Amor y desamor en el cerebro - Reseña crítica - Eduardo Calixto
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Amor y desamor en el cerebro - reseña crítica

Amor y desamor en el cerebro Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Ciencia

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: 

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 9786073163460

Editorial: AGUILAR

Reseña crítica

Eduardo Calixto analiza las experiencias de distintas parejas para explicar cómo funciona y se desarrolla el amor dentro del cerebro de las personas. También explora las consecuencias del desamor y la respuesta fisiológica del cerebro. ¡Echa un vistazo al interior de tus emociones!

Amor al límite

La relación de Benjamín y Guadalupe se puede definir como un ciclo de agresión, violencia y disculpas. Para él, esa situación cada vez resultaba más dolorosa.

Guadalupe es una mujer joven muy atractiva y sagaz, se conocieron en la universidad y para Benjamín fue amor a primera vista. Cinco semanas después de comenzar la relación, la pareja decidió irse a vivir juntos.

Ella siempre quería todo con urgencia, y esa falta de tolerancia empezó a causar problemas entre los dos. Cuando discutían, Guadalupe insultaba a Benjamín, llamándolo estúpido y diciéndole que era poca cosa. Benjamín no sabía qué hacer y casi siempre terminaba por aceptar la situación.

Las infidelidades de Guadalupe eran frecuentes y con distintos hombres. Benjamín no hacía más que perdonarla cada vez y preguntarse cómo podía amar a una persona que no lo quería ni lo respetaba.

Después de las discusiones, Guadalupe se disculpaba y prometía que iba a cambiar. Por su parte, Benjamín no tenía mucha experiencia en cuanto a relaciones, así que se sentía aterrorizado y atraído al mismo tiempo por el huracán de emociones que era su novia.

La situación se volvía cada vez más dolorosa para él, hasta que una noche entendió que Guadalupe no iba a cambiar. Entonces, decidió poner fin a la relación y le pidió que se fuera del departamento.

Benjamín se encerró en el baño mientras ella gritaba, lloraba y destruía muchas cosas del departamento, incluyendo su televisor y su computadora.

Finalmente se fue, pero pasó los meses siguientes llamando y acosando a Benjamín para conseguir que la perdonara y volviera con ella.

Él resistió y optó por buscar ayuda profesional con un psicólogo, quien le explicó que Guadalupe padecía de trastorno limítrofe de la personalidad.

¿Qué sucedió en el cerebro de ambos?

Dentro del cerebro de una persona con el trastorno de Guadalupe, son un poco más altos los niveles de neurotransmisores como serotonina, adrenalina y noradrenalina, lo cual la vuelve propensa a los arranques de ira.

Por lo general, sus relaciones personales son inestables. Pasan rápidamente de la idealización a la devaluación. Asimismo, son personas impulsivas que no saben controlar su ira.

En este caso, Guadalupe era dependiente de Benjamín y sentía que no recibía suficiente afecto de su parte. Por eso era hostil y atravesaba períodos pasivo-agresivos.

Mientras tanto, Benjamín estaba enamorado. Durante esa etapa, el cerebro no funciona de forma lógica. Los altos niveles de dopamina le restaron objetividad y lo llevaron a entregarse a la pasión.

Hasta que la presencia de estos neurotransmisores no baja, una víctima no puede darse cuenta de todo el daño que le produce su agresor.

Mentiras e infidelidad

Marisela creció en una comunidad rural con un padre ausente, y una madre maltratadora y cruel. Cuando tenía 16 años huyó de casa con un joven llamado Cruz, quien tenía 22. Tiempo después se casó con él y tuvieron un hijo.

Aunque Cruz prometió cuidar a Marisela por el resto de su vida, ella no estaba enamorada de él. Por ello, la relación era distante y poco romántica. Sin embargo, su esposo siempre trabajó para mantener a la familia.

Cierto día Marisela conoció a Reinaldo, un chofer de autobús al que veía casi todos los días. Se sentía bastante atraída por él, por primera vez se veía hermosa y sentía cosquillas en el cuerpo.

Pronto, comenzaron una relación amorosa donde Marisela se entregó a la pasión, contrariamente a lo que sucedía con su esposo.

Como consecuencia, quedó embarazada de Reinaldo. Con toda la vergüenza que sentía al ver a Cruz, tuvo a su segundo hijo, Braulio, sin confesar nada.

Marisela dejaba que el chofer viera a Braulio, y le decía al niño que guardara el secreto, lo que ocasionó que el pequeño creciera con rencor hacia su madre.

Cruz cuidó de Marisela hasta el día de su muerte, aun cuando ella estaba enferma. Y después de que falleció, la familia no supo si Cruz sospechó alguna vez de la infidelidad y las mentiras de su esposa.

¿Qué sucedió en el cerebro de Marisela?

El cerebro de Marisela aprendió a mentir desde muy pequeña, para adaptarse a un ambiente social tóxico. Como consecuencia de una infancia llena de agresiones y maltratos, ella estaba condicionada a sufrir procesos depresivos ya de adulta.

Todavía era inmadura cuando tomó la decisión de casarse con alguien a quien no amaba, y se saltó etapas de su desarrollo al pasar de la adolescencia inconclusa a la adultez, sin vivir su juventud.

Marisela se enamoró de Reinaldo al mismo tiempo que estaba casada con Cruz, por lo que en su cerebro existía un conflicto con las reglas sociales establecidas. Debido a eso sentía tanta culpa e intentaba proyectar vulnerabilidad para evitar ser juzgada.

La infidelidad se origina en el cerebro. En el caso de las mujeres, estas tienen estrategias neurobiológicas muy selectivas que las llevan a sentirse sexualmente atraídas por ciertos hombres, más allá de la apariencia física.

Básicamente, pueden oler si un hombre les conviene biológicamente y será de ayuda para diversificar la carga genética de sus futuros hijos.

Aunque cada historia de infidelidad es distinta, es común que las personas infieles tengan características narcisistas. Estas pueden tener origen en la falta de cariño por parte de la madre durante la infancia, lo que obliga al cerebro a buscar apegos más seguros.

El amor, la violencia y el delirio

Lola venía de una familia disfuncional y de escasos recursos económicos. Su papá era alcohólico y golpeaba a su mamá.

A los 22 años conoció a Saúl, un hombre de sonrisa brillante que insistió hasta convencerla de salir con él. Además, no tenía problemas con el alcohol, algo con lo que Lola había tenido que lidiar en relaciones anteriores.

El problema real de Saúl era la violencia: desde adolescente solía involucrarse en peleas callejeras. Tenía pensamientos recurrentes de que podría morir en cualquier momento. Eso lo llevaba a desconfiar de todos a su alrededor y a reaccionar de forma violenta.

Cuando consultó a un psiquiatra por esta situación, fue diagnosticado con un trastorno delirante. Al sentirse ofendido por las palabras del médico, prefirió ignorar esa información y ocultarla de su familia y amigos.

Al convivir más con Saúl, Lola se dio cuenta de cómo su personalidad cariñosa y atenta podía cambiar a una actitud fría y cruel en un instante.

Pronto, el hombre maravilloso se convirtió en un ser agresivo. Y Lola creía ser la culpable de ese cambio. Después de un tiempo, los abusos verbales se convirtieron en violencia física.

Saúl llegó a romperle la muñeca en una ocasión, y casi la dejó inconsciente en otros episodios violentos.

Luego de ocho años juntos, tenían dos niños pequeños. Cuando Saúl golpeó a su hijo menor, Lola finalmente tomó la decisión de dejarlo y exigir la custodia.

¿Qué sucedió en el cerebro de los dos?

Una de las principales manifestaciones conductuales de las ideas delirantes, como las del cerebro de Saúl, es la aparición de la violencia.

Ante una gran liberación de dopamina, el cerebro busca repetir esas conductas para volver a sentir el placer de ganar una discusión.

Por otro lado, también son comunes los altos niveles de testosterona, que dan origen a la competitividad e irritabilidad.

Para una persona en estado delirante, las cosas insignificantes pasan a tener una importancia demasiado grande, al mismo tiempo que su cerebro ignora de forma selectiva los hechos que contradicen sus ideas.

En cambio, Lola huía del entorno social tóxico en el que había vivido, por lo que buscó en Saúl un escape emocional a todas sus carencias.

Ante los detonantes emocionales, su cerebro libera demasiada dopamina y genera apegos emocionales muy fuertes. Saúl representaba la solución para la falta de cariño y reconocimiento que experimentaba Lola.

El desamor, un gran maestro que enseña al cerebro

La primera relación amorosa de Andrea comenzó cuando tenía 17 años, con Alfonso. Desde el principio se trató de un enamoramiento pasional y adictivo. La pareja compartía todo, y pasaba la mayor parte del tiempo juntos.

Andrea creía que había encontrado al amor de su vida. No obstante, luego de tres años la relación se enfrió. Alfonso ya no quería pasar tanto tiempo con ella y comenzó a interesarse por una compañera de la universidad.

Dejó de llamar a Andrea y optó por evitarla como si tuviera una enfermedad contagiosa. Ella se sentía despreciada y culpable por entregarse tanto a esa relación.

Con Alejandro, su segunda pareja, Andrea intentó mantener una distancia saludable para evitar los mismos errores. No se veían con demasiada frecuencia y ella no quería conocer a la familia de su nuevo novio.

Esa situación resultó molesta para Alejandro, quien no se sentía valorado por Andrea. Después de un año juntos, él puso fin a la relación.

Ya con 23 años, Andrea inició un romance secreto con su jefe, Maximiliano. Esta vez sí se sentía capaz de manejar la relación. Y este hombre la hacía sentir protegida y deseada, lo que siempre había esperado.

Pero cuando los problemas laborales aparecieron, Maximiliano prefirió descartar la relación y despedir a Andrea con tal de conservar su trabajo. No había dudas de que él no la amaba.

¿Qué sucedió en el cerebro de Andrea?

Las personas enamoradas se convierten en individuos poco inteligentes, como consecuencia de niveles elevados de dopamina, adrenalina, endorfinas y serotonina. Es normal que tomen decisiones sin meditarlas correctamente.

Una vez que los niveles de estos neurotransmisores disminuyen, la pasión se calma y las personas son más objetivas. Este es un proceso que se entiende mejor al madurar, o al enfrentarse al desamor.

Para la edad en que Andrea tuvo sus dos primeras relaciones amorosas, antes de los 22 años, su cerebro todavía no tenía la corteza prefrontal conectada, y carecía de la inteligencia emocional necesaria para entenderlas.

En cada relación que tuvo, ella no aprendió a separarse en el momento indicado, ya que los hombres que la dejaron no le explicaron por qué. Su cerebro no tuvo la oportunidad de aprender.

Asimismo, el desamor duele porque existe la necesidad de acompañar el cariño con cercanía física y palabras de amor. Cuando esto no sucede, la red neuronal ubicada en el giro del cíngulo relaciona la ausencia con el dolor físico, que comienza en el abdomen o en el pecho.

Un amor real

Armando y Margarita pasaron 55 años juntos. Durante los últimos cinco años, su felicidad se vio empañada por la enfermedad de ella, que fue diagnosticada con cáncer hepático. No había nada que hacer.

La pareja se conoció cuando estaban en sus 20 y el amor fue creciendo poco a poco, hasta que Armando le preguntó a Margarita si quería ser su novia y le prometió quererla para toda la vida.

Casi un año después, Margarita quedó embarazada y decidieron casarse. A lo largo de su matrimonio tuvieron tres hijos.

Armando encontró en su mujer el origen de su fuerza para trabajar y estudiar al mismo tiempo. Su objetivo era escalar en la empresa donde trabajaba y obtener más beneficios económicos para su familia.

Por su parte, Margarita se dedicó a cuidar de sus hijos y esposo, siempre atenta de brindarles motivación y comprensión.

En sus últimos momentos de vida, fue su esposo quien sostuvo su mano y le dijo que todo estaría bien. Después, él viajó hasta Cancún para esparcir sus cenizas en el mar, y le pidió a sus hijos que hicieran lo mismo con él, para que pudieran descansar juntos por siempre.

Los cerebros de esta historia

En el caso de Armando, su enamoramiento quedó plasmado en su cerebro y de forma gradual se convirtió en un amor real, lleno de aprendizaje y aceptación.

El apego que se genera a partir de la liberación de oxitocina se fortalece con el tiempo. La convivencia cotidiana permite que la pareja comience a copiar conductas atractivas el uno del otro.

De igual modo, los niveles de testosterona en el cerebro de un hombre se reducen con el tiempo, lo cual les ayuda a ser más estables emocionalmente a medida que ganan más edad.

En lo que respecta a Margarita, su cerebro tenía estructuras mayores a las de su esposo, por lo que poseía más empatía y una mayor capacidad de adaptarse a las adversidades de la vida en pareja.

Notas finales

El enamoramiento comienza en el cerebro, e interfiere con los pensamientos lógicos y la toma de decisiones objetivas. Todo el proceso de conocerse, gustarse y enamorarse ocurre gracias a la liberación de neurotransmisores, cuyos niveles suben o bajan según avanza el proceso.

De manera similar, las experiencias pasadas y las conductas aprendidas del entorno social influyen inevitablemente en el desenlace de las relaciones de pareja.

Por ejemplo, la ausencia de cariño materno está asociada con características narcisistas en los individuos, quienes son más propensos a la infidelidad.

El grado de madurez del cerebro influye notablemente en el fracaso o éxito de una relación amorosa. Comúnmente, las mujeres maduran alrededor de los 22 años, mientras que los hombres lo hacen después de los 26.

Consejo de 12min

Para comprender mucho mejor las diferencias entre los cerebros de hombres y mujeres, dale un vistazo a otra obra de Eduardo Calixto, “Un clavado a tu cerebro”.

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¿Quién escribió el libro?

Médico cirujano mexicano especializado en Neurociencias por la UNAM y en Fisiología Cerebral por la Universidad de Pittsburgh. Además, es investigador en diferentes instit... (Lea mas)

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