Dormir Sin Lágrimas - Reseña crítica - Rosa Jové
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Dormir Sin Lágrimas - reseña crítica

Dormir Sin Lágrimas Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Parentalidad

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: 

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 

Editorial: La Esfera De Los Libros

Reseña crítica

Entender el proceso que conlleva dormir será muy útil para ti y tu hijo. A partir del trabajo de Rosa Jové comprenderás que prestarle atención en lo que te pide cuando llora, utilizar métodos naturales y desterrar modelos forzados o poco comprobados harán que el sueño del niño mejore. ¡Anímate a “Dormir sin lágrimas” y empieza a descansar!

Todo sobre el sueño infantil

Algo que tenemos en común todos los seres humanos es el sueño. Sin él no podemos funcionar. Sirve para descansar y reponer energías.

Sin embargo, muchas veces no conocemos todo lo que conlleva el proceso de dormir.

El sueño corto le permite al cuerpo recuperarse del cansancio físico, al mismo tiempo que le brinda más defensas a nuestro sistema inmunológico.

En tanto que el sueño REM nos ayuda a gestionar nuestras emociones, mientras que también está relacionado a la memoria y el aprendizaje.

Si bien existen diversas teorías, Rosa Jové remarca que el sueño no tiene los mismos objetivos ni las mismas funciones para un bebé que para un adulto.

Por ejemplo, las funciones van evolucionando a medida que las personas van creciendo. Cada edad reclama unas necesidades diferentes, por lo que el cuerpo se va adaptando.

En caso de que seas padre o madre, no podrás enseñarle a tu hijo a dormir. Como es una necesidad vital, los bebés nacen sabiéndolo hacer.

Vienen con el sueño “incorporado” porque la naturaleza misma nos diseñó así.

Al ser diferente en cada etapa de la vida, las etapas del sueño son más marcadas en la primera infancia.

En el caso del recién nacido (y anteriormente el feto) se presentan con dos fases bien distintas que aparecen de forma natural. Una es el sueño activo, similar al REM, y otra es el sueño lento.

Para los siete o diez meses ya se notan todas las fases del sueño, aunque tienen un ritmo diferente al de los adultos. Es normal que hasta los cuatro años los niños tomen pequeñas siestas.

Recién entre los cinco y seis años el sueño empieza a parecerse al de un adulto. Se trata de un único momento nocturno que tiene entre 8 y 10 horas de duración, además de soltar las siestas.

Jové explica que la disimilitud a esta altura son los despertares nocturnos. Todos los padecemos, sólo que los adultos ya sabemos cómo retomar el sueño para continuar descansando.

No te preocupes por tus hijos, ellos aprenderán a hacerlo a su debido tiempo. Recuerda que “el sueño de un bebé nunca es indicativo del sueño que tendrá de adulto”.

Cómo identificar un problema

Lamentablemente, todo lo bueno en ocasiones puede tener algo malo. Muchos disfrutamos el acto de dormir, pero otros lo padecen. Y los bebés no son ajenos a ello.

Aquí aparecen los trastornos de sueño. Pero antes de verlos en profundidad tenemos que saber reconocerlos.

Para la autora lo importante es saber identificar con fina precisión a cada uno. Por esto mismo remarca que no hay soluciones mágicas ni un único remedio para todos los inconvenientes. Si ves algo así, no le creas a ese método.

Jové destaca que cada tipo de problema va a tener una manera de afrontarlo diferente.

Lógicamente, en el proceso de identificación puede haber errores.

La autora enumera algunas causas comunes en la falla de un diagnóstico:

  • Error en la interpretación del comportamiento del bebé.
  • Falta de información sobre lo que no es normal a cada edad.
  • Falta de sincronía entre los horarios de los padres y los niños.
  • Hacer de lo normal un problema sembrando la alarma.

No dudes en recurrir a la abundante información que existe en el mundo. La equivocación más usual suele ser pensar que tu hijo duerme mal pero no comprobarlo.

Aprovecha la data contrastada que tienes a disposición para descubrir qué es normal y qué no dependiendo de cada edad.

También ayuda ponerse en el lugar de tu hijo. Si ves la vida a través de sus ojos, identificarás de manera correcta qué puede llegar a necesitar y qué quiere. Esto hará que no malinterpretes sus demandas.

En oportunidades, los horarios que tenemos incorporados en nuestra rutina no son los mejores para ayudar a nuestros hijos a dormir.

Rosa señala que uno de los mayores conflictos frecuentemente es la falta de sincronía entre las obligaciones de unos y los derechos de los otros.

Pero… ¡que no te gane el pánico! En miles y miles de años de civilización aún no se ha inventado un método universal para dormir a los niños y nunca hubo grandes problemas en relación a ello.

Todos terminaban durmiendo. Y si tu hijo todavía no lo hizo, calma. Ya lo hará. Es solo una cuestión de tiempo.

Los trastornos del sueño

Ahora sí, siguiendo la etapa de evaluación, llegamos a los problemas que aquejan a nuestros bebés y niños.

Rosa señala que a los niños pequeños en ocasiones les cuesta acostarse, lo que trae como resultado alteraciones horarias.

Esto se debe a que siguen un horario de 25 horas en vez de 24, tal como hacemos los adultos.

Como ya vimos, nuestros hijos terminan adaptándose a las 24 horas de forma completamente natural. Tienen varios referentes externos e internos.

Si bien no funciona de forma garantizada en todos los casos, seguir una rutina para mostrarles cuándo es de día y cuándo es de noche los orienta para identificar en qué momento dormir.

Jové explica que existen dos tipos de trastornos del sueño: disomnias y parasomnias.

Las disomnias son alteraciones en la calidad y la cantidad de sueño. Son los más comunes, ya que la mayoría de los padres claman contra estas variaciones.

Aquí se pueden nombrar como ejemplo a estas inquietudes:

  • Cantidad de sueño insuficiente.
  • Cantidad de sueño excesiva.
  • Apneas y despertares nocturnos.
  • Alteraciones horarias.

Mientras que las parasomnias son eventos o conductas anormales durante el sueño. La autora menciona a modo de ejemplo a andar o hablar dormido, las pesadillas y los terrores nocturnos.

Entre las parasomnias más comunes están:

  • Pesadillas.
  • Terrores nocturnos.
  • Sonambulismo.
  • Somniloquia.
  • Bruxismo.
  • Automecimiento brusco.
  • Alucinaciones hipnagógicas, hipnopómpicas y parálisis del sueño.

Para mejorar buena parte de las parasomnias en los niños lo ideal es que se acuesten con poco cansancio y poca ansiedad.

En este sentido, lo mejor es seguir un horario para acostarlos. En tanto que durante el día hay que promover actividades que les permitan relajarse. Además ayuda mucho hacerles compañía y dormir con ellos.

Lo que no se debe hacer

Una vez evaluada la situación del niño, es necesario intervenir para cambiar su situación. Aunque hay cosas a evitar.

Desde que se empezaron a publicar en los años ‘50, varios profesionales han tomado como base los métodos para enseñar a dormir a los niños dejándolos solos.

Hasta existen casos de especialistas que adjudican su autoría apenas por haberle realizado pequeñas modificaciones a las ideas originales.

Según Jové, no hay grandes variaciones entre las mecánicas que enseñan a dormir a base de dejar de llorar mediante una tabla y los que simplemente dejan llorar.

De todos modos, sí se encuentran diferencias a la hora de aplicarlo: antes de los 18 meses o después.

Sin embargo, la autora critica estos modelos de adiestramiento. La causa se debe a que no enseñan a dormir propiamente, sino que provocan un shock emocional que altera al menor.

Le modifica los niveles de las principales hormonas que regulan nuestras emociones. Además le demuestran que no vale la pena quejarse porque nadie le responderá.

Por este mismo motivo rinde mejor en niños pequeños. Son los que más probabilidades tienen de shock.

Más allá de esto, Rosa no deja de mencionar las secuelas que deja esto, ya sea a corto, mediano o largo plazo:

  • Trastornos de ansiedad.
  • Depresiones.
  • Indefensión aprendida.
  • Trastornos de apego.
  • Trauma por estrés agudo.
  • Síndrome de estrés postraumático.

Si tu hijo padece alguna de estas alteraciones, puedes repararlas. No obstante, no serán reversibles.

Por más que no hagan un esfuerzo para que no se note, ya nada será igual.

En ocasiones estas conmociones quedan camufladas y recién explotan en la adultez. En ese momento trabajarlas es más difícil.

Y por más que algún especialista lo recomiende, no hay que utilizar fármacos o drogas en los trastornos de sueño infantil. Generalmente traen aparejados más problemas. Se genera el efecto contrario.

Qué podemos hacer

Como ya vimos, no es necesario preocuparse demasiado o ser alarmista. Si tienes un niño sano, tarde o temprano dormirá sin interrupciones.

Las respuestas están en la naturaleza.

Lo podemos ver en la lactancia, que trae múltiples beneficios.

Por ejemplo, ayuda de manera doble al niño a conciliar el sueño. Por un lado, por los propios nutrientes de la leche materna. Y por el otro, por la relajación que le brinda el contacto con su madre y la succión calmante.

En tanto que la mamá también se ve favorecida por este acto. La lactancia hormonalmente le ayuda a dormirse con mayor facilidad.

Otra práctica que sirve para los dos involucrados es el colecho.

A través de él, el retorno a un sueño luego de un despertar es más corto en ambos casos.

Al mismo tiempo, ayuda a sincronizarse con la madre y a pasar de un estadio del sueño a otro con mayor facilidad.

Para que el colecho de resultados es necesario practicarlo de forma segura. Hay que seguir unas reglas sencillas:

  • Colchón duro para que el niño no quede atrapado.
  • Sábanas sin lazos ni cintas que puedan atrapar al bebé.
  • No taparlo por demás, sus padres ya le dan calor.
  • Los padres no deben ser fumadores habituales.
  • Tampoco pueden estar bajo efectos de alguna droga o alcohol que le impida atender al niño como corresponde.
  • No ayuda tener obesidad mórbida.

Jové comenta que lo que también influye en un niño a la hora de dormir es la actitud positiva y responsiva de la madre hacia él. De esta manera, crea una tranquilidad en el bebé que lo induce al sueño.

Si la relación entre madre e hijo es correcta, la ansiedad por la supervivencia en el niño se desvanece. Así pasa a enfocarse más en conductas más pausadas y más rítmicas.

Para evitar problemas a futuro, se realista en cuanto a las horas que puede llegar a dormir un bebé como así también en la cantidad de despertares. Asimismo, concéntrate en las señales del niño cuando tiene sueño para tener la situación controlada.

Por último, la autora brinda una “guía para padres desesperados” con el objetivo de que todos disfruten de noches más placenteras.

Estos son los pasos a tener en cuenta:

  1. Tener expectativas reales en relación a la cantidad de horas que tu hijo puede dormir.
  2. Lleva un registro escrito de su sueño.
  3. A partir de ese registro, descifra si tiene alguna alteración o trastorno.
  4. Controla el ritmo circadiano.
  5. Analiza qué puedes hacer por él.
  6. Intenta proceder con algo que puedas realizar de manera sistemática todos los días.
  7. Entonces, evalúa la sincronía del bebé.
  8. Acomoda el ambiente para facilitar su sueño.
  9. Busca algo que le guste a tu hijo para dormir y hazlo con serenidad.
  10. Utiliza las técnicas adecuadas de acuerdo a su edad.
  11. Chequea sus despertares.
  12. No olvides la atención nocturna, ocúpate rápido de él cuando despierte.

Notas finales

Probablemente no exista en el mundo de habla hispana persona más especializada en este tema que Rosa Jové.

La psicopediatra hizo que “Dormir sin lágrimas” se transformara en un manual imprescindible para padres de bebés y niños.

Ante la inexperiencia, muchos progenitores entran en pánico cuando su hijo no puede dormir. No obstante, este libro trae tranquilidad.

Enseña que el sueño es un proceso evolutivo que todos aprendemos tarde o temprano.

Más allá de esto, resulta interesante ayudar al niño en ese proceso a través de métodos naturales. La lactancia, el colecho y una sana relación entre madre e hijo resultan fundamentales para evitar trastornos.

Sólo recuerda que no hay soluciones mágicas para esto, como tampoco ayudan la “mano dura” o métodos similares. Lo único que traen estos modelos son problemas a futuro.

Si tu hijo llora, atiéndelo. Es lo que te está pidiendo. Con tu atención encima de él, todo irá mejor.

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¿Quién escribió el libro?

Rosa Jové es Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Barcelona. Se especializó en psicología clínica infantil y juvenil y en psicopediatría, que va en bebés de 0 a 3 años. Tam... (Lea mas)

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