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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: Quiet: The Power of Introverts in a World That Can't Stop Talking
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN: 9788490063637
Editorial: RBA Libros
En esta obra, Susan Cain revoluciona la forma en que son vistos los introvertidos.
En un mundo donde la sociedad recompensa a la personalidad más extrovertida y dinámica, incluso en espacios inadecuados, los introvertidos poseen un poder que no está a simple vista. ¿Te sientes identificado? ¡Mira lo que la autora tiene para decir!
A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, el paradigma sobre lo que debíamos ser y sobre cómo debíamos comportarnos, cambió. Nuestra percepción de identidad, nuestro actuar en una entrevista de trabajo, incluso el cómo cortejar y hasta cómo criar a nuestros hijos no volvió a ser igual.
Esa época vio el nacimiento de lo que se conoce como “la cultura de la personalidad”. Antes de ese periodo, la idea cultural del carácter era la seriedad, la disciplina y el respeto. Pero a finales del siglo XIX, la sociedad exigía a cada individuo convertirse en un actor.
Ser extrovertido, magnético, fervoroso, dominador, enérgico, activo, era la nueva norma. Se afianzó la idea de las primeras impresiones y del qué dirán. Aquellos que no se ajustaban, los introvertidos, eran dejados de lado. Los hombres tímidos o retraídos eran etiquetados de homosexuales, mientras las mujeres de estas características eran catalogadas como frígidas.
En los años 20, la introversión era asociada a una madre mimadora o a un complejo de inferioridad. Esa idea se afianzó en los años posteriores, incluso en áreas profesionales: tanto instituciones como empresas preferían a una persona proactiva, extrovertida. No se le veía utilidad al “introvertido brillante”.
Las personas, en un entorno de trabajo competitivo, deben mostrarse confiadas, con impulso; no deben mostrar ningún sentimiento de duda. Los introvertidos, cuyo comportamiento es enteramente diferente, debían ajustarse a dicha realidad. De ahí surge, en parte, la venta de miles de cursos de oratoria, de control del miedo escénico, y de liderazgo.
En lo académico, todo gira alrededor del colectivo, de la resolución de problemas en grupo. Incluso cuando esta técnica no siempre permite explorar ni explotar la creatividad del individuo, y mucho menos realizar un análisis profundo.
Un experto en formación de Atlanta expresaba, en un artículo de 2006 de Wharton Programs for Working Professional: “Aquí todo el mundo sabe lo importante que es ser extrovertido y lo problemático que resulta lo contrario, todos se desviven por parecer comunicativos por incómodo que les pueda parecer”.
En un estudio de William B. Swann Jr. y Peter J. Rentfow, pudo comprobarse que quienes hablaban más eran considerados más listos, mejor parecidos y más agradables, aún cuando sus pares menos parlantes eran igual de inteligentes.
Pero esta norma social no actuaba por sí sola, era afianzada por la publicidad, la radio, el cine y los diferentes medios. Se vendía la idea del culto a la personalidad, y se veía la introversión como un problema psicológico serio.
Uno de los grandes dilemas de la introversión siempre fue saber si se trata de algo meramente biológico, genético, o si también influían fenómenos sociales.
Un estudio de 1989 liderado por Jerome Kagan, científico de Harvard, expuso a un grupo de niños a diferentes estímulos visuales, sonoros y olfativos, como globos explotando, voces grabadas en cintas magnetofónicas, móviles coloridos danzando en el techo y algodones impregnados de alcohol.
La idea de Kagan era saber si era posible determinar cuáles de los niños, al crecer, se convertirían en introvertidos y extrovertidos. Los resultados se dividieron en tres grupos:
a) Los bebés que no respondían a los estímulos.
b) Los hiperreactivos que pataleaban y agitaban los brazos.
c) Y un grupo intermedio que ocasionalmente reaccionaba a los estímulos.
Kagan lo tenía claro: los niños hiperreactivos eran los que tenían mayor probabilidad de convertirse en reservados al crecer. La explicación de esto era que tenían una amígdala, también conocida como el cerebro emocional, más reactiva.
Los hiperreactivos, en el futuro introvertidos, son más sensibles a su entorno. Interiorizan de una forma más profunda la información que reciben del mundo. También toman más tiempo para tomar una decisión, pues la analizan desde distintos ángulos.
La hiperreacción es asociada con la sensibilidad emocional, cuerpos y rostros delgados, y una propensión a enfermarse de pequeños.
¿Pero la introversión es una consecuencia únicamente de lo genético? El mismo estudio aclara que estos patrones se quedarán para siempre con la persona, pero que los atributos congénitos de la personalidad son solo el 40 o 50% de ella.
Los comportamientos tienen más de una causa. Las actitudes como el recelo, la timidez o la impulsividad pueden tener múltiples desencadenantes. La influencia de los padres, las experiencias, el entorno social y el libre albedrío lógicamente influyen.
Más allá de lo genéticamente predeterminado y de lo vivido en la infancia, los introvertidos son capaces de dar forma, en la madurez, a su propio ser.
La introversión no es sinónimo de timidez. La timidez es el miedo a hablar o hacer algo para no ser juzgado por la sociedad, mientras que la introversión es parte de una personalidad que prefiere estar en quietud, en soledad y en espacios donde sea posible reflexionar.
A una persona tímida no le molesta estar en grandes grupos, una persona introvertida suele sentir cómo su energía se drena en actividades sociales, aunque no en todas. Lo que ocurre, y una de las razones por las cuales se confunden estos términos, es que muchos introvertidos toman una postura de reservados y callados, como los tímidos.
Lo anterior no impide que los introvertidos puedan ser buenos líderes, de hecho, personajes de la historia como Mahatma Gandhi, Martin Luther King y Rosa Parks, practicaban una forma de introversión y resistencia pacífica.
El historiador Douglas Brinkley los describe como “el género de mártires de voz suave al que Dios nunca abandonaría”.
Los introvertidos y su resistencia pacífica tienen el talento para conectar a las personas que buscan arreglar el mundo.
América y Europa son dos continentes con culturas totalmente diferentes, pero que concuerdan en una: la extroversión es determinante en la sociedad. Pero ¿es esto así en todas las culturas? Una de las culturas que no parece prestarle atención al ideal extrovertido es la asiática.
Los padres asiáticos impulsan a sus hijos a buscar la excelencia académica y artística, los motivan a curtirse como individuos para brillar en su futuro, incluso cuando eso signifique dejar atrás actividades y eventos de socialización.
Es muy propio de la cultura china, por ejemplo, cuidar de la educación propia, ser reflexivo y analítico.
La cultura asiática es ajena a los peores excesos del ideal extrovertido. La autora asume que se debe a la forma en que dicha sociedad es llevada a trabajar en comunidad. Por eso cada sujeto, extrovertido o no, buscan resaltar ante el resto por su individualidad, más que por sus capacidades grupales.
Estos aspectos de la sociedad oriental en contraste con la occidental no son nuevos. Dar un vistazo a los refranes de ambas culturas lo deja en evidencia:
“Mucho aúlla el viento y la montaña calla”, “Los que saben no hablan y los que no saben, hablan”, y “Aunque no haga nada en especial por observar la disciplina del silencio, la vida solitaria me aparta, de forma automática, del pecado del habla” son algunos proverbios orientales.
“El discurso es la civilización misma. La palabra, aún más la contradictoria, preserva el contacto: es el silencio lo que aísla”, “Quien desee ser fuerte domine la palabra, porque en la lengua del hombre está su fuerza y el habla es más poderosa que la lucha”, y “Niño que no llora, teta que no mama” son algunos occidentales. La diferencia es evidente.
Brian Little, antiguo profesor de psicología de la Universidad de Harvard y ganador de la Beca Docente 3M, es un hombre bajito, simpático, con propensión a echarse a cantar, y descrito por sus estudiantes como una persona extrovertida, amigable y sumamente inteligente.
¿Creerías que esa misma persona es un introvertido? Little pasa la mayoría de su tiempo libre en solitario, escribiendo entre libros y música. Prefiere los encuentros de tú a tú, en vez de las fiestas.
“¿Es caer en una dicotomía exagerada distinguir entre el sabio filósofo introvertido y el dirigente intrépido extrovertido?”. Son conocidos algunos de los límites fisiológicos respecto de quiénes somos y cómo actuamos, ¿pero se debe manipular el comportamiento para encajar? ¿O deberíamos guardar fidelidad a nuestro propio ser?
El profesor Little tiene la respuesta clara: el cambio está justificado cuando su causa impulsa nuestro proyecto personal o nuestro fin en la vida. Por ejemplo, si tu verdadero deseo es estudiar comunicación social, aunque seas introvertido, puedes simular que eres extrovertido, porque la meta lo vale.
Por supuesto, debes hacerlo hasta un punto que sea soportable, nunca hay que excederse. Lo mismo sucede con las relaciones amorosas, en especial si la pareja está conformada por alguien introvertido y alguien extrovertido.
Mientras uno querrá tener grandes fiestas y eventos, el otro buscará el refugio en la soledad. Para que algo así funcione, es necesario llegar a un “acuerdo sobre rasgos libres”, donde ambas partes ganen. El equilibrio y el respeto debe ser parte fundamental en la relación.
Las parejas deben resolver sus diferencias a través del diálogo, ceder hasta un punto aceptable para complacer al otro. Un introvertido puede ser parte de una fiesta de su pareja extrovertida, sin necesidad de sentir presión por interactuar con el grupo. El extrovertido debe entender la personalidad más apacible de su contraparte.
Por supuesto, las reuniones y fiestas son solo un ejemplo general. Hay miles de situaciones más donde estas disparidades pueden cobrar vida.
“El amor es esencial, y el ser sociable, opcional. El secreto de la vida consiste en colocarse bajo la iluminación correcta, sea esta, como es para algunos, un foco de Broadway, sea, en el caso de otros, una lámpara de escritorio”.
Emplea tus facultades naturales, persistencia, concentración, perspicacia y sensibilidad, en una ocupación que te llene y deje huella. Resuelve problemas, crea arte, discurre con detenimiento.
Renuncia al puesto de presentador de televisión y obtén un título de bibliotecaria; pero si lo que amas es lo primero, crea “un personaje extrovertido que [te permita] llegar al final de la jornada”.
Dedica tu tiempo a lo que te gusta, sáltate las reuniones o fiestas si es necesario, no te sientas culpable si declinas invitaciones.
En caso de que tus hijos sean callados, ayúdalos a congraciarse con nuevas situaciones y personas nuevas, pero nunca los aprisiones, deja que sean ellos mismos. Sé feliz con la originalidad de sus mentes.
Lo mismo si eres docente: disfruta, comprende y cultiva tanto a los estudiantes extrovertidos como a los introvertidos.
En caso de que dirijas una empresa, ten en cuenta que al menos la tercera parte o la mitad de los empleados son introvertidos. Medita sobre cómo organizar tu espacio. No obligues a esos empleados a ir a eventos que los extrovertidos disfrutan, como fiestas o retiros.
“La próxima vez que vea a alguien con el rostro sereno y la voz suave, recuerde que dentro de su cabeza puede estar resolviéndose una ecuación, componiéndose un soneto o diseñándose un sombrero: desatándose, por decirlo de otro modo, el poderío de los callados”.
La cultura americana y europea desde el siglo XIX está representada por la exaltación de la extroversión, de la persona enérgica, sociable y activa, poniendo a los tímidos y reservados en una posición desventajosa. En la educación, en el entorno laboral y hasta en el social, el introvertido es menospreciado.
La introversión, determinada por la genética, la crianza, el entorno social y el libre albedrío, no va de problemas psicológicos o de “rarezas”. Se trata de una forma más sensible de asimilar el entorno, cuyo poder reside en la creatividad y las capacidades cognitivas magnificadas por la soledad y la calma.
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Escritora, abogada y consultora de negociaciones. Es reconocida internacionalmente por sus ensayos acerca de la introversión. Su charla TED d... (Lea mas)
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