¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? - Reseña crítica - Jeanette Winterson
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¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? - reseña crítica

¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Biografías y memorias

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: Why Be Happy When You Could Be Normal?

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 9781469201924

Editorial: LUMEN

Reseña crítica

“Hay unas marcas aquí, abultadas como cicatrices. Léelas. Lee el dolor. Reescríbelas. Reescribe el dolor”. La autora presenta así este relato autobiográfico donde recorre fragmentos de su vida a partir de recuerdos, reflexiones y personas que fueron marcando su camino.

Acompaña a Jeanette Winterson a través de un camino marcado por muchos momentos de dolor, pero ante todo guiado por la búsqueda de la identidad propia y la superación.

La cuna equivocada

Jeanette inicia el libro contando que su madre se enfadaba con ella frecuentemente y que cuando eso sucedía, decía: “El Demonio nos llevó a la cuna equivocada”.

La autora nos cuenta que su madre odiaba la idea de ser una desconocida, por lo que, como todos los niños, Jeanette Winterson tuvo que vivir algunas de las vidas que su madre no pudo vivir.

Su madre todavía vivía cuando, en 1985, publicó su primera novela, “Fruta prohibida”. Este era un relato semiautobiográfico que cuenta la historia de una jovencita adoptada por unos padres pertenecientes a la Iglesia pentecostal. Todos esperan que la joven crezca para convertirse en misionera, pero la chica termina enamorándose de una mujer.

Durante gran parte de su vida, Jeanette ha sido una luchadora preparada para dar el golpe más fuerte. Quien golpea más fuerte, gana. Esa es la ley de vida con la que creció, porque de niña la golpeaban y pronto aprendió a no llorar.

La autora escribe que no recuerda ninguna época de su vida en la que no se dedicara a ver su historia como contrapunto a la de su madre. Plantea que este fue su modo de sobrevivir desde el principio. Los niños adoptados siempre se autoinventan porque no tienen otra salida; hay una ausencia, un signo de interrogación justo al principio de sus vidas.

Jeanette afirma que cuando eres adoptado, la sensación de que falta algo no te abandona nunca, jamás, y ni puede ni debe hacerlo, porque falta algo. También dice que esto no tiene por qué ser negativo. La parte perdida, el pasado perdido, puede ser una apertura y no un vacío.

Este es el motivo principal por el cual es escritora. No se refiere a ello como una elección o algo en lo que se convirtió pues, según ella, no fue un acto voluntario ni consciente.

Jeanette sintió que tenía que ser capaz de contar su propia historia. Una parte realidad, otra parte ficción. Eso es la vida para la escritora: una historia de presentación. Ella dice que escribió su salida.

Con frecuencia le preguntan qué hay de verdadero y de falso en “Fruta prohibida”. Ella responde que escribió una historia con la cual podía convivir. Cuando le preguntan por Elsie, la chica de la que se enamora la joven protagonista, cuenta que la incluyó en la novela porque realmente deseaba que hubiera sido así.

La autora dice que no hubo nadie como Elsie pero que, cuando eres un niño solitario, siempre encuentras un amigo imaginario. Ella no existió tal como fue construida en la novela y que las cosas fueron mucho más desoladoras.

Los años de colegio de la autora transcurrieron mayormente con ella sentada en la barandilla de la verja durante los recreos. Ella cuenta que no era una niña con éxito ni que cayera bien porque era demasiado gruñona, intensa y rara. Además, el hecho de frecuentar la iglesia no la ayudaba a hacer muchos amigos.

La escritora vuelve a hacer hincapié en que la adopción es estar fuera, es sentir que eres la que no forma parte de algo. Y actúas intentando hacer a los otros lo que te han hecho a ti.

Lo describe como un sentimiento de creer que es imposible que alguien te quiera por lo que eres. Ella misma dice que nunca creyó que sus padres la quisieran, y que ella intentó quererlos, pero no funcionó.

“Me costó mucho aprender a amar, tanto a dar como a recibir. Pensaba que el amor era una pérdida”, escribe Jeanette Winterson.

“¿Por qué la pérdida es la medida del amor?” es la primera línea de su novela “Escrito en el cuerpo”. Ella misma sostiene que se dedicaba a acechar el amor, a atrapar el amor, a perder el amor y luego a echarlo de menos.

La señora Winterson, su madre adoptiva, también protestó por lo que había incluido en el libro, pero Jeanette creía que el verdadero motivo de su enfado era lo que había dejado fuera. Ella dice que hay muchas cosas que no pueden ser dichas porque resultan muy dolorosas y entonces confiamos en que las cosas que podemos decir suavicen el resto.

Las historias son compensatorias para Jeanette. El mundo es injusto e incontrolable, pero cuando se cuenta una historia se puede ejercer el control, y de tal modo que dejamos algunos huecos. Es una versión, pero nunca la definitiva. Y quizá confiamos en que alguien sea capaz de escuchar los silencios y la historia pueda continuar.

Cuando escribe, Jeanette dice que esta actividad ofrece silencio tanto como la historia. Las palabras son esa parte de silencio que se puede expresar. La señora Winterson habría preferido que se hubiera quedado en silencio.

Mi consejo para todos: vale la pena nacer

Jeanette Winterson nació en el año 1959, en Manchester, ciudad al norte de Inglaterra. Es un gran lugar para nacer, según ella, ya que el carácter de la ciudad encierra una contradicción: es a la vez agreste y algo urbana. La gran masa industrial muestra lo mejor y lo peor de los tiempos: todo lo que la máquina puede conseguir y su terrible costo humano.

Para Jeanette, el lugar donde naces deja una impronta en quién eres, por mucho que digan los expertos en globalización.

Su madre biológica era operaria en una fábrica. Su padre adoptivo trabajaba de peón reparando carreteras y luego hacía un turno descargando carbón en la central térmica. Trabajaba diez horas seguidas y hacía horas extras frecuentemente.

Su familia pertenecía a la clase trabajadora, y ella no quería formar parte de esa bulliciosa masa. Quería trabajar, pero no como ellos, porque le atemorizaba la idea de vivir y morir en el mismo lugar con solo una semana en la costa entre medio.

En algún momento, entre las seis semanas y los seis meses de vida, Jeanette fue sacada de Manchester y llevada a Accrington. Cuenta que, en ese momento, todo se acabó para ella y la mujer que la trajo al mundo. Ella se marchó y a Jeanette la adoptaron.

El 21 de enero de 1960 es la fecha en la que John William Winterson, de profesión peón, y Constance Winterson, de profesión empleada, recibieron al bebé que pensaban que querían y se lo llevaron a su casa del número 200 de Water Street, en Accrington, Lancashire.

Jeanette vivió durante 16 años en esa casa, con un padre que si no se encontraba haciendo su turno en la fábrica, estaba en la iglesia. Esa era su rutina, y la de su madre era estar despierta toda la noche y deprimida todo el día.

Por su parte, Jeanette estaba en el colegio, en la iglesia, por ahí afuera en las colinas, o leyendo en secreto. Ella cuenta que pronto aprendió el secretismo, a ocultar su corazón y sus pensamientos porque desde que se decidió que ella era la “cuna equivocada”, todo lo que hacía reforzaba esa creencia en su madre.

A los 16 años, Jeanette se marchó de esa casa. En su primera noche en un sitio nuevo, disfrutó de tumbarse en la cama y contemplar la alfombra que había comprado para recordar que tenía lo que necesitaba aunque lo que tuviera fuera tan poco.

La escritora opina que a veces tienes que vivir en sitios precarios y temporales, poco idóneos y equivocados, porque a veces el sitio seguro no te ayuda. Marcharse de su casa a los 16 años fue una de esas decisiones importantes que cambiarían el resto de su vida.

Amor

Helen

En la iglesia, cuenta Jeanette, todo el tiempo se oía hablar del amor. Un día, tras la reunión de rezo, una chica mayor que ella la besó y ese fue su primer momento de reconocimiento y deseo. Tenía 15 años y se enamoró, ¿qué otra cosa podía hacer?

Su nombre era Helen y la autora cuenta que eran como cualquier par de niñas ilusionadas con el amor: embobadas, quedando en secreto, pasándose notitas en la escuela, hablando sobre cómo escaparían y abrirían una librería juntas.

Al principio se acostaban en la casa de Helen, porque su madre trabajaba en el turno de noche. Una noche se quedó con Jeanette en Water Street, lo cual era muy extraño porque la señora Winterson odiaba las visitas.

Compartieron la misma cama y se quedaron dormidas juntas. Su madre entró con su linterna, y Jeanette recuerda despertarse con la luz en sus rostros. La linterna pasando de la cara de Helen a la suya y después saliendo por la ventana fueron para Jeanette la señal del fin del mundo.

Días después, todo parecía estar tranquilo, era una misa corriente de domingo por la mañana. Jeanette llegó un poco tarde y notó que todos la miraban. Después de rezar, el pastor dijo que dos miembros del rebaño eran culpables de un pecado abominable y comenzó a leer un pasaje de la Biblia.

En cuanto comenzó a leer, todo se volvió horrible. Helen rompió a llorar y salió corriendo de la iglesia. A Jeanette la enviaron con el pastor. Nadie podía creer que alguien con tanta fe como ella pudiera haber tenido sexo, y además con otra mujer, a menos que hubiera un demonio por medio.

Jeanette dijo que no se trataba de ningún demonio, sino que amaba a Helen, y eso empeoró las cosas.

La encerraron en un salón con las cortinas cerradas, sin comida ni calefacción durante tres días. Al terminar aquel suplicio, ella seguía convencida de que no había ningún demonio en ella y, por esto, uno de los ancianos le pegó repetidas veces.

El anciano le ordenó que se arrodillara y que se arrepintiera de sus palabras, mientras ella sintió el bulto que se formaba en sus pantalones. Intentó besarla y le dijo que sería mejor que con una chica. Metió su lengua en la boca de la pequeña Jeanette y ella se la mordió, llenando todo de sangre.

Jeanette solo recuerda que se desmayó y despertó en su cama en la pequeña habitación que le preparó su madre como si nada hubiera sucedido.

Janey

Jeanette y Janey se encontraron y se enamoraron. La señora Winterson, enfadada, le dijo que ella ya no era su hija. Frente a esto, Jeanette anunció que se iba de la casa y su madre adoptiva le preguntó por qué. Ella solo pudo responder que era porque ella nunca iba a aceptarla como era, y que cuando estaba con Janey era feliz.

Por un instante, Jeanette pensó que su madre comprendía y parecía que iba a cambiar de opinión, que iban a poder hablar. Finalmente, la señora Winterson se limitó a decirle: “¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?”.

Susie

Jeanette conoció a Susie Orbach algún tiempo después de que no consiguiera entrevistarla por su libro “Bodies”, y decidió escribirle solo para decirle cuánto había disfrutado con su obra.

Susie la invitó a cenar y tuvieron una velada maravillosa donde conversaron hasta el amanecer. De todos modos, Susie era presuntamente heterosexual. Llevaba casi dos años separada de su marido, tras un matrimonio de 34 años, y Jeanette había abandonado sus “labores de misionera” entre las mujeres heterosexuales.

Después de un tiempo de coqueteo implícito, Jeanette no podía ignorar que allí sucedía algo. “Tú solo bésala”, le dijo su amiga, la escritora Ali Smith, y eso fue lo que hizo.

A partir de ese momento, Susie se convirtió en su lugar seguro, donde sabía que podía seguir su viaje y que no tendría que hacerlo en soledad.

Continuará

La autora cuenta que cuando empezó este libro no tenía ni idea de cómo saldría, ya que lo escribió en tiempo real. Estaba escribiendo su pasado y descubriendo su futuro. No sabía cómo se sentiría al encontrar a su madre biológica, Ann, y dice que todavía no lo sabe.

“La adopción es demasiadas cosas a la vez. Es todo y nada. Ann es mi madre. También es alguien a quien no conozco en absoluto”, dice la escritora.

Jeanette finaliza diciendo que aún tiene conflictos con su madre porque se dio cuenta de que detesta que ella critique a la señora Winterson, ya que si bien era un monstruo, era su monstruo. Y después de este conflicto y todo lo que ha ocurrido, no sabe qué es lo que sigue, pero la búsqueda continúa.

Notas finales

¿Por qué escriben los que escriben? A veces, quizás, porque brota una necesidad de dejar una marca, de contar la historia propia, entendiendo que esa historia puede despertar algo en sus lectores. Porque, quizás, todavía es necesario mostrar que, afortunadamente, hay personas que aún anhelan ser felices, aunque no se las considere “normales”.

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¿Quién escribió el libro?

Nacida en Manchester en el año 1959, es una escritora reconocida como una de las principales exponentes del posmodernismo anglosajón. Algunas de sus obras más reconocidas son “Fruta Prohibida” (1985), “Escrito e... (Lea mas)

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