21 lecciones para el siglo XXI - Reseña crítica - Yuval Noah Harari
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21 lecciones para el siglo XXI - reseña crítica

21 lecciones para el siglo XXI Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Sociedad y política

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: 21 Lessons for the 21st Century

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 9789873752919

Editorial: DEBATE

Reseña crítica

En esta obra, Yuval Noah Harari se centra en el estudio del presente. Con una serie de ensayos divididos en cinco grandes temáticas, investiga los problemas de nuestro tiempo. 

Halagado por Bill Gates, este libro pone sobre la mesa la cuestión de cómo enfrentar los temas que nos preocupan. ¿Te animas a escucharlo?

Primera parte: El desafío tecnológico

A principios del siglo XX, las grandes potencias intentaron imponer tres grandes relatos que pretendían explicar todo el pasado y predecir el futuro del mundo: el relato fascista, el relato comunista y el relato liberal.

Dos acontecimientos determinaron que el relato liberal se haya convertido en la guía dominante para explicar el pasado:

  1. La caída del fascismo tras la Segunda Guerra Mundial.
  2. La caída del comunismo a finales de los años ‘80.

Así, este sistema se ha convertido en el manual indispensable para el futuro del planeta, o eso es lo que la elite global creía.

En la actualidad, la sensación de desorientación y de fatalidad inminente crece debido al ritmo acelerado de la disrupción tecnológica.

Hay opiniones contradictorias sobre la naturaleza del cambio y su inminencia. Algunos creen que dentro de una o dos décadas apenas miles de millones de personas pasarán a ser necesarias desde el punto de vista económico. Otros creen que, incluso a largo plazo, la automatización seguirá generando nuevos empleos y mayor prosperidad para todos.

Después de todo, deberíamos proteger a los humanos, no a los puestos de trabajo. Aunque hay que tener en cuenta que ningún empleo humano estará jamás a salvo de la amenaza de la automatización. Esto se debe a que el aprendizaje automático y la robótica continuarán mejorando.

El auge de la IA (Inteligencia Artificial) podría eliminar el valor económico y político de la mayoría de los humanos. Al mismo tiempo, las mejoras en biotecnología tal vez posibiliten que la desigualdad económica pase a ser una desigualdad biológica.

Una buena noticia es que, al menos en las próximas décadas, no tendremos que enfrentarnos a la recurrente pesadilla de la ciencia ficción. Esta es, que la IA adquiera conciencia y decida esclavizar o aniquilar a la humanidad. 

Cada vez nos basaremos más en los algoritmos para que tomen decisiones por nosotros. Sin embargo, es improbable que estos empiecen conscientemente a manipularnos. No tendrán ninguna conciencia.

Los algoritmos informáticos no han sido desarrollados por la selección natural, y no tienen emociones ni instintos. De ahí que, en momentos críticos, pueden seguir directrices éticas mucho mejor que los humanos. Eso sí, siempre y cuando encontremos una manera de codificar la ética en números y estadísticas precisos.

Ciertamente, la globalización ha beneficiado a grandes segmentos de la humanidad. Sin embargo, hay indicios de una desigualdad creciente, tanto entre las diferentes sociedades como en el interior de las mismas.

Segunda parte: El desafío político

Los humanos tenemos cuerpos. Pero durante el último siglo, la tecnología ha estado distanciándonos de nuestro cuerpo. Hemos ido perdiendo nuestra capacidad de prestar atención a lo que olemos y saboreamos.

En lugar de ello, nos absorben nuestros teléfonos inteligentes y computadoras. Estamos más interesados en lo que ocurre en el ciberespacio que en lo que está pasando en la calle. Es probable que las personas que sean separadas de su cuerpo, sus sentidos y su ambiente físico, queden alienadas y desorientadas.

Los grupos humanos, desde las tribus pequeñas hasta las grandes civilizaciones, son fundamentalmente diferentes de las especies animales. Los conflictos históricos difieren muchísimo de los procesos de selección natural. Las especies animales poseen identidades objetivas que permanecen durante miles y miles de generaciones.

En la época premoderna, los humanos probaron no solo diversos sistemas políticos, sino también una variedad abrumadora de modelos económicos. En la actualidad casi todo el mundo cree, con algunas variaciones, en el capitalismo. Todos somos piezas de una única línea de producción global.

La gente todavía tiene diferentes religiones e identidades nacionales. Pero cuando hablamos de asuntos prácticos, casi todos pertenecemos a la misma civilización.

Existen discrepancias, sin duda. Todas las civilizaciones tienen disputas internas. En realidad, estas diferencias las definen. Cuando intentan describir su identidad, las personas suelen hacer una lista de rasgos comunes. Es un error. Les iría mucho mejor si hicieran una lista de conflictos y dilemas comunes.

La gente se impuso la dificultad de crear colectivos nacionales porque tenía que enfrentarse a retos que una sola tribu no podía resolver. Entonces podemos decir que el nacionalismo no es una parte natural y eterna de la psique humana. No está basado en la biología.

El problema empieza cuando el patriotismo benigno empieza a transformarse en ultranacionalismo patriota. En lugar de creer que mi nación es única, puedo comenzar a sentir que mi nación es suprema. Un país al que le debo toda mi lealtad y que no tengo obligaciones importantes con nadie más.

Aunque el nacionalismo muchas veces condujo a conflictos horrendos a una escala sin precedentes, tuvo rasgos positivos. Los estados nación modernos también crearon enormes sistemas de asistencia sanitaria, educación y bienestar.

Tercera parte: Desesperación y esperanza

Como vimos, los retos tecnológicos no tienen precedentes y los desacuerdos políticos son grandes. Sin embargo, la humanidad puede aprovechar la ocasión si controlamos nuestros temores y somos un poco más humildes respecto a nuestras ideas.

Hay soluciones diversas frente a la amenaza del terrorismo, la guerra global o los prejuicios y odios que desencadenan dichos conflictos.

Desde luego, toda acción militar desata miedo. Pero en la guerra convencional, el miedo no es más que un subproducto de las pérdidas materiales. Por lo general, es proporcional a la fuerza que causa esas pérdidas.

En el terrorismo, el miedo es el argumento principal. Existe una desproporción asombrosa entre la fuerza real de los terroristas y el miedo que consiguen inspirar.

Para que una lucha antiterrorista tenga éxito, debe emprenderse en tres frentes:

  1. Los gobiernos deben centrarse en acciones clandestinas contra las redes terroristas.
  2. Los medios de comunicación deben mantener el asunto en perspectiva y evitar la histeria. El teatro del terror no puede tener éxito sin publicidad.
  3. La imaginación de cada uno. Los terroristas cautivan nuestra imaginación y la usan contra nosotros. Es responsabilidad de cada ciudadano liberar su imaginación del terrorismo y ser consciente de las verdaderas dimensiones de esta amenaza.

Siguiendo con los temas mencionados anteriormente, la ciberguerra hace que las cosas sean peores que antes para los imperialistas en potencia.

Las armas nucleares son tecnologías con daños elevados y pocos beneficios. Estas herramientas pueden emplearse para destruir países enteros, pero no para construir imperios rentables.

Asimismo, hay que remarcar que toda religión, ideología y fe tiene su sombra. Con independencia del credo que sigamos, debemos evitar el ingenuo consuelo de que “esto no puede pasarnos a nosotros”.

La ciencia laica cuenta al menos con una gran ventaja respecto a la mayoría de las religiones tradicionales: no le aterroriza su sombra. Está dispuesta a admitir sus errores y sus puntos ciegos.

Cuarta parte: Verdad

Es improbable que proporcionar más y mejor información a la gente mejore las cosas. La mayor parte de nuestras ideas están moldeadas por un pensamiento grupal y no por la racionalidad individual. Nos mantenemos firmes en estas ideas debido a la lealtad de grupo.

Bombardear a la gente con hechos y mostrar su ignorancia individual resulta contraproducente. A la mayoría de las personas no les gustan demasiado los hechos y tampoco parecer estúpidas.

Si realmente queremos la verdad, es necesario escapar del agujero negro del poder. No debemos permitirnos la pérdida de mucho tiempo vagando por aquí y por allá en la periferia.

Como todos nuestros demás sentidos, el de la justicia también tiene antiguas raíces evolutivas. El problema no es de valores. Ya sean laicos o religiosos, los ciudadanos del siglo XXI tienen muchísimos valores. El problema reside en cómo implementarlos en un mundo global complejo.

La justicia exige no solo un conjunto de valores abstractos, sino también comprender las relaciones concretas de causa y efecto. Por desgracia, una característica inherente al mundo moderno es que sus relaciones causales están muy ramificadas y son muy complejas.

Un rápido vistazo a la historia nos muestra que la propaganda y la desinformación no son nada nuevo. Nos dicen repetidamente que vivimos en una era nueva y espantosa de “posverdad”. Además de que estamos rodeados de mentiras y ficciones.

En realidad, Harari defiende la idea de que los humanos siempre han vivido en la era de la posverdad. El homo sapiens es una especie de la posverdad, cuyo poder depende de crear ficciones y creer en ellas.

Nuestro cerebro y nuestro “yo” son parte de la matriz, para escapar de esta hay que escapar del yo. Sin embargo, es una posibilidad que vale la pena explorar. Escapar de la reducida definición del yo podría muy bien convertirse en una habilidad de supervivencia necesaria en el siglo XXI.

Quinta parte: Resiliencia

La humanidad se enfrenta a revoluciones sin precedentes. Toda nuestra antigua historia está desmoronándose. Hasta el momento no ha surgido ninguna historia nueva para sustituirla.

Hoy es más difícil de lo que ha sido jamás predecir el futuro con exactitud. Porque una vez que la tecnología nos permita modificar cuerpos, cerebros y mentes, ya no podremos estar seguros de nada. Ni siquiera de aquello que parecía fijo y eterno.

Ahora nos hemos quedado sin tiempo. Las decisiones que tomemos en las próximas décadas moldearán el futuro de la propia vida. Podemos tomar estas decisiones solo a partir de nuestra visión actual del mundo. Si las nuevas generaciones carecen de una concepción integral, el futuro de la vida se decidirá al azar.

Probablemente esto conlleve niveles altísimos de estrés, porque el cambio casi siempre es estresante. Y a partir de una determinada edad, a la mayoría de la gente no le gusta cambiar.

Hay razones neurológicas para ello. Aunque el cerebro adulto es más flexible e inestable de lo que se piensa, sigue siendo menos maleable que el cerebro adolescente.

Para sobrevivir y prosperar en semejante mundo necesitamos muchísima flexibilidad mental y grandes reservas de equilibrio emocional.

La tecnología no es mala. Si sabes lo que quieres hacer en la vida, te puede ayudar a obtenerlo. Pero si no es así, puede fácilmente moldear tus objetivos por ti y tomar el control de tu vida.

Al final, es una cuestión empírica sencilla: si los algoritmos entienden de verdad lo que ocurre dentro de ti mejor que tú mismo, ellos serán la autoridad.

Cuando las personas se preguntan sobre su vida, no tienen el menor interés en saber cuándo entra el aire en sus cuerpos y cuándo sale.

Lo que desean es saber cosas tales como qué ocurre cuando nos morimos. Pero el enigma real de la vida no es qué ocurre después de la muerte, sino qué ocurre antes. Si queremos comprender la muerte, necesitamos comprender la vida.

La meditación nunca ha entrado en conflicto con la ciencia. Al contrario: ha sido otro instrumento valioso en la caja de herramientas científica, sobre todo cuando ha intentado entender la mente humana.

La observación de uno mismo nunca ha sido fácil, pero con el tiempo podría resultar aún más difícil. Serán los algoritmos los que decidan quiénes somos y lo que deberíamos saber sobre nosotros mismos.

Durante unos cuantos años tendremos la posibilidad de elegir. Si hacemos el esfuerzo, todavía podemos investigar quiénes somos en realidad. Pero si queremos aprovechar de verdad esta oportunidad, debemos hacerlo ahora.

Notas finales

A través de este libro, Yuval Noah Harari resalta las conexiones existentes entre las grandes revoluciones de nuestra era y la vida interior de los individuos. Su intención es destacar que, si bien la tecnología encierra muchas promesas maravillosas, también está llena de amenazas y peligros.

Después de esbozar los retos a los que nos enfrentamos, el autor ofrece una amplia gama de respuestas potenciales. Además, investiga qué puede hacerse ante el terrorismo, la ciberguerra y otras problemáticas. Por último, se pregunta hasta qué punto podemos comprender los acontecimientos globales y distinguir entre la maldad y la justicia.

Consejo de 12min

Para entender cómo llegamos hasta aquí, te recomendamos otro de los éxitos de Harari, “Homo Deus”. En él, el autor israelí explica los últimos 70 mil años de la historia de la humanidad.

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¿Quién escribió el libro?

Es un historiador y escritor israelí formado en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Comenzó sus estudios a los 17 años y se especializó en historia medieval y militar. T... (Lea mas)

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