieres saber qué ocurrió? ¡Vamos a descubrirlo!
Marc Randolph y Reed Hastings se turnaban para ir en coche a Pure Atria, una empresa de California que Hastings dirigía y donde Marc era Director de Marketing. Con cada viaje, Randolph aprovechaba para contarle nuevas ideas de emprendimientos a su compañero.
Material deportivo personalizado, tablas de surf a medida, comida para perros formulada individualmente, champú por correo: todas estas ideas de Marc eran rechazadas con un “Eso nunca funcionará” de Reed. Él era un hombre con enorme experiencia empresarial que evaluaba pros y contras, así como los beneficios y costes de cada idea.
Existe una historia sobre Netflix que dice que a Reed le vino la idea luego de tener que pagar 40 dólares a Blockbuster por devolver “Apolo 13” a destiempo, entonces pensó: “¿Y si no tuviéramos penalizaciones por retraso?”.
Pero eso no fue exactamente lo que ocurrió. La idea de crear Netflix no surgió de una epifanía.
Esta obra relata cómo los fundadores pasaron del champú a Netflix, cuenta la concepción de una idea, cómo se transformó en realidad y las cosas que aprendieron durante el proceso. Esta es la historia de Netflix.
Para Marc, el trabajo en Pure Atria era aburrido y lo que realmente quería era iniciar un nuevo negocio, una start-up. Reed fue quien le dio esperanzas a Marc de que si un día se le ocurría una buena idea, él podría financiarlo.
Luego de cientos de pésimas ideas, Marc llegó a una que no se veía tan mal: “¿Cintas de video?”.
“Puede que funcione” fue la respuesta de Reed. Que su amigo no se negara rotundamente le dio rienda suelta a Marc para iniciar la planificación. Buscó ayuda en Te, una especialista en relaciones públicas y comunicación, y en Christina, una gestora de proyectos que transforma proyectos en realidades.
El primer problema llegó cuando se descartó la idea de vender VHS por correo; la cinta era demasiado pesada para ir en un sobre común y enviarla en una caja les restaría todo el margen de ganancias.
Pero Marc había escuchado de un nuevo formato audiovisual: el DVD. Si bien la idea de mandar VHS por correo había sido descartada, la del DVD podría funcionar.
“Si me envías un CD por correo y llega a mi casa en buen estado, entonces te financiaré”, le había dicho Hastings a Randolph. Este no perdió tiempo y se dirigió a la oficina de correos para enviarlo.
El paquete llegó sano y salvo. Así fue como Reed se convirtió en el inversor principal de la empresa.
El grupo fundador de la empresa iba creciendo, ya no eran solo Reed, Marc, Te y Christina. A ellos se les unió Eric Meyer, director tecnológico; Boris y Vita Droutman, un matrimonio de programadores; Jim Cook como director financiero y Mitch Lowe, un especialista en videoclubs.
A pesar de que la start-up había conseguido cobrar forma, aún hacía falta más capital para la compra de DVDs, la logística del envío y el pago de salarios (que no eran muy altos). Necesitaban inversores, y sus tres posibles eran Alexandre Balkanski, un extravagante francés; Philippe Khan, un exjefe de Marc; y el mismo Eric Meyer.
Al primero que visitaron fue Alexandre, un pez gordo de la empresa C-Cube Microsystems, que convertía las fotos y videos en bytes digitales. La idea de DVDs por correo le resultó una basura, porque el cambio de lo análogo a lo digital era cuestión de tiempo.
El siguiente era Khan, quien luego de pensarlo por unos minutos, aceptó. Marc asegura que lo hizo para apoyarlo más que por fe en la idea. Al igual que Khan, Meyer también decidió participar. Aún faltaba dinero, así que Marc decidió usar a su inversora de confianza: su madre.
Con dos millones de dólares en mano, la historia de Netflix estaba por emprender vuelo. Lo primero fue alquilar una oficina y toda la tecnología necesaria para arrancar, así como el inventario que se ofrecería a los clientes.
No obstante, hacer funcionar la web a la perfección representaba un desafío. Era necesario que el usuario que ingresara pudiera buscar por géneros, actores o año de lanzamiento, y no solo por el nombre exacto de una película.
El equipo de programadores pudo desarrollar un lenguaje que automáticamente recomendaba a los usuarios películas similares a las vistas anteriormente, o aquellas con mejor puntaje. Un sistema similar se puede seguir viendo en Netflix en la actualidad.
El día del lanzamiento de Netflix, el equipo estaba hecho un manojo de nervios. Si bien en los papeles todo parecía normal, era la primera vez que pondrían a prueba la plataforma realmente. No sabían qué desafíos podían aparecer.
La web se publicaría a las 9 am, y cuando faltaban 15 minutos para las 9, Christina encontró el primer problema. No había creado un correo automático para los usuarios que enviara la confirmación y el recibo de pago. Se tendría que hacer manualmente.
Esto no era un gran problema si el flujo de usuarios era bajo, como se estimaba.
“Hace algunos meses vimos la oportunidad de crear una marca comercial importante en un mercado multimillonario, así como de ser el catalizador del desarrollo de una de las categorías electrónicas que más rápido crecen. Netflix ha abierto el primer videoclub de DVD online: Netflix.com”.
Esas fueron las declaraciones de Randolph en el momento exacto del lanzamiento de Netflix. Fue un evento que pasó de grandioso a caótico en segundos debido a la inesperada cantidad de usuarios que entraron a la web, saturando los servidores y haciendo que la plataforma se cayera.
Aquello ocurrió múltiples veces ese día. El departamento de informática tuvo que ir una y otra vez a una tienda cercana a comprar más servidores para poder cubrir la demanda. El equipo había pensado que la web sería utilizada por unas 20 personas como mucho, pero el día acabó con 137 órdenes de diferentes clientes.
Había detalles en los que trabajar, pero la idea había calado en el público. Netflix acababa de entrar a una etapa totalmente diferente.
Con el paso de los meses, las ventas apenas mantenían la compañía y los alquileres parecían no interesar al público. Marc no hallaba una solución viable y todo se venía abajo.
“La persecución de un sueño es ir tras algo casi imposible de alcanzar. En el mundo de las start-ups, donde el dinero peligra y los tiempos son reducidos, la persecución diaria de tu sueño es agitada y frenética”.
Marc recuerda el día que marcó un antes y después para él. Aquel día en el que Reed se le acercó y le dijo: “Tenemos que hablar”.
Su compañero se sentó a solas con él para comentarle que estaba perdiendo la fe en él, que su estrategia era errática y que tenía problemas de juicio, criterio de contratación e instinto financiero. Le sugirió que fuese el presidente, y que él tomaría las riendas como director general.
El presidente no tiene tanta incidencia en el proceso operativo de las compañías, pero sí sobre las ideas y la toma de decisiones. Aquello le cayó como un balde de agua fría a Marc Randolph, aunque por dentro sabía que Reed tenía razón.
Cuando tu sueño se hace realidad, ya no solo te pertenece a ti, sino a la gente que te ha ayudado. En eso pensó Marc cuando tuvo tiempo a solas para analizar la propuesta de dejar la dirección de Netflix. La aceptó.
Marc se acostumbró rápidamente a la presidencia, podía seguir alentando al equipo y traer ideas frescas a la junta directiva. El marketing era una de sus pasiones y sin tantas presiones podía llevarlo a cabo a la perfección.
La cultura de Netflix era brindar libertad a sus empleados, pero también romper el hielo con actividades divertidas. Fue en esos momentos de entretenimiento y lucidez, allá por 1999, cuando Randolph pensó en eliminar las penalizaciones por devolución tardía y crear nuevos modelos de negocios.
Un formato de suscripción podía ser lo que tanto necesitaba Netflix. Por un cobro mensual, se les enviarían 4 DVD y cuando se devolviera uno, la compañía enviaría otro. El usuario jamás se quedaría sin algo que ver.
La suscripción tendría un costo de casi dieciséis dólares y un mes de prueba gratuita. Los clientes adoraron el nuevo formato. Del 100% de los usuarios que ingresaron en la plataforma el día del lanzamiento del nuevo servicio, el 90% decidió probarlo, brindando los datos de sus tarjetas de crédito.
Marc tomó otra decisión: en los meses venideros, el pago se cobraría automáticamente a las tarjetas de los clientes. Por supuesto, se les notificaría a los clientes aquello y tendrían la opción de cancelar la suscripción en cualquier momento.
Toda la compañía esperaba cancelaciones masivas del servicio, pero curiosamente, fueron pocos quienes lo hicieron. La idea de Marc había funcionado.
Netflix parecía recobrar vida… hasta que en el año 2000, la burbuja del puntocom reventó. Miles de empresas que trabajaban en la red se fueron a la quiebra, mientras otras que habían soportado el golpe estaban en caída libre. Una era Netflix que, si bien mantenía sus operaciones, perdía dinero cada mes.
Aquel escenario impidió el primer intento de Netflix de entrar a la bolsa, pero también trajo otras contemplaciones: vender la empresa, recortar gastos operativos y despedir empleados.
El comprador más factible era Blockbuster, adquirir Netflix le venía perfecto para entrar en el negocio de la suscripción. Sin embargo, el videoclub no estaba interesado.
La junta directiva se tomó un tiempo para evaluar cada proceso de Netflix, recortando los programas y eliminando aquello que no agregaba valor.
Marc recuerda el despido de trabajadores como uno de los momentos más emocionalmente duros en la historia de su start-up. Pero era algo necesario para que la plataforma de entretenimiento siguiera creciendo.
Los ajustes y el aumento de la suscripción a $19,99 mantuvo a Netflix en el juego. Mientras, la cabeza de Marc formulaba otra idea creativa: películas y series en streaming.
La salida a la bolsa de Netflix, en 2002, con el precio de la acción a $16,19, representó para Marc Randolph el fin de su carrera en la empresa. Había disfrutado el viaje, las bromas, las batallas de argumentos, las reuniones. Crear la empresa, verla tropezar y ser reconstruida lo había llenado.
Cuando Marc tenía 21 años, su padre le dio una lista de instrucciones escritas a mano.
Reglas de Randolph para alcanzar el éxito:
Las reglas de Randolph ayudaron a Marc en su carrera profesional y en su vida personal. Este dejó Netflix cuando se dio cuenta de que su sueño no era el producto acabado, sino el proceso de creación. Al irse, pudo seguir haciendo lo que le gustaba como asesor de start-ups.
En 2021, Reed sigue siendo el director ejecutivo de Netflix, que posee más de 150 millones de usuarios alrededor del mundo, cotiza en la bolsa a $540 por acción y es considerado el servicio de streaming por suscripción más grande del mundo.
Aunque las historias de fundaciones de las grandes empresas son contadas como una epifanía o un relato épico, la de Netflix es más que eso. Es una historia de creatividad, cultura de trabajo, compañerismo, críticas constructivas y de decisiones difíciles.
“Eso nunca funcionará” es lo que muchos dicen ante una idea de negocios, pero “el paso más potente que alguien puede dar para hacer realidad su sueño es simple: hay que empezar”. Así lo hicieron Marc Randolph y Reed Hastings con Netflix, la que es ahora la plataforma de streaming más famosa en todo el mundo.
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Emprendedor, accionista y asesor de diferentes empresas de Sillicon Valley. Conocido por ser el cofundador de Netflix, ha sido creador de 8 empresas y asesor de 6 más.... (Lea mas)
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