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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: Brazillionaires: Wealth, Power, Decadence, and Hope in an American Country
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN: 0812996763, 978-0812996760
Editorial: Profile Books
Estamos en Latinoamérica. Aún así vivimos consumiendo historias y narrativas basadas en las grandes fortunas de las familias billonarias americanas. En “Brazillionaires”, en este caso, Alex Cuadros explora la historia de los billonarios brasileños. El libro fue considerado uno de los mejores libros de 2016 por Financial Times. En él, Alex nos cuenta un poco sobre el pasado de Brasil, sobre cómo estos billonarios acumularon sus riquezas - y en algunos casos cómo las perdieron. En esta narrativa, Cuadros nos ayuda a entender cómo la desigualdad social ha crecido en el país y cómo la relación de los políticos y los empresarios moldea el mundo de los negocios brasileño. Es una lectura interesantísima para quien busca entender la creación de las grandes fortunas brasileñas y los patrones que las permean. ¿Vamos juntos a explorar este microlibro y entrar de cabeza en el universo de los brasillonarios?
Cuando Bloomberg News invitó al periodista norteamericano Alex Cuadros para hablar sobre los billonarios brasileños, se sintió en la obligación de investigar cómo los países en desarrollo estaban asumiendo un papel importante en la economía mundial y cómo la desigualdad social estaba transformando a estos países. Los billonarios brasileños y sus enormes fortunas están en el tope de la pirámide económica y acumulan poder y riquezas de manera extravagante. Ellos son el 0,001% de los hombres más ricos del mundo. Pero Alex investigaba y tenía una dificultad en encontrar a tales billonarios. Descubrió a los billonarios de Ambev y 3G Capital, pero no encontraba muchos más. Poco a poco descubrió a los billonarios escondidos. Ellos estaban detrás de empresas como las cervecerías Schincariol y Devassa, y constructoras como la Camargo Corrêa y Odebrecht. Todos estos eran negocios billonarios, pero ninguna de estas personas estaba en la lista de los más ricos de Forbes. Y eso era lo que querían: seguir invisibles. Ellos no querían atención, pues sabían que sus fortunas escondían historias oscuras.
En los cuatro años que Cuadros siguió a estos billonarios, aprendió cómo estos hombres se aprovecharon de la economía, del gobierno y de los medios en Brasil para enriquecerse y conquistar la admiración de la población.
Aunque sea el país más grande de América del Sur y el quinto más grande del mundo, Brasil es, especialmente para los americanos, un lugar misterioso que remite a clichés como el samba y el fútbol. El país es rico en recursos naturales y tiene una historia bella, pero poco se entiende sobre su economía fuera de él.
Con un gobierno corrupto y burocrático y con altos niveles de pobreza, queda claro que Brasil, bajo una perspectiva económica, es un país muy atrasado, si se compara con economías como la norteamericana o la alemana.
Recientemente, el país alcanzó destaque internacional, junto con Rusia, India y China, como uno de los miembros del BRIC. Juntos, estos cuatro países fueron vistos como futuras potencias de la economía mundial. Mientras tanto, mientras China todavía es vista de esa manera, las perspectivas para Brasil cambiaron bastante y el país dejó de ser un candidato a potencia para volverse un país de futuro incierto.
Ya probablemente lo sabías, pero Alex abre su libro explicando al lector que para la mayoría de los brasileños, es difícil el acceso a cosas básicas de la vida. Educación, salud y saneamiento básico no son ítems de acceso universal. La gran verdad es que un porcentaje alto de la población fuera de las grandes capitales no tienen acceso a estos servicios. Además de eso, las capitales están llenas de favelas y regiones sin la infraestructura necesaria para darle a los ciudadanos las comodidades mínimas necesarias. Brasil cuenta con un sistema educacional de bajísima calidad y hospitales completamente abandonados para aquellos que dependen de los servicios públicos.
Aunque la constitución brasileña garantiza la gratuidad de la salud, si tienes un problema de salud y no tienes un plan de salud privado en Brasil, es probable que necesites esperar todo el día en el consultorio para ser atendido. En los hospitales van a faltar profesionales, equipos y medicamentos. O sea, el derecho a la salud, en la práctica, no es tan real.
Otro aspecto importante y limitador de la economía brasileña es que existe mucha burocracia para hacer tareas básicas como abrir una cuenta en el banco o instalar una línea telefónica. Además de eso, cancelar estos servicios es aún más complicado. Cuando tratas de cambiar tu proveedor de internet por ejemplo, existe tanta resistencia que puede ser que necesites registrar reclamos con las agencias gubernamentales responsables.
Los trabajos jurídicos se hacen aún más difíciles, porque necesitas registrar tu firma y reconocerla en una notaría física antes de enviar cualquier documento para el gobierno. ¡Hasta para realizar las tareas más básicas el brasileño puede acabar esperando horas y llenar decenas de formulários! Para que una empresa pague sus impuestos, por ejemplo, necesita miles de horas al año, de acuerdo con las estadísticas del propio gobierno. Eso hace que nazca un mercado de contadores, abogados y gestores paralelo a la burocracia, que ayudan a la gente y a las empresas a navegar por ese océano caótico, cobrando por ello.
Brasil logró progresar mucho en las últimas décadas. La generación anterior vio un país empobrecido y luchando contra la dictadura que gobernó la nación desde 1964 hasta el retorno de la democracia en 1990.
Con el regreso de la democracia, la exportación de commodities como el café, azúcar, soya y frijoles, ayudaron a Brasil a volverse la séptima economía más grande del mundo. Hoy Brasil también es un gran productor de petróleo, ocupando la décima posición en el ranking mundial. En ese contexto, nos deparamos con un escenario curioso: ¿Cómo una economía tan poco sofisticada puede generar tantos billonarios?
Jorge Paulo Lemman es un famoso empresario brasileño, nacido en Rio de Janeiro en 1969. Se graduó en economía en Harvard y es considerado uno de los hombres más ricos del mundo por la revista Forbes. Se asoció con Marcel Telles, también un famoso empresario brasileño con una fortuna estimada en R$ 48 billones y con Beto Sucupira, el cuarto hombre más rico de Brasil.
En 1982 los tres compraron Lojas Americanas y Brahma - que más tarde se fusionó con Antártica dando origen a Ambev. En 2004, surgió 3G Capital, un fondo de private equity brasileño con sede en Nueva York y Rio de Janeiro.
3G Capital controla marcas americanas populares como Budweiser y Burger King. En 2013, 3G Capital anunció la compra de Heinz en sociedad con Berkshire Hathaway, del famoso multibillonario Warren Buffet. A finales de 2013 3G Capital tenía un valor en el mercado de 187 billones de dólares.
¿Impresionante, no? Esta reciente historia de construcción de un imperio billonario parece hasta una historia de construcción de grandes fortunas del mercado americano en el siglo pasado, ¿cierto?
A pesar de los avances económicos de Brasil, los ricos y los pobres aún están muy divididos, especialmente en relación al tratamiento que reciben de la ley y del gobierno. Mientras las personas acusadas de crímenes menores como robo o venta de drogas recreativas necesitan esperar por un juicio tras las rejas, la situación es diferente para los más ricos.
Los ricos tienen recursos para pagar por apelaciones y contratar abogados que se aprovechan de las brechas del sistema legal y retrasan el proceso de juicio mientras los clientes siguen en libertad por grandes periodos de tiempo.
Una historia que prueba eso es la de Paulo Maluf, ex-alcalde de la ciudad de São Paulo. Maluf tuvo una carrera política de 5 décadas y fue acusado de innúmeros actos de corrupción en ella.
Mientras tanto, él vivía en una mansión gigantesca y coleccionaba carros, inclusive habiendo invertido para doblar la potencia de su Porsche 996 en un taller de personalización. Maluf andaba junto a los dos empresarios más grandes de Brasil y parecía tener el mismo estilo de vida que ellos.
En 2011 la justicia brasileña ya tenía evidencias que probaban que él había desviado cerca de$19 billones de dólares de los cofres públicos, sólo durante su mandato como alcalde de São Paulo. Sus prácticas de enriquecimiento ilícito se basaban en la sobrefacturación de obras y así él recibía recursos de la iniciativa privada, de empresas como Mendes Júnior y OAS.
Maluf también es buscado por la Interpol, por crímenes internacionales, como falsificación de documentos y lavado de dinero. A pesar de todo eso, Paulo Maluf continúa suelto. El sistema judicial lento y burocrático brasileño y sus recursos para pagar buenos abogados hace que la justicia no logre condenarlo y que siga en libertad por tanto tiempo.
En su libro, el autor afirma que el brasileño es cordial, una palabra que tiene su origen en otra palabra, corazón. En una sociedad que es movida por el corazón, las personas tienden a valorar sus lazos personales más que las instituciones. Uno de los hombres más ricos de Brasil en el siglo 16 construyó su fortuna distribuyendo favores, mientras era el asistente de los gobernantes. Eso hizo que en Brasil gobierno signifique algo patriarcal. Era la habilidad de distribuir cargos para la familia y los amigos.
En este sistema coronelista, las autoridades públicas distribuyen favores a sus amigos. Sin embargo, eso no ocurre solo en la esfera política. También fue a través de este tipo de arreglos que muchos de los empresarios brasileños llegaron al poder y conquistaron sus fortunas. Esta forma coronelista de ser tiene sus orígenes en un pasado distante. Cuando el Rey Don Juan VI de Portugal salió de Europa para huir de Napoleón, llegó a Brasil en una pésima situación política y económica. Para conseguir recursos, en 1808, dividió las tierras brasileñas en capitanías hereditarias y vendió activos brasileños a sus amigos portugueses de la familia real. Ahí surgieron las raíces de la corrupción que se volvieron parte de la cultura brasileña, especialmente en el mundo de los negocios.
En 1964, los militares asumieron el gobierno en un régimen dictatorial. Cinco años después, crearon una iniciativa llamada Operación Bandeirantes, o Oban, que no era nada más que un programa para desenmascarar políticos y manifestantes que iban en contra de los intereses de los militares.
La entidad fue desde el inicio financiada por algunos empresarios paulistas, como Henning Abert Boilesen, en la época presidente de Ultragás.
La organización usaba tortura durante los interrogatorios y oprimía a aquellos con divergencias ideológicas. Entre sus víctimas está la ex-presidente de Brasil, Dilma Rousseff, por ejemplo.
Con los militares en el poder, los empresarios no tenían muchas opciones además de aceptar el status quo, para no perjudicar sus negocios. Algunos se dieron cuenta de que cooperar con la Oban significaba que el empresario estaba en una buena posición con los políticos que controlaban a Brasil y ayudaba al crecimiento de sus negocios. En esa época, la economía estaba es dificultades y muchos empresarios creían que apoyar la Oban los ayudaría a mantener sus negocios funcionando. Desafortunadamente, aún hoy, este tipo de cooperación entre los empresarios y los políticos es todavía muy popular en Brasil y una parte significativa de las empresas más grandes del país son comandadas por personas que se aliaron al gobierno en algún momento.
Otra característica triste de Brasil es que los sobornos son considerados una herramienta aceptable en el mundo de los negocios. Se cree que las empresas que no forman parte de esos procesos se quedan en una posición de desventaja competitiva. La gente habla del costo Brasil, o sea, el altísimo precio de los productos por aquí, pero poca gente habla sobre el lucro Brasil, la ganancias obtenidas por muchas empresas que se benefician de esta cultura. El soborno es tan común que los economistas calcularon que son responsables por una pérdida de cerca de 1% del PIB del país, o sea, al año desaparecen algunas decenas de billones de la economía.
A inicios de los años 90, en una entrevista con Emilio Odebrecht, hijo del fundador de la constructora Odebrecht, el periodista le preguntó si habían sobornado a un ministro. Él dijo que no, pero que en Brasil necesitas hacer favores para lograr las cosas. “No somos una empresa inocente, las empresas inocentes no sobreviven”, afirmó.
A pesar de la reciente sacudida en la reputación de la economía brasileña en razón de los innúmeros casos de corrupción, hubo una fase positiva en la década de 2000, y la historia de Eike Batista ilustra muy bien este momento.
Eike Batista nació en 1957, en una familia rica de Minas Gerais, liderada por su padre, Eliezer Batista da Silva, que era el ministro de Minas y Energía en la década de 1960 y el presidente de la compañía Vale. Eike comenzó su carrera en los negocios a inicios de los años 2000, comprando minas de hierro en una época que la demanda de las fábricas de acero chinas seguía aumentando los precios del mineral de hierro en el mercado. En el imaginario popular, él era un playboy, casado con una modelo, que tenía un buen ojo para los negocios. Pero, para los inversionistas, había algo más: la familia Batista. Con la ayuda de sus familiares, Eike reclutó a los mejores ingenieros de Vale y empezó a vender su nueva empresa en el mercado. A pesar de no tener mucha experiencia operacional, hizo muchas promesas, y en julio de 2006 captó muchos recursos de grandes fondos de inversiones y abrió su empresa de minería MMX, levantando $400 millones de dólares y logrando el mayor IPO que Brasil había visto hasta ese momento.
La ascensión de Eike era increíble. Desde 2007 hasta 2010, cuadruplicó su patrimonio, llegando casi a los 30 billones de dólares. Rápidamente se volvió el octavo hombre más rico del mundo. Él se enriquecía al vender una imagen de éxito a las nuevas empresas que su grupo lanzaba. Era también recibido por los políticos más grandes del país y lograba conseguir diversos favores, al final, los políticos necesitaban mover grandes cantidades de recursos públicos y Eike parecía conocer los atajos.
Eike apreciaba tanto sus relaciones políticas, que incluso siendo de derecha lograba mantener buenas relaciones con el entonces gobierno de izquierda de Brasil. Brasil venía pasando por una serie de mandatos presidenciales de izquierda, iniciados con Lula en 2003 y que continuó con Dilma Rousseff hasta 2016. Ambos presidentes eran afiliados al Partido de los Trabajadores (PT).
Incluso antes del inicio de esta secuencia de gobiernos izquierdistas, los hombres más ricos de Brasil estaban preocupados con las perspectivas futuras, a fin de cuentas, PT y Lula eran socialistas y estaban interesados en mantener un gobierno más asistencialista. Inicialmente, el propio Eike llegó a describir la toma de posesión de Lula como un retroceso para Brasil. Pero Lula parecía enfocado en acabar con la asociación de los gobiernos de izquierda con el caos económico y por eso se enfocó en aproximarse a las grandes fortunas brasileñas. Durante su gobierno, él invirtió en un programa de desarrollo, con el objetivo de fomentar la tecnología y mejorar la infraestructura con puertos, represas y calles, una área muy atrasada en Brasil.
Eike poseía diversas empresas en diferentes sectores relacionados a la infraestructura y por eso se mantuvo cerca del gobierno. Eso le permitió recibir diversos préstamos de valores gigantescos del Banco de Desarrollo de Brasil, el BNDES.
Eike era un gran vendedor, pero también era un especulador. Sus negocios estaban operando con baja productividad y no se sabía a ciencia cierta si realmente lograban cumplir con las expectativas de los inversionistas. Varias de las reservas de petróleo del grupo X acabaron no mostrándose viables para la explotación. Para empeorar las cosas aún más, se involucró en escándalos personales. Su hijo, Thor Batista, atropelló y mató a un ciclista en una Maclaren deportiva que costaba millones de dólares.
Batista era el promotor del futuro próspero de Brasil al mercado financiero. Sin embargo, el castillo de cartas que estaba construyendo estaba dando señales de que se desmoronaba. En 2012, el mismo año en que apareció en la revista Forbes como el octavo hombre más rico del mundo, vio su fortuna caer a la mitad de su valor en solo 90 días. Quedó claro que había algo mal. Tanto los emprendimientos de Eike como la economía brasileña estaban apoyándose en un mercado turbulento, inestable y de alto riesgo. Eike y Brasil parecían ser una burbuja lista para explotar.
Uno de los peores errores de Eike fue rehusarse a escuchar cualquier cosa que no quería oír. Tenía el hábito de llamar a cualquier empleado que cuestionase el éxito de un proyecto de “pantalones cortos”, su manera de llamar a alguien de infantil y descalificarlo delante de los demás empleados. Ya en 2013, los analistas de acciones de Stanford & Poor’s empezaron a alertar que la petrolera OGX podría quebrar al final de ese año.
No solo los negocios de Eike, toda la economía brasileña estaba entrando en un declive. El crecimiento parecía estancado y los análisis de mercado confirmaban un pronóstico de crecimiento más lento. Eso hizo que los inversionistas extranjeros empezaran a dudar del futuro de Brasil y gradualmente retiraran sus inversiones. Con el derrocamiento del capital, el gobierno pasó a necesitar préstamos de los bancos extranjeros a tasas de interés muy altas. Y así empieza el círculo vicioso. Las cosas fueron empeorando y en 2013, las empresas del grupo X tuvieron pérdidas de $10 billones de dólares. El entonces octavo hombre más rico del mundo pasó a tener un patrimonio negativo. Eso hizo que en mayo de 2014 él decidiese vender sus casas, hoteles y carros para obtener dinero. En una trayectoria paralela, los problemas socioeconómicos de Brasil también parecían resaltarse cada vez más.
Esta tormenta perfecta hizo que la presidente Dilma Rousseff sufriese un proceso de impeachment por usar recursos de los bancos gubernamentales para maquillar las finanzas del gobierno, las llamadas pedaladas fiscales. Aunque esos métodos de contabilidad creativa no son nuevos, y ya habían sido adoptados por otros presidentes, el país estaba tan frustrado con su situación que Rousseff acabó como chivo expiatorio y fue sacada de la presidencia el 31 de agosto de 2016.
Desafortunadamente, el panorama económico de Brasil no está mejorando, ya que la incertidumbre política vino acompañada del caos económico. El dinero continúa saliendo de Brasil, y China no está comprando tanto acero como antes, dejando a las exportaciones perjudicadas. Las perspectivas del Fondo Monetario Internacional son de recesión hasta el final de 2017.
Con tantos problemas de corrupción, Brasil permanece como una incógnita para los inversionistas internacionales.
Existe una historia fascinante detrás del éxito de Brasil, de la ascensión de sus billonarios y de su subsecuente caída. El modelo brasileño tiene un historial de corrupción que se ha perpetuado por siglos, lo que causa desigualdad y paternalismo. No sabemos qué esperar y también quedamos con un frío en la barriga aquí en 12’. #vamostorcer #nocorruption
Consejo de 12’: ¿Qué tal revisar en la lista de Forbes que nos muestra los 20 billonarios más grandes de Brasil?
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Alex Cuadros es un reportero y autor de Brazillionaires: Riqueza, Poder, Decadencia y Esperanza en un país americano, que fue establecido para el premio del Business Book of the Year de FT, también escribió para The Atlantic, The Baffler, Bloomberg Businessweek, Lapham's Quarterly, The New Yorker y The Washington Post, y sus informes lo llevaron a Brasil, Colombia, Irak, México y Venezuela. Su apellido es boliviano, pero nació en la ciudad de Nuev... (Lea mas)
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