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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro:
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN: 9783462037197
Editorial: VINTAGE ESPAÑOL
Como bien dicen: “Pueblo chico, infierno grande”. Conoce las múltiples perspectivas de un asesinato anunciado que nadie pudo evitar. Amor, desamor, engaños, honor, muerte y un pueblo incapaz de actuar.
Gabriel García Márquez, con todos sus detalles, te hace viajar a ese pueblo y revivir la reconstrucción de los hechos desde adentro. ¡No te pierdas de una de las mejores novelas del siglo XX!
Santiago Nasar, el día de su muerte, se levantó temprano, con dolor de cabeza, para esperar el buque en el que llegaría el obispo. La noche anterior había asistido al casamiento de Ángela Vicario y solo había dormido una hora.
Se puso la misma camisa y pantalón de lino blanco que había usado la noche anterior en la boda.
De no haber sido por la llegada del obispo, hubiese llevado el vestido caqui y las botas de montar con las que iba a la hacienda de ganado que había heredado y que él administraba. La muerte de su padre lo había forzado a dejar los estudios.
La última imagen que su madre, Plácida Linero, tuvo de él fue en su paso por el dormitorio cuando la despertó tratando de encontrar una aspirina.
La puerta del frente de la casa solía permanecer cerrada, salvo en ocasiones festivas. Pero fue allí donde los hombres que matarían a Santiago lo esperaron. Y fue por allí que Santiago salió a recibir al obispo.
Esa mañana, Victoria Guzmán, la cocinera, y su hija se enteraron de lo que estaba por suceder por boca de una mujer que buscaba caridad, pero no alertaron a Santiago de su destino.
La hija de Guzmán, quien estaba interesada en Santiago, dejó la puerta delantera abierta para que Santiago pudiera entrar rápido cuando los hombres llegaran. Por abajo de la puerta, además, alguien había dejado una carta en la que se detallaban los motivos del inminente asesinato, pero Santiago nunca la vio.
Los gemelos Pedro y Pablo Vicario, hermanos de Ángela, esperaban a Santiago en el negocio de Clotilde para cometer el crimen.
La hermana del narrador, Margot, lo invitó a desayunar e insistió en que se fueran juntos. Era una insistencia rara, tanto que Cristo Bedoya, amigo de Santiago, creyó que Margot sabía lo que pasaría y quería esconderlo en su casa.
Santiago aceptó, pero le dijo que antes iría a cambiarse.
Mucha gente sabía que matarían a Santiago esa mañana. Y, pronto, todo el pueblo también supo que Ángela Vicario había sido devuelta a sus padres porque el esposo había descubierto que no era virgen.
Santiaga, la madre del narrador, salió a alertar a Plácida pero ya era tarde.
Bayardo San Román era un hombre rico que, aparentemente, viajaba de pueblo en pueblo buscando esposa, hasta que vio a Ángela.
Mucho se decía sobre él: que era marica, que era atractivo, que era raro, que era el diablo, que ocultaba cosas.
Según decía la propietaria de la pensión donde vivía Bayardo, él vio a Ángela cruzando la plaza con su madre un día y decidió que se casaría con ella.
Otras versiones afirmaban que se habían conocido en las fiestas patrias de octubre, donde Bayardo compró todos los números de una rifa para regalarle una ortofónica que se rifaba a Ángela.
Al principio, la familia no lo aceptó. Pero cuando Pedro y Pablo fueron a devolverle la ortofónica, quedaron atrapados en los encantos de Bayardo.
Ángela era la menor y más bella de una familia con escasos recursos en la que las mujeres habían sido criadas para casarse y para sufrir, y los hombres para ser hombres.
Bayardo, para poner fin a las conjeturas, llevó a su familia al pueblo. La carta grande era el padre, héroe de las guerras civiles.
Finalmente, la familia terminó aceptando con gran alegría a Bayardo, pero Ángela no quería casarse porque, según ella, era demasiado hombre.
La familia le había impuesto la obligación de casarse con ese hombre y, según sus padres, no tenían derecho a “despreciar aquel premio del destino”.
Nadie hubiese imaginado que Ángela no era virgen. Lo único que necesitaba era levantarse a la mañana con la “mancha de honor” en las sábanas. Sus amigas le habían dado consejos para fingir su virginidad.
Durante la boda, Bayardo ordenó que todos siguieran bailando y se llevó a la esposa aterrorizada para la casa que había comprado para ambos.
Santiago Nasar, el narrador, Cristo Bedoya y otros muchachos siguieron de fiesta y, en el curso de la noche, los hermanos Vicario se detuvieron a beber con ellos.
Pero, al rato, Bayardo San Román se presentó en la casa de Pura, su suegra, y devolvió a la esposa.
Pura Vicario le dio una golpiza a Ángela y, cuando los gemelos volvieron a la casa, le exigieron a Ángela el nombre del hombre que había deshonrado a la familia.
“Santiago Nasar”, respondió.
Los gemelos lo habían matado a conciencia y lo decían sin problema, pero también se creían inocentes porque lo habían hecho por el honor.
“Nunca hubo una muerte más anunciada”.
Luego de que la hermana les revelara el nombre, los gemelos fueron en busca de los cuchillos que usaban para sacrificar cerdos.
Se dirigieron al mercado de carnes para afilarlos, donde 22 personas los oyeron decir lo que harían. Faustino Santos, un carnicero amigo, también escuchó la confesión, pero dada la buena reputación de los gemelos, nadie les hizo caso.
Los hermanos fueron al negocio de Clotilde a esperar a Santiago. Allí bebieron aguardiente con la vista fija en la casa de Plácida, esperando que la luz de la habitación de Santiago se encendiera, cosa que nunca ocurrió. Le confesaron a la mujer que matarían a Santiago y 12 personas más que se acercaron al negocio se enteraron del destino del muchacho.
Clotilde advirtió que llevaban cuchillos y despertó a su marido, pero él le respondió que los gemelos no podían matar a nadie. Clotilde envió a la mujer que buscaba caridad a que le contara a Victoria Guzmán que los gemelos matarían a Santiago, para que Plácida se enterara.
En el curso de la mañana, varias personas pararon al coronel Lázaro Aponte para contarle lo que los hermanos planeaban, pero este solo les quitó los cuchillos.
Prácticamente todo el pueblo sabía de las intenciones de los gemelos y de los motivos del inminente asesinato.
Los hermanos volvieron al negocio de Clotilde con nuevos cuchillos que previamente también habían afilado en el negocio de Faustino.
La noche de la boda, Santiago, con otros amigos, fue a la casa de los recién casados a ofrecerles unas canciones. No sabía que Bayardo había devuelto a la esposa unas horas antes.
El padre Amador también se enteró de las intenciones de los hermanos Vicario y, si bien quiso advertirle a Plácida, se olvidó de hacerlo por la llegada del obispo.
Pablo Vicario también le confesó al hermano del narrador lo que harían, pero tampoco creyó que fuera verdad.
La autopsia que le realizaron a Santiago Nasar fue un verdadero desastre. El médico que la haría se encontraba ausente y, como no encontraron un lugar para conservar el cuerpo refrigerado, le pidieron al padre Amador, quien tenía estudios de medicina, que realizara la autopsia. Un estudiante de medicina lo ayudó con el procedimiento.
Llevaron a cabo la autopsia sin las herramientas adecuadas. "Fue como si hubiéramos vuelto a matarlo después de muerto", aseguró Amador.
Se determinó que la muerte de Santiago fue el resultado de múltiples heridas mortales, algunas en el estómago, una en el páncreas, otras en el hígado y el intestino.
El cuerpo fue devuelto en terribles condiciones, motivo por el cual debieron enterrarlo con urgencia. Los gemelos fueron encerrados y la familia Vicario abandonó Riohacha.
Pura Vicario los visitó antes de marcharse y le pidió al padre Amador que confesara a sus hijos. Si bien ellos insistían en que no tenían de qué arrepentirse, la muerte de Santiago, especialmente su olor, los perseguía: "...tan pronto como comenzaban a dormirse volvían a cometer el crimen".
Prudencia Cotes, novia de Pablo, esperó a que Pablo saliera en libertad y se casaron. Pedro, cuando recuperó la libertad, se reincorporó al ejército.
Sin embargo, todo el pueblo estaba de acuerdo en que la víctima real era Bayardo, quien había quedado sin esposa y sin honor. Al día siguiente de la boda, enviaron un patrullero a su casa y lo encontraron inconsciente. Su familia fue en busca del hombre y se marchó del pueblo.
Después de algunos años, el narrador le pidió a Ángela que le dijera la verdad acerca del hombre que le quitó la virginidad, pero Ángela insistió en que fue Santiago.
Ángela, además, le confesó que inmediatamente después de que Bayardo la dejara en la casa de sus padres, ella comenzó a pensar en él y luego de un tiempo se dio cuenta de que estaba loca de amor por él.
Durante los siguientes 17 años, ella le envió cartas, pero nunca recibió respuesta, hasta que un día Bayardo se presentó en la casa de Ángela con una maleta llena de ropa y otra con todas las cartas sin abrir que ella le había enviado.
Si bien los intentos fueron vagos y las intenciones de los gemelos eran públicas, nadie logró impedir la muerte de Santiago.
Mucha gente se acercó a prestar declaración, motivo por el cual el juez tuvo que pedir refuerzos. Casi todo el pueblo tenía un gran aprecio por Santiago y se habló sobre su muerte durante muchos años.
El narrador especulaba que los gemelos habían hecho públicas sus intenciones con el fin de que alguien los detuviera. Según Clotilde, a los gemelos les había caído un compromiso sobre sus espaldas del cual debían liberarlos.
De hecho, los gemelos se encargaron de que Yamil, un antiguo amigo del padre de Santiago, se enterara. Yamil le informó a Cristo Bedoya lo que sucedía y Cristo fue de inmediato en busca de Santiago, pero no pudo encontrarlo.
Cristo le advirtió a Victoria Guzmán y a su hija acerca de los planes de los gemelos. Ambas lo sabían para ese entonces, pero decidieron no advertirle a Santiago.
Bedoya no tuvo el valor de decírselo a Plácida y se dirigió a la tienda de Clotilde. Allí los gemelos le dijeron a Bedoya que le avisara a Santiago que lo esperaban para matarlo.
Durante la búsqueda de Santiago, Bedoya se cruzó con el coronel Aponte y le dijo que los gemelos tenían nuevos cuchillos y que llevarían a cabo su plan. El coronel le respondió que se ocuparía.
Bedoya pensó que Santiago estaría en la casa del narrador desayunando con su hermana, pero en el camino se encontró con una mujer que le pidió ayuda con su padre que estaba agonizando.
Esa demora le impidió a Bedoya llegar a tiempo para salvar a Santiago.
Santiago, sin embargo, se había ido a la casa de su novia, Flora Miguel, quien lo recibió enfadada por el supuesto engaño y le deseó que lo mataran.
Nahir Miguel, su suegro, le contó sobre las intenciones de los gemelos y le dijo: “O te escondes aquí, que es tu casa, o sales con mi rifle”.
Santiago le contestó que no entendía “un carajo” y salió de la casa con miedo y confundido.
La gente del pueblo trató de ayudar a Santiago con gritos para prevenir que fuera por ese camino, pero Santiago, absorto, se dirigió hacia su casa.
Su madre, quien ya estaba al tanto de la situación, había cerrado la puerta delantera para que los Vicario no pudieran entrar. Los gemelos lo interceptaron y lo acuchillaron en la puerta delantera.
Santiago seguía de pie; tuvo fuerzas para caminar más de cien metros hasta llegar a la puerta trasera e ingresar a la cocina, donde murió.
“Crónica de una muerte anunciada” es una fascinante y atrapante historia, inspirada en un suceso real, de un pueblo que no pudo evitar la muerte de un muchacho. Hay muchos temas que tienen lugar en la novela, como el amor, la opresión de la mujer, la pasividad colectiva y la religión, entre otros.
Como es un pueblo chico, todos se conocen y, además, todos tienen diversas y por momentos contradictorias perspectivas y juicios de valor acerca de los hechos, los responsables y hasta del clima del día del asesinato.
El narrador, amigo del joven asesinado, se dedica a recolectar los relatos de toda la gente involucrada directa o indirectamente en el crimen y reconstruye la historia a partir de esos fragmentos. Es una narración que mezcla el género periodístico, el policial y el realismo mágico.
Por último, vale la pena mencionar que, aunque muchos creen que Santiago no tuvo nada que ver con lo ocurrido, nunca se revela si fue el verdadero responsable de robarle la virginidad a Ángela.
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Fue un destacado escritor colombiano. Algunas de sus obras más reconocidas son “Cien años de soledad” (1967), “Crónica de una muerte anunciada” (1981) y “... (Lea mas)
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