Balón dividido - Reseña crítica - Juan Villoro
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Balón dividido - reseña crítica

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Deportes

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: 

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 9786070721243

Editorial: Planeta México

Reseña crítica

“Balón dividido” es un ensayo completísimo del fútbol hecho por Juan Villoro. Retrata de forma fiel a grandes ídolos como Ronaldinho, Guardiola o Messi y narra con detalles sucesos históricos. Pero no queda ahí, sino que también añade análisis para entendernos como sociedad en relación al deporte, busca comprender la pasión y examina roles olvidados como el de los árbitros. ¡Un lujo!

La pasión muere al último

La derrota es normal dentro de los deportes -y la vida en sí misma-.

Según Juan Villoro, los mexicanos saben convivir con ella. Hasta su grito “¡Sí se puede!” deja en claro que en la mayor parte de las oportunidades no han podido festejar. Pero aún así, lo siguen intentando.

“Cuando el triunfo, la fama y la gloria ya se han ido de la cancha, nuestra pasión sigue intacta”, explica el autor.

A través del fútbol vivimos una segunda infancia.

Como todo deporte, sucede tanto en la cancha como en la imaginación. “Todo placer tiene un componente ilusorio”, señala Villoro.

Sin embargo, existe una gran diferencia: un aficionado sueña con lucirse en su equipo favorito, en tanto que Pelé sueña con que erra un penal. La ilusión se ve enfrentada con la presión de la realidad.

Retomando el concepto de la infancia, un estadio de fútbol resulta ser un lugar propicio para forjar las relaciones entre padres e hijos.

“Todo aficionado tiene una relación íntima con el juego: la multitud que llena un estadio representa la más estruendosa versión de la vida familiar”.

Formas excesivas de los goles

Una de las cosas más importantes en el fútbol es el gol. Quizás sea la de mayor relevancia, la que crea héroes y villanos.

Hay algunos icónicos.

Villoro recuerda el que Lionel Messi marcó con la camiseta del Barcelona al Getafe, el 18 de abril de 2007. Se trató de una copia casi idéntica al de Diego Maradona frente a Inglaterra por el Mundial de 1986.

“El gol de Messi expresa de manera sencilla y contundente la capacidad creativa de un imitador; su jugada fue un prodigio que a nadie se le ocurrió considerar original”, cuenta.

Otro caso es el de Pelé. Hasta 1970, todas las selecciones que habían abierto el marcador en la final del Mundial luego perdieron.

Sin embargo, Brasil rompió la racha. Se adelantó 1-0 a Italia gracias a su figura y terminó festejando por 4-1.

Por último, el autor menciona al Start ucraniano. En plena Segunda Guerra Mundial, bailaron al Flakelf alemán. Hasta llegaron a portería listos para rematar y prefirieron devolver la pelota al centro.

Los nazis tomaron esto como un acto de soberbia y los metieron en un campo de concentración.

Lionel Messi: infancia es destino

Messi nació en Rosario, Argentina, el 24 de junio de 1987.

Desde que comenzó a jugar al fútbol a los cinco años en el Grandoli deslumbró con sus dotes. Era una versión miniatura de lo que vendría después.

A los ocho años, sus padres se preocuparon por su altura. No crecía de forma “normal”. Lo llevaron al médico y allí descubrieron que le faltaba una hormona. Se podía tratar pero era demasiado costoso.

Duró dos años más en su ciudad natal: dos compañías se habían hecho cargo de los costos al inicio pero cuando dejaron de realizarlo, Newell’s se negó a asumirlo.

Probó suerte en River, donde quedaron encantados con él. No obstante, el club de Buenos Aires no quiso negociar el traspaso con Newell’s ni tampoco pagar el tratamiento.

Entonces, Lionel y su papá Jorge viajaron a Barcelona. El entrenador Carles Rexach apenas necesitó un entrenamiento para decidirse a ficharlo.

El resto es historia conocida.

Hoy en día Messi mantiene la misma personalidad decidida -y a la vez desinteresada- que cuando era pequeño. “Cuando un hombre juega como el niño que quiere una bicicleta, es el mejor futbolista del mundo”, agrega el autor.

El aprendizaje del vértigo: un domingo en La Bombonera

En Argentina todo se vive con pasión. Si es fútbol, eso se multiplica muchas veces más. Incalculable si se trata de Boca - River.

“Jugar en La Bombonera significa sobreponerse a un estadio a punto de venirse abajo por méritos pasionales. Ningún otro campo impone de ese modo en el ánimo del visitante”, dice Villoro tras hablar con Jorge Valdano.

El autor asistió al Superclásico argentino el 4 de mayo de 2008. Terminó con victoria para el Xeneize por 1-0, gracias a un cabezazo de Sebastián Battaglia.

La gente local fue un jugador más: “Tal vez su entrega tenga que ver con ese desacuerdo insalvable. La pasión futbolística se alimenta de dolor; cada público encuentra la forma de superar males específicos”.

Y añade que lo que sucede en La Bombonera no puede ser validado con palabras, al contrario de lo que sucede en México donde los adjetivos son imprescindibles para decorar jugadas insípidas.

Ronaldinho: un gigante en diminutivo

“Ronaldinho parece un hombre feliz que sólo cierra la boca cuando va al dentista”.

Pero existe otro momento donde el astro de Brasil se pone serio: frente a la portería.

La alegría que irradia tanto por personalidad como por estilo de juego cambia a una concentración máxima cuando le toca rematar.

“Vive para ocultar el esfuerzo que respalda sus jugadas y hacernos creer que improvisa su destino con la alegría de quien silba una samba”, comenta Villoro.

A pesar de las dudas que generó su fichaje por parte del Barcelona -criticaban su juventud y su poco profesionalismo-, se ganó el corazón del pueblo culé de manera instantánea. En gran parte, por su desenfadado carácter.

Afuera de la cancha saludó a todo el mundo, llevó a toda su familia a vivir a Cataluña y se transformó en líder.

Dentro del campo de juego tuvo libertades y creó una gran sociedad con Messi. Sin embargo, siempre necesitó un punta adelante para poder lucirse.

En la Selección de Brasil tenía a su ídolo, Ronaldo. En España encontró al camerunés Samuel Eto’o para terminar de explotar y llevar al Barcelona a la cima.

Abróchense los cinturones: el Barça de Guardiola

La exigencia del Barcelona ya no pasa solo por ganar o competir por títulos. También por desplegar un buen juego en la cancha.

El gran responsable de esto último probablemente sea Pep Guardiola. Había surgido de las inferiores del club, triunfó como jugador y luego formó chicos en la cantera siendo entrenador.

Era el perfil ideal, aunque su ascenso al primer equipo parecía más emocional que deportivo.

Sin embargo, dio frutos.

Más allá de los resultados, Villoro destaca el don de persona del director técnico.

“Entre las estadísticas del deporte habría que contar a los protagonistas capaces de honrar sus palabras. Son muy pocos, y Guardiola es uno de ellos”, comenta el autor.

Explica que las diferencias entre los orientadores se notan en la ética. “Guardiola está dispuesto a ganar, pero no a cualquier precio”, añade al respecto.

En cuanto al plantel, Pep tomó la audaz decisión de descartar a figuras como Ronaldinho y Deco con el fin de priorizar al grupo.

Entrenadores en llamas

Pero las historias de los entrenadores no siempre son felices. El puesto de seleccionador de México parece el más cruel de ellos.

Por ejemplo, Hugo Sánchez tuvo un fracaso relativo al frente del combinado nacional.

Terminó tercero en la Copa América, haciendo un buen papel. Pero llegó diciendo que iba a ser campeón del mundo -fiel a su estilo- y falló con la selección juvenil al no clasificar a los Juegos Olímpicos.

Básicamente, él mismo creó las condiciones para su posterior derrumbe.

No es algo que sólo le ha pasado al ex goleador. Le sucedió prácticamente a todos, ya sea por egolatría, ingenuidad o heroísmo.

Si bien la gente pone las esperanzas en ellos o busca algún profeta que los guíe, por dentro piensan “no va a poder”. A fin de cuentas, esperan el fracaso del que hablamos al principio.

“El puesto de entrenador existe para tener un culpable certificado”, explica Villoro a modo de resumen.

“No somos salvadores de la patria”: las palabras de Javier Aguirre

“El técnico del Tri debe ser un vendedor de ilusiones, un gestor de la esperanza”, señala el autor.

La frase “no somos salvadores de la patria” del entrenador Javier Aguirre rumbo a Sudáfrica 2010 cayó mal en la afición azteca.

Sucede que el orientador no sólo debe conducir al elenco dentro del campo de juego sino también motivar la autoestima nacional.

Aguirre explica que los jugadores son conscientes del privilegio que gozan y que son conscientes del rol que tienen dentro de la sociedad. No obstante, no por eso pueden cargar con los problemas del país.

Entrevistado por Villoro, de todos modos añade algo muy importante:

“No es gracias al futbolista que México va a resurgir, pero sí va a ayudar a que el mexicano tenga un clavo ardiente de dónde sujetarse para que pueda decir: ‘Quiero a esos amigos de verde que cantan su himno y se rompen el alma, como yo lo hago para perseguir el camión y vender mis gelatinas en la calle’”.

“Me alquilo para sufrir”: el árbitro y su incierta justicia

Si hay algo raro en la profesión del árbitro -relata Villoro- es que a medida que tiene mejoras, crecen las ofensas.

En los campos pobres, los jueces son vistos como un lujo y una referencia que impone respeto. Al mismo tiempo, muchas veces abusan de su autoridad aceptando coimas para cobrar penaltis inexistentes.

Sin embargo, cuando van subiendo de nivel hasta llegar al profesionalismo van recibiendo cada vez más agravios.

Es cierto, las condiciones de los campos son mejores. Pero si está avalado por FIFA debe controlar de qué lugar proviene el dinero.

Termina siendo un trabajo injusto, diseñado para los fans más raros del deporte:

“Nadie es tan aficionado como un árbitro. Se trata del hincha absoluto que por amor al juego no muestra su amor a una camiseta y soporta el desamor a su madre”, cuenta el autor.

Más singular aún es el cuarto juez, “hecho de anhelo sin realización”. Es ignorado completamente pero de todos modos sigue al borde de la línea de cal aguardando su turno. Aunque nunca llegue.

Caín y Abel en la cancha

La historia de los Boateng es muy particular. Los hermanos Kevin y Jérôme nacieron en Berlín, pero con realidades muy diferentes.

Kevin se crió en un departamento con su madre y su hermano mayor George arriba de una tienda de alfombras turca, en el peligroso barrio de Wedding.

A los siete años fue descubierto por un scout del Hertha y allí dio sus primeros pasos en el fútbol 11. Tenía una combinación explosiva de pasión y técnica.

Su padre, nacido en Ghana, formó una segunda familia en Wilmersdorf, un barrio de clase alta que luego también abandonaría. Allí nació Jérôme.

Tuvo otras ventajas en relación a sus hermanos: mejor educación, vacaciones y zapatos de fútbol.

Aunque el punto en común es que también entró al Hertha. Como símbolo de unión, los tres se tatuaron la silueta de África.

Cuando les tocó debutar, la prensa habló: “la conducta del rudo y más habilidoso Kevin-Prince contrastó con el noble esfuerzo de Jérôme”.

Nunca hubo lugar en la élite alemana para los indisciplinados, así que Kevin-Prince entendió que su lugar no estaba allí. Finalmente, defendió los colores de Ghana a nivel internacional.

La decena mágica

El número icónico del mundo del fútbol es el 10. Es el dorsal símbolo de artistas, habilidosos y cracks.

Si bien hay casos que exceden la regla como Pelé o Messi, el 10 generalmente no anota. En realidad se encarga de hacer jugar, de generar situaciones y de mejorar a los demás.

“El verdadero sentido del número en su espalda consiste en indicar cuántos jugadores dependen de él”, explica Villoro.

El primer hechicero del balón para el autor fue Didí. Mejor jugador del Mundial 1958, Waldyr Pereira deslumbraba a través de la serenidad.

Su sucesor -y ladero en Suecia- fue nada más ni nada menos que Pelé. El Rey dio un paso más. Mezcló la habilidad de Didí con la velocidad de Jesse Owens.

A partir de los apodos, el escritor también rememora a otros describiéndolos con estos motes.

Sobresalen el Resucitado Bobby Charlton, el Piloto Wolfgang Overath, el Iluminado Johan Cruyff o el Arquitecto Michel Platini.

Tampoco faltaron el Insurrecto Diego Maradona, el Fantasista Roberto Baggio, el Místico Zinedine Zidane y el Genio Lionel Messi.

Notas finales

“Balón dividido” es una conjugación de historias de fútbol con análisis, observaciones sociales y psicológicas y literatura.

Se trata de un entretenido libro que saca a relucir la mejor versión de Juan Villoro, que a través de su prosa ligada al fútbol logra explicar situaciones de la vida.

Desde las historias particulares de Ronaldinho o Lionel Messi, cracks dentro del campo, hasta la mirada de los entrenadores: la filosofía de Pep Guardiola y la mirada crítica de Javier Aguirre.

Además invita al debate sobre cómo vemos y vivimos el fútbol, nuestro deporte preferido.

Consejo de 12min

Las historias del fútbol son tan variadas como maravillosas. En “100 genios del balón”, Alberto Lati repasa los inicios de los que probablemente sean los 100 mejores jugadores de todos los tiempos. Lucha y esperanza al por mayor.

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¿Quién escribió el libro?

Hijo del filósofo Juan Villoro y la psicoanalista Estela Ruiz Milán, Juan Villoro es uno de los periodistas más reconocidos de México. Logró cubrir cuatro Mundiales de fútbol para diversos medios, además de dar clases p... (Lea mas)

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