El fin del amor: Querer y coger en el siglo XXI - Reseña crítica - Tamara Tenenbaum
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El fin del amor: Querer y coger en el siglo XXI - reseña crítica

El fin del amor: Querer y coger en el siglo XXI Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Sexo y relaciones

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: 

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN:  978-8432237638

Editorial: Seix Barral

Reseña crítica

Lejos de quedar atrapada en la comunidad en la que nació, Tamara Tenenbaum decide salir al mundo y hacerse las preguntas claves del siglo XXI acerca de los vínculos y el patriarcado. Con una mirada lúcida, experiencia y lecturas, desarma conceptos como el amor y la maternidad.

La autora hace una invitación a las mujeres para reflexionar y aprender a desear libremente, y abandonar el sentido represivo del sexo.

¿Preparada para tomar nota? ¡Comencemos!

Amor romántico

Tenenbaum describe el amor romántico como la idea de que una pareja debe estar fundada solamente en la atracción mutua y libre de dos personas que son la una para la otra, las más importantes del mundo, exceptuando a los hijos. Es una institución joven comparada con su institución madre: el matrimonio.

Durante mucho tiempo, el matrimonio fue pensado, más que como la unión entre dos personas, como una unión entre dos familias que se asociaban para producir renta juntas y ayudarse mutuamente.

El judaísmo ortodoxo no cree en la idea del individuo, que es uno de los pilares conceptuales del amor romántico moderno: si no pensáramos que todas las personas son únicas, especiales e irrepetibles, enamorarse de alguien en particular no tendría sentido.

En consecuencia, en la crianza de las mujeres judías ortodoxas se idealiza la familia, el cuidado de los hijos y las “tareas del hogar”, pero no el marido ni el amor ni la pareja.

En esa distancia entre la conveniencia y el deseo, entre lo familiar y lo personal, entre el matrimonio como unión de dos colectivos y la pareja como vínculo entre dos seres humanos, nace eso que hoy llamamos amor romántico.

Entre la historia de la familia y la del amor romántico hay una ruptura que necesitamos pensar para entender que liberarnos de una no significa sacarnos de encima lo otro.

El amor romántico es un efecto de la subjetividad moderna, pero no solo eso, sino que a su vez la produce y la refuerza al cuestionar las instituciones tradicionales, como la familia, el clan o la patria.

No es en estos casos una imposición social, sino una forma de rebeldía: propone una transgresión respecto de la familia (al menos en principio). Cultura mediante, el amor se fue cimentando conceptualmente como la forma específicamente femenina de la rebeldía.

Parte del trabajo de deconstrucción implica visibilizar que la disociación entre amor y economía, y amor y política es una ficción ideológica en el sentido más literalmente marxista del término: una ficción que oculta las relaciones de poder subyacentes.

Una mujer puede hacer infinitas cosas pero si no tiene un amor, socialmente será reconocida como un sujeto incompleto. Además, el amor romántico demanda que debe darlo todo. En cambio, los hombres no tienen esa obligación. Ni siquiera es deseable: un hombre que lo da todo es un “pollerudo”.

El amor romántico les proveyó a muchas mujeres un lenguaje para hablar y actuar, aun de forma velada y heteronormativa, su propio deseo. Los varones no necesitaban nada de eso. Es por esto que no tenían por qué vincular (como sí hicieron las mujeres) la búsqueda del amor con la libertad o con el coraje.

Siempre se puede estar mejor

Tamara nació en Argentina, en el seno de una familia ortodoxa judía. Y afirma que aunque vivas en una ciudad enorme en el medio de todos, incluso aunque tengas tele e Internet, es como si vivieras en otro planeta.

A los 22 años la autora reconoce que hizo clic y pudo ver con claridad la violencia que sufren las mujeres desde chicas en la calle y en cualquier parte. Y esta violencia resultaba en que las mujeres desarrollasen una relación completamente peculiar con el espacio público, con la noche, con el mundo.

Tenía la sensación de que muchas mujeres habían tolerado malos tratos o situaciones violentas aun sin adscribir a la idea más tradicional del amor romántico e incluso rechazando ese marco de manera explícita.

Que nadie esté amenazando con un arma para que las mujeres formen pareja no significa que no haya mecanismos que condicionan, que no prohíben pero que hacen que una elección sea mucho más costosa que otra, en términos que pueden ser económicos pero también simbólicos o emocionales.

La autora afirma que el patriarcado no solamente prohíbe sino que también seduce. Propone modelos de identificación y de felicidad que son importantes a la hora de pensar la libertad de las mujeres como las prohibiciones escritas, aunque a veces sean más difíciles de ver y, por eso mismo, de desarmar.

Comprar la idea de que con esfuerzo todo es posible y nadie puede detenerte es fácil; la alternativa, aceptar que en el amor existen demasiados factores (materiales, económicos y políticos, pero también personales o azarosos) que no dependen ni de tu dieta ni de tu coeficiente emocional, es más angustiante.

Hay otra trampa más grave: la que dice que para vivir siempre un poco mejor no es necesario cambiar el mundo.

Para lograr cambios tangibles, hay que tomar una decisión y hacerse responsable, pero también conversar, y construir y destruir de a muchas para desarmar los discursos y las estructuras que nosotras mismas estamos repitiendo y alimentando, con las que disciplinamos a otras mujeres y a nosotras mismas.

Monogamia 

La aparición de la monogamia está vinculada con la agricultura, el sedentarismo, una división sexual del trabajo mucho más marcada (donde el trabajo doméstico, afectivo y sexual que realiza la mujer en su hogar no es reconocido como trabajo) y la subordinación económica, política y sexual de las mujeres hacia los hombres, los únicos dueños de la tierra.

Un papel firmado o una promesa de amor no son suficientes para evitar el hecho de que todo se puede romper en cualquier momento. Creer en esas promesas es una fantasía de la que necesitamos desprendernos. No hay ninguna unión que nos salve de la condición precaria de la vida y de las relaciones humanas.

La monogamia impuso restricciones: las exigencias de virginidad antes del matrimonio, la exclusividad una vez contraído este matrimonio y la disposición permanente a complacer el deseo del otro. Pero solo se les impuso esto a las mujeres.

El reconocimiento de la mujer como sujeto deseante es una amenaza para el sistema que se sostiene en su subordinación, su trabajo impago, y su conducta predecible y ordenada. La idea de que el mundo no es un lugar seguro para las mujeres tiene una potencia disciplinadora arrolladora: implica que ellas no deben vivir sin un hombre.

El patriarcado recomienda que las mujeres se unan a un varón para evitar la violencia de todos los demás. La monogamia heterosexual ofrece protección.

El desafío de las relaciones libres, afirma la autora, radica en tomarse en serio el deseo del otro, es decir, desprenderse de la convicción de que ese otro me pertenece y probar modos del amor que prescinda de esa noción sin dejar de lado eso que llaman querer bien.

Hay pocas cosas más funcionales al sistema imperante que el deseo de usar a los demás y descartarlos como si fueran cosas para luego conseguir otras nuevas.

Cualquier vínculo implica poner en jaque el egoísmo. No se trata de no tener valores, sino de vivir de acuerdo con los principios que vengan de nosotros y no desde afuera: es darnos a nosotros mismos nuestras propias leyes.

Lo que Tamara entiende por nuevo paradigma es la apuesta por la amistad como política, la construcción de lazos afectivos consensuados que, sin embargo, tengan cierta flexibilidad, en los que haya responsabilidad pero también comprensión, en los que pueda haber sexo o bien pueda no haberlo.

Propone construir comunidades de amor y amistad que sean contenedoras, sólidas, aunque acepten la condición precaria de la existencia y de los vínculos. La única salida que ve a la mezcla de dependencia en la pareja es una explosión del afecto: la pareja puede salvarse si la descentramos.

Maternidad 

Tenenbaum comienza el capítulo hablando de las mujeres de la generación criada en los 60, que afirman que en su época no se debatía nada acerca de la maternidad, porque tener hijos era algo que se daba por sentado.

Históricamente, ser madre fue más una fatalidad del destino que una elección, no solo por razones biológicas sino también sociales.

La autora afirma que las millennials hablan mucho sobre esto porque están llegando a la edad en que, según el mandato, las mujeres tienen hijos, pero también porque viven en una época con una relación muy peculiar con la maternidad.

Donde antes había una certeza de la que pocas mujeres se corrían hoy hay una pregunta, una pregunta insidiosa y difícil.

La sensación es que las exigencias a las madres son cada vez más altas: desde los medios, los libros “para mamis” y las redes sociales, las mujeres reciben infinitas directivas sobre lo que tienen que hacer y no hacer para ser buenas madres.

Están, entonces, en una situación paradójica: la dedicación completa al bebé es una obligación moral sin ser un derecho universal.

La autora se pregunta: ¿Hay algo que molesta socialmente de las mujeres sin hijos? ¿De las que tal vez sí quieren tener hijos, pero pretenden además seguir pensándose en otros roles, en otros lugares además de sus casas, sus cocinas y los cuartos de sus bebés?

El modo en que el deseo de las mujeres, sea de maternar o no, se ve aplastado por la norma aparece como una primera certeza.

Se produce un cruce de reflexiones: la relación potencial de cualquier mujer con sus poderes reproductivos y con los hijos; y el mandato, que tiene como objetivo asegurarse de que ese potencial (y todas las mujeres) se mantengan bajo control masculino.

Las mujeres viven rodeadas de mensajes sobre la maternidad, pero rara vez en relación con el deseo. La maternidad puede aparecer como el castigo por desear o el costo que la que quiso tener relaciones tiene que pagar.

Se habla también, desde el sentido común, de “realizarse como mujer” y de “madurar”; de hecho, en muchas culturas la maternidad es el verdadero rito de pasaje a la adultez.

Los arquetipos que santifican a las madres perfectas están lejos de ser inofensivos porque, al tiempo que legitiman ciertas maternidades, deslegitiman otras: las no biológicas, las de las mujeres que quieren o necesitan trabajar, las de las lesbianas, las de las que quieren seguir saliendo a bailar, disfrutando de su sexualidad o militando.

Caminos posibles

Tamara no titubea al afirmar que para acomodar deseos diversos, lo que se necesita es un Estado presente que ofrezca una variedad muy amplia de políticas públicas.

Hacen falta licencias largas, pero no solo eso: licencias de paternidad, horarios flexibles para que las madres puedan seguir maternando mientras trabajan, guarderías y jardines públicos con buenas coberturas horarias y geográficas, idealmente en los lugares de trabajo y estudio que las mujeres frecuentan.

Considera que las mujeres tienen que organizarse para que el cuidado no sea, además de una tarea cada vez más exigente, también cada vez más solitaria.

Tenenbaum finaliza estas reflexiones diciendo que lo que están intentando las feministas es inventar una tercera opción: una ética de la otredad que no sea una ética del sacrificio, una idea de felicidad que sea colectiva sin ser opresiva.

La sororidad consiste mucho más en eso que en una solidaridad teórica entre identidades feminizadas: consiste en pensar comunidades elegidas y relaciones basadas en la posibilidad de compartir antes que de negociar.

Tenemos un modelo y ese modelo es la amistad: un vínculo que se elige pero que, una vez elegido, también obliga, también nos pone en relaciones de vulnerabilidad con los demás.

Notas finales

En “El fin del amor: Querer y coger en el siglo XXI”, Tamara Tenenbaum reflexiona acerca de temas centrales en la sociedad de hoy: la maternidad, el deseo, las diferentes maneras de vincularse sexualmente y mucho más. Descubre este maravilloso libro que te hará repensar muchísimas de tus costumbres para poder ser más libre y feliz.

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¿Quién escribió el libro?

Licenciada en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires, en donde se desempeña como docente. Enseña, además, en la Universidad Nacional de las Artes. Como periodista, colabora en La Nación, Infobae, Anfibia, Orsai, Vice, elDiarioAr y elDiario.es, entre o... (Lea mas)

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