Amor Liquido - Reseña crítica - Zygmunt Bauman
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Amor Liquido - reseña crítica

Amor Liquido Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Sexo y relaciones

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: Liquid Love (On the Frailty of Human Bonds)

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 978-85-7110-795-3

Editorial: Ediciones Paidós

Reseña crítica

Según Zygmunt Bauman, vivimos en un período de modernidad líquida, donde el mundo está en constante transformación. La velocidad y la intensidad de los cambios socioculturales debilitan los antiguos cimientos de los vínculos humanos. En este contexto, el amor también gana un aspecto líquido, pues forma parte de este escenario en movimiento, sí, el de la vida moderna.

Bauman explora la manera en cómo el hombre sin vínculos, figura central de este tiempo, se ocupa de sus anhelos. Los cambios imprevisibles inyectan, cada vez más, el sentimiento de inseguridad en la convivencia social. Las relaciones personales y familiares se enfrentan a crecientes conflictos internos. Y nuestro contacto con extraños lleva el peso de la desconfianza, haciéndose cada vez más difícil amar al prójimo.

El lector está invitado a analizar el cuadro de las líquidas relaciones afectivas y así, observar los conflictos del hombre moderno en el campo de las relaciones. E incluso a reflexionar sobre el modo en que encaramos la cuestión de la crisis de los refugiados. ¡Vamos a conocer esta excelente obra en 12 minutos!

Enamorarse y desenamorarse

El hombre del mundo líquido encuentra dificultades en su convivencia social, marcado por sus inseguridades, riesgos y ansiedades. Sus relaciones se ven influidas por el ritmo de los cambios constantes y tienden a sufrir muchas oscilaciones. La gente anhela por la seguridad que le puede proporcionar una compañía confiable, pero desconfían de la idea de tener relaciones permanentes. El resultado es la presencia de deseos conflictivos de estrechar lazos y, al mismo tiempo, mantenerlos laxos.

Inicialmente, Bauman le sugiere al lector una comparación entre el amor y la muerte. En el sentido en que ambos poseen una llegada única, inesperada y definitiva. No se aprende a amar, del mismo modo que no se aprende a morir. Sin embargo, el amor disfruta de un estatus particular frente a otros eventos únicos.

En la modernidad, el significado de la palabra amor pasó a ser más amplio, alcanzando incluso a las experiencias más breves. El "enamorarse" se ha convertido en una condición más recurrente, permitiéndose repeticiones. De esta manera, se alimenta una expectativa en la próxima experiencia, pues hay una gran oferta de nuevas posibilidades amorosas. Pero el autor alerta sobre un gran riesgo: la ilusión de pensar el amor como si se tratase de una habilidad adquirida, posible de ser acumulada con la práctica.

Pero el amor no se desarrolla en un ambiente estable, propicio para formar hábitos. Y precisamente por esa capacidad de ser tan impredecible, dificulta la tarea del aprendizaje. En referencia al poeta romano Lucano, Bauman refuerza la idea recordando que "es de la naturaleza del amor ser rehén del destino". El amor sucede entre dos seres, cada uno bajo la condición de ser la incógnita de su pareja. En esta premisa contradictoria, abrirse al destino significa entonces convocar a que el miedo y el placer entren simultáneamente en nuestras vidas amorosas.

Abrirte a lo desconocido

El problema es que, en una cultura consumista como la nuestra la experiencia amorosa se ha convertido en otra mercancía. La búsqueda por la satisfacción instantánea, por el producto que permita un uso inmediato y se pueda desechar fácilmente, han contaminado el núcleo de las relaciones amorosas. Y el hombre moderno se acostumbró con garantías de una plena satisfacción. En consecuencia, se le encuentra incómodo cuando entra a tierras inexploradas sin ningún aparato GPS que le sirva de guía. La falta de orientación lo asusta. La apertura a lo desconocido tiene la apariencia de un precipicio.

El amor se vuelve a menudo tan atemorizante como la misma muerte. Pero esta incertidumbre del campo amoroso se diluye en medio de la tentación del deseo y del entusiasmo. Así, también asume la forma de un juego en el que vale la pena participar, a pesar de sus riesgos. El carácter contradictorio está en el hecho de que enamorarnos parece tan atractivo como escaparnos del enamoramiento.

El deseo y el amor son considerados hermanos. A veces gemelos, pero nunca vitelinos. Esto puede confundir a aquellos que se adentran en el imprevisible mundo de las relaciones amorosas.

El deseo es la voluntad de consumir, devorar, destruir. Y el deseo se satisface sólo cuando deja de existir. En su esencia, es un impulso de autodestrucción. Mientras que el amor es la voluntad de cuidar y de proteger. Es un impulso de expansión y protección. Participa del génesis y, posteriormente, busca la inmortalidad en la relación. El deseo aniquila su objeto. El amor lo preserva. El deseo se autodestruye, el amor se auto perpetúa.

Los pilares del compromiso

Sin embargo, para ejercer todo ese cuidado, el amor necesita de la coerción. Sujeta su objeto para protegerlo. Es capaz de proyectar un futuro que se construirá con los pilares del compromiso. Pero en nuestro mundo líquido, atar el futuro es algo irrealizable, aunque muy apreciado. ¿Qué tipo de importancia tienen las promesas de compromiso a largo plazo, en un mundo donde el hábito consumista insiste en buscar la satisfacción instantánea?

Cuando una mercancía se vuelve obsoleta, es descartada. Pierde su condición de aquello que "antes fue deseado", pues fue consumida y se tornó superada. Buscamos una nueva mercancía, que nos agrade más. El deseo actual está en el nuevo objeto. Si las relaciones transmiten tanta incertidumbre en cuanto a su durabilidad, ¿cómo soportaría el hombre moderno la oferta de los nuevos productos?

Es que el compromiso está relacionado con nuestro grado de satisfacción con la relación. Haciendo una analogía con inversiones en acciones, la seguridad existe en la expectativa del retorno del beneficio esperado. Sin embargo, tanto el mercado accionario como el "mercado del amor" no son garantías de satisfacción plena y duradera.

Por el contrario, la relación es una incertidumbre permanente. Y el compromiso firmado, a su vez, acaba intensificando la inseguridad que dominaba al amante en su período pasado de soledad. La ansiedad atiende por otros nombres, pero no abandona al individuo.

Actuando irracionalmente

Este cóctel reúne dosis constantes de ansiedad y de inseguridad. La tendencia es de emborracharnos y actuar de forma irracional. El vuelo, que era para estar tranquilo, está marcado por inestabilidades y turbulencias.

El miedo a separarnos, a su vez, es un plato lleno para el deseo de cambiar al otro. Muchas veces también, se crea la ilusión de que agradar al compañero, eternamente, resolverá el problema. Sin embargo, el fracaso de las relaciones es a menudo un fallo en la comunicación. El actuar irracionalmente, está presente en las decisiones del apasionado, comprometiendo los diálogos dentro de la relación.

El individuo confunde la adoración del ser amado con la auto- adoración. Esto genera varios equívocos a la hora de pensar en un futuro compartido. Si el amante sólo proyecta en la persona amada las cosas que él mismo ama, buscando un espejo, su amor es narcisista. Él busca un reflejo proyectado en otra persona que sea capaz de reconocer su gloria y disminuir su inseguridad.

Lo que el individuo a menudo ignora es que también pasamos por constantes metamorfosis. Las personas cambian cada vez más rápido. Es difícil, incluso, reconocer la propia proyección en la persona amada. Ya no somos los mismos que éramos en el momento  cuando firmamos el compromiso. La idea aquí presentada es que unirse, significa vivir un futuro indefinido. Y es difícil incorporar futuros totalmente compartidos a los presentes individuales parcialmente compartidos.

Viviendo sin vínculos

De esta manera, la expectativa de una identidad compartida siempre nos frustrará. Porque esta identidad, tal cual como el río de Heráclito está en constante transformación. Y eso alimenta una incredulidad en la unidad. El hombre sin vínculos acaba interesándose más por el arte de romper minimizando daños. No le "enseñaron" a establecer relaciones ni a buscar reparaciones. Está acostumbrado a descartar productos y a consumir los próximos.

Recibe diariamente consejos de los diferentes medios sobre cómo resolver sus problemas amorosos. Los medios de comunicación, agentes que promueven el consumismo, son también los terapeutas modernos. La solución presentada es buscar más redes y menos vínculos. Los vínculos pueden llegar a ser duraderos y eso asusta. Las redes presuponen la libertad de "conectarnos" y "desconectarnos" de una manera mucho más práctica.

Las alternativas modernas presentan posibilidades más flexibles, adecuadas al estado líquido de las relaciones sociales. Sostener el ímpetu por estrechar lazos y, al mismo tiempo, mantenerlos laxos. El impulso por la libertad y el anhelo por la pertenencia intentan guiar simultáneamente el amor líquido entre los arrecifes de la soledad y del compromiso.

La visión moderna sobre los hijos

Bauman comienza el capítulo recordando el pensamiento de Lévi-Strauss. Instiga una reflexión sobre el sexo y el modo en que la naturaleza y la cultura se encuentran en el acto sexual.

El deseo sexual es la inclinación "natural" humana más social. Y de manera incontestable, una vez que la satisfacción depende de la convivencia humana. Hace mucho tiempo que el sexo no es sólo un medio de reproducción de la especie humana. Hoy la medicina compite con él por esa responsabilidad. Al final, la modernidad líquida también posee una manera particular de lidiar con la llegada de hijos - o con la elección por no tenerlos.

Antiguamente, los hijos se sumaban a la fuerza de trabajo de los padres. Eran productores. Su llegada representaba una expectativa de mejora en el bienestar del hogar. Además, ellos eran la manera de prolongar la duración de la familia. Tener un hijo para no dejar el linaje morir era considerado un “valor”.

Hoy en día, el hijo es un objeto de consumo emocional. La satisfacción esperada se relaciona con su costo. Es una de las adquisiciones más caras para el hombre moderno. Y es una decisión que implica consecuencias de gran e imprevisible alcance. Los padres disminuyen sus ambiciones personales por tiempo indefinido. Es un tipo de obligación evitado por cada vez más personas, pues choca con el ideal del escenario líquido moderno.

Se hace más común la búsqueda de muchos padres por clínicas e institutos médicos que vendan garantías de gestaciones más seguras. Donantes más atractivos o mapeos genéticos eficaces. La separación entre el sexo y la reproducción tiene la anuencia del poder y la bendición del consumismo.

Sexo, ¿una ilusión?

El sexo representa un deseo de "fusión total" por medio de una "ilusión de unión". Esta fusión física es buscada por los que anhelan escapar del miedo a la soledad. Pero la unión es ilusoria. Aunque esta pueda ser intensa, es transitoria, periódica. Y al final, después de alcanzado el deseo, viene la frustración.

El sexo hoy en día está sobrecargado de expectativas que superan su capacidad de realización. Es promovido como un símbolo ideal de la asociación humana y es ofrecido, de manera comercial, en gran abundancia.

Anteriormente, en las amarras de la sociedad patriarcal y puritana, el sexo estaba relacionado con el amor, la idea de seguridad y la continuación de la familia. Actualmente se libró de muchos tabúes, pero tomó tal proporción que no resolvió antiguas contradicciones. Ahora el sexo es sometido a la soberanía de la líquida razón moderna. Esta razón ve opresión donde hay compromisos duraderos y desalienta el derecho a los vínculos.

La racionalidad del consumidor insiste en acortar la distancia entre el impulso y la satisfacción dándole otras válvulas de escape modernas, como los clubes que promueven los intercambios de parejas. Un "sabotaje" al matrimonio hecho en doble, en que ambos participan y no se culpan por el adulterio. Sin embargo, se subraya que es otra alternativa, una que no es capaz de garantizar el fin de las frustraciones. Desde esta perspectiva se podría pensar que el homosexual está condenado a permanecer para siempre incompleto e irrealizado.

Realidad virtual

Pasando por el pensamiento de Durkheim, el autor llama la atención hacia una nueva herramienta de la sociabilidad: la "realidad virtual". Uno de los agentes responsables de la coerción externa al individuo en el campo de las relaciones. Las conexiones virtuales estimulan la separación entre la comunicación y la relación. La red electrónica se popularizó por la facilidad de cortar conexiones, minimizando los daños. Trae la posibilidad de conexiones humanas más frecuentes, más banales, más intensas y breves. Se busca sustituir la calidad de las relaciones por una oferta basada en la cantidad. La posibilidad de no necesitar más estar a disposición cuando el otro le necesita atrae a muchos usuarios.

Esto es un reflejo de la sociedad que valora las cantidades. Una sociedad que cuantifica la felicidad y el bienestar social por el consumo, por la cantidad de dinero circulante. Y los seres humanos que no participan en la economía monetaria son marginados y juzgados inferiores. El patrón de vida consumista es el más aceptado y alentado. Mientras que los vínculos sociales, la solidaridad y el amor al prójimo se debilitan y desestimulan.

Dificultad en lograr amar al prójimo

En este capítulo, Bauman quiere llevar al lector a reflexionar sobre las bases que fundamentan el paso del instinto de supervivencia hacia la moralidad.

La cuestión de amar al prójimo como a ti mismo parece estar muy alejada de los valores que se establecen en nuestra modernidad líquida. El hombre moderno se pregunta sobre cuánto vale la pena amar al prójimo. Una vez más, cuantifica ganancias y pérdidas en situaciones donde la compasión es uno de los valores o sentimientos cada vez más olvidados.

Nada contraría más fuerte la naturaleza original del hombre, qué ese gesto de amar al prójimo comoa ti mismo. Aceptarlo y seguirlo es un acto de fe, que reconoce a la humanidad en el sujeto y en el prójimo.

El concepto de amor propio también es ampliamente recordado y discutido. Existe un estímulo a mantenernos vivos, a la supervivencia. Cualidad también presente en los animales. Sin embargo, los humanos también somos capaces de construir amor propio a partir del amor que recibimos. En el momento en que percibimos que somos amados, reconocemos en nosotros una importancia singular. Sentimos que no somos desechables.

Rechazo a lo extraño

Amar al prójimo como a ti mismo es un gesto de respeto a la singularidad de cada uno, reconociendo el valor de las diferencias. Pero en los escenarios urbanos, lo que vemos es el rechazo a lo "extraño". La dignidad de los demás se olvida cuando se exalta la supervivencia a toda costa. Y ese es un cuadro muy retratado en las grandes ciudades que, cada vez más, promueven el aislamiento entre sus propios habitantes.

La arquitectura urbana promueve mecanismos como los muros y la segregación. Las nuevas viviendas claman por seguridad y vigilancia. ¿Cómo es posible amar al prójimo en una atmósfera de tanta desconfianza?

Trayendo opiniones distintas sobre las inclinaciones naturales humanas, Bauman muestra cómo hoy en día funciona el juego de la supervivencia. La sospecha con relación al prójimo y el rechazo a lo extraño. La constante alerta y vigília frente a las trampas de los lazos humanos. La compasión y la confianza pueden costarnos caro, es arriesgado invertir tus sentimientos donde la convivencia social parece habitar una tierra arrasada.

Convivencia destruida

Bauman abre en uno de los últimos capítulos del libro trayendo una reflexión acerca de la xenofobia. El odio étnico, del rechazo al extranjero. Un sentimiento hostil alimentado por una moderna soberanía, que define los límites de la humanidad.

Esta moderna soberanía, fundamentada en la tríada Estado - Nación - Territorio, es la responsable de conferir los derechos a los ciudadanos. Y de quitárselos también. Es la soberanía de los pasaportes, visas ​​de entrada y salida, aduanas, controles de inmigración. Es la soberanía que garantiza la protección a un problema creado por ella misma.

El mundo está dominado por Estados que han establecido su soberanía en territorios nacionales. Estas formas de gobierno y de control social actúan en un espacio global, delimitando nuestro modo de actuar e imponiendo las formas de convivencia social. Nuestras instituciones de acción política, sin embargo, permanecen locales.

Buscando culpables

Al mismo tiempo que estamos siendo bombardeados con problemas globales, tenemos un poder de acción limitado en la esfera local. Las personas que participan en ese orden social a menudo buscan culpables de sus frustraciones. Estos culpables generalmente son señalados en grupos que están fuera de ese orden social.

La cuestión de los refugiados pasa a ser abordada al final, pues es uno de los principales ejemplos de problemas creados globalmente, pero que exigen soluciones locales. Muchos nativos anotan sus inseguridades modernas, sus frustraciones y sus miedos en la cuenta de refugiados.

Personas que huyen de persecuciones políticas, guerras y epidemias. Personas que viven de manera transitoria en cualquier lugar que les permita la sobrevivencia. Pero los refugiados no tienen la sensación de pertenencia al territorio en el que son abrigados. Se convierten en víctimas aisladas geográficamente, que permanecerán así por un período de tiempo indeterminado.

Notas finales

El mundo líquido moderno se caracteriza por estar en constante movimiento. La velocidad de las transformaciones sociales acaba atropellando importantes aspectos de la convivencia humana. Los lazos son cada vez más frágiles, las relaciones afectivas son cada vez más volátiles. La exclusión social, la facilidad con que segregamos los espacios y a las personas es sostenida por nuestro principal modelo soberano de gobierno y por nuestra política de la vida moderna líquida.

En ninguna otra época la intensa búsqueda por una humanidad común fue tan urgente e imperativa. El consuelo que nos queda es el hecho de que la historia todavía sigue en un proceso de construcción constante.

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¿Quién escribió el libro?

Zygmunt Bauman fue un sociólogo, filósofo y ensayista de origen judío que desarrolló el concepto de “modernidad líquida”. Empezó a trabajar en la década de 1950 tratando temas como el Holoc... (Lea mas)

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