Largo pétalo de mar - Reseña crítica - Isabel Allende
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Largo pétalo de mar - reseña crítica

Largo pétalo de mar Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Textos latinos

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: Largo pétalo de mar

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 9783844536263

Editorial: PLAZA & JANÉS

Reseña crítica

El libro de Isabel Allende cuenta una historia desgarradora sobre varias familias entrelazadas por la tragedia, el exilio y las convicciones políticas. Prepárate para emocionarte y entender el mundo desde la mirada de un grupo de personas que atravesó la Guerra Civil española, el exilio y la posterior dictadura en Chile.

Primera parte. Guerra y éxodo (1938-1939).

La historia comienza con Víctor Dalmau, un joven médico catalán que formaba parte del bando republicano en la Guerra Civil española. Su familia también estaba involucrada: Guillem, su hermano, luchaba en el frente de Madrid y sus padres se dedicaban a la docencia. Marcel Lluís era un profesor de música revolucionario y Carme daba clases a los milicianos analfabetos. Ambos inculcaron en sus hijos pasión por la justicia social.

El orígen del conflicto se remonta a dos años atrás, en 1936, cuando los conservadores y la Iglesia Católica fueron derrotados en las elecciones generales por el Frente Popular, integrado por partidos de izquierda. La sociedad española se dividió y la derecha comenzó a conspirar con los militares para derrocar al gobierno electo.

A grandes rasgos, se trataba de una disputa entre las altas clases poderosas que buscaban recuperar su lugar -bando nacional- y una alianza entre comunistas y sindicalistas, quienes eran apoyados por la clase trabajadora y la mayoría de los estudiantes e intelectuales -bando republicano-.

Fue en julio de ese año cuando los militares, encabezados por el general Francisco Franco, se alzaron contra el gobierno democrático y dieron comienzo a una dictadura feroz. Con el apoyo de Hitler, Mussolini, las tropas coloniales marroquíes y los moros, se dedicaron a sembrar odio y terror. El conflicto dejaría un saldo de más de un millón de víctimas.

Existía una quinta integrante de la familia Dalmau: Roser Bruguera, la pianista más destacada entre los alumnos de Marcel. Como no tenía familia en Barcelona, el profesor Dalmau le ofreció vivir con él y su mujer mientras sus hijos estaban en la guerra.

Poco tiempo después, Marcel sufrió un infarto. Antes de morir, le hizo prometer a Víctor -quien había vuelto a Barcelona para despedir a su padre- que se llevaría a Carme y Roser al extranjero, porque “la guerra estaba perdida”. ¿El destino? Francia, que iba a recibir una masa compuesta por cientos de miles de exiliados.

Fue así como Víctor encargó a su amigo Aitor Ibarra que acompañe a Roser y Carme a través de los gélidos Montes Pirineos hacia territorio francés en busca de paz. Para desgracia de la familia, Carme decidió separarse del grupo durante la travesía.

Fue la segunda pérdida de los Dalmau, luego de la desaparición de Guillem durante la batalla del río Ebro, en julio de 1938. Aunque el joven guerrillero no se fue sin dejar su legado: Roser estaba esperando un hijo suyo, fruto de un romance intenso que compartieron cuando Guillem volvió a casa para recuperarse de una enfermedad.

Al llegar a la frontera, Roser fue separada de Aitor y enviada al campo de concentración de Argelès-sur-Mer, donde tuvo que sobrevivir al frío, el hambre y la violencia de los guardias. Gracias a una enfermera conocida de Víctor, Elisabeth Eidenbenz, Roser pudo huir de esa pesadilla y hospedarse con una familia inglesa.

Antes de terminar la primera parte de la historia, la autora introduce a la familia Del Solar, perteneciente a la alta sociedad chilena. El conservador Isidro, la devota Laura y tres de sus hijos: Felipe, Ofelia y Leonardo. En este punto, la pareja y su hija se encontraban viajando en barco hacia Europa.

Segunda parte. Exilio, amores y desencuentros (1939-1942).

Luego de pasar unos meses en el mismo campo de concentración de Argelès-sur-Mer, Víctor encontró a Elisabeth, que lo reunió una vez más con Roser y su hijo ya nacido, Marcel Dalmau Bruguera. En esta etapa, Víctor también tuvo noticias de Aitor Ibarra, que estaba escapando a Venezuela y pretendía llevar a los Dalmau un tiempo después. Pero Elisabeth sugirió que fueran a Chile: el poeta Pablo Neruda, por encargo del gobierno sudamericano, estaba preparando el Winnipeg, un navío destinado a llevar exiliados a su país.

Para ser aceptados en el Winnipeg, Víctor tuvo que casarse con Roser y fingir que era padre del niño. Una vez sorteada la burocracia, el 4 de agosto de 1939, los Dalmau se embarcaron junto a más de dos mil españoles rumbo a Valparaíso en busca de paz y libertad. Llegaron a Chile -en palabras de Neruda ese “largo pétalo de mar y nieve”- el 3 de septiembre, donde fueron recibidos como héroes. Ese mismo día, estalló la Segunda Guerra Mundial en Europa.

Los Dalmau no demoraron en integrarse a la sociedad chilena. Se hospedaron como refugiados en la casa de los Del Solar, en Santiago de Chile, gracias a Felipe, que tenía relación con Pablo Neruda y no mantenía las posturas conservadoras de su padre. El comienzo de la guerra encontró al resto de la familia Del Solar en Francia. Consiguieron escapar de la masacre en el último barco chileno.

Con la familia al completo, los Dalmau y los Del Solar compartieron la cena de Navidad. Allí se conocieron y entablaron una primera conversación incómoda Víctor y Ofelia. Fue suficiente para que el catalán se sintiera atraído por ella. “Esa muchacha es inalcanzable. Sácatela de la cabeza, Víctor”, le advirtió Roser, que velaba por mantener en secreto su matrimonio falso y, así, sus chances de continuar en Chile.

Entretanto, los Dalmau consiguieron asentarse y alquilaron una pensión. Víctor retomó los estudios de medicina y trabajaba en un bar por las noches, donde conoció a otro catalán, Jordi Moliné, con quien más tarde abriría un bar propio: el Winnipeg. Roser, por su parte, daba clases de piano y musicalizaba programas de radio. Así conoció al embajador de Venezuela en Chile, Valentín Sánchez, quien sería importante en el futuro.

Ofelia del Solar estaba negada a casarse con su novio de toda la vida: Matías Eyzaguirre, un respetado diplomático que trabajaba en Paraguay y la amaba incondicionalmente. Más de un año después, tuvo lugar un intenso y prohibido romance entre Víctor y Ofelia, que mantuvieron en secreto el tiempo que les fue posible.

Cuando los Del Solar supieron del romance, aislaron a Ofelia fuera de Santiago. Pocos meses después, percibieron que la joven estaba embarazada. Asesorados por el padre Vicente Urbina -hombre poderoso y de confianza-, la familia decidió que la mejor solución era la adopción -a pesar de la negativa de la madre-. Infelizmente, el bebé falleció pocos minutos después del parto.

Pasarían muchos años antes de que Víctor y Ofelia se reencontraran. Ella decidió casarse finalmente con Matías Eyzaguirre y se mudó a su casa en Asunción. Tendrían dos hijos juntos.

Tercera parte. Retornos y raíces (1948-1994).

En 1948, Pablo Neruda era perseguido por el gobierno chileno. Por eso, vivió oculto durante dos semanas en la casa de los Dalmau junto a su mujer, la argentina Delia del Carril. Ese mismo año recibieron la carta de una persona que esperaban hacía casi una década: Carme Dalmau. Había dado con ellos gracias a -¿quién más?- Elisabeth Eidenbenz.

La madre de Víctor se encontraba refugiada en Andorra, viviendo con una pareja de campesinos y trabajando en el mercado de contrabandistas. La familia visitó a la ahora abuela en el principado europeo. Un año después, Carme decidió emigrar hacia Chile. Para esta época, Víctor había dejado de trabajar en el Winnipeg y era cardiólogo en el hospital San Juan de Dios y Roser supervisaba de lejos las cuentas del bar. Con los años, Carme acabó viviendo con Jordi Moliné, que ya era uno más de la familia.

A mediados de la década de los sesenta, Roser viajó a Caracas invitada por su amigo Valentín Sánchez. Juntos, crearon la primera orquesta de música antigua del continente, financiada por el petróleo y el buen momento del país vinotinto. Ella formaba a los intérpretes como vicedecana de la Escuela de Música en Santiago y viajaba por Europa y Venezuela junto a Valentín.

Para este momento, Roser y Víctor llevaban juntos veintiséis años. Marcel había cumplido los dieciocho hacía bastante, lo que demostraba que el cariño y la intimidad de la pareja iban más allá de lo pactado en aquel lejano 1939. Eran compañeros, compartían todo y sus gustos se parecían cada vez más. Y, a pesar de que Víctor sospechaba que existía un amante que Roser visitaba en el extranjero, se querían más que a nadie.

Presentado por Felipe, Víctor también entabló una sólida amistad con Salvador Allende, con quien compartía la afición por el ajedrez. Allende fue aumentando su relevancia en la política chilena. De ser dirigente socialista a ser nombrado ministro de salud y, más tarde, ser elegido presidente de Chile.

Sin embargo, las políticas exteriores del gobierno estadounidense, encabezadas por Richard Nixon y Henry Kissinger, no podían permitir que el experimento “rojo” chileno se propagara por el resto de América Latina y Europa.

Allende pretendía nacionalizar la industria del cobre, transferir empresas y bancos a manos del Estado y expropiar tierras. Si bien hubo buenos resultados en los primeros meses, la emisión descontrolada de dinero disparó la inflación. Además, los partidos políticos se peleaban entre sí, las empresas tomadas por los trabajadores no conseguían funcionar, la producción cayó y el sabotaje de la oposición generó desabastecimiento de productos.

Los paros de los gremios no se hicieron esperar. Entre ellos, el Colegio Médico (sin la adhesión de Víctor) y los camioneros. Escasez, sensación de precariedad, conspiraciones militares, presión de la burguesía, de los sectores más conservadores de la Iglesia y de la prensa de derecha. Movimientos de izquierda y sus contrapartes fascistas propiciando la lucha armada. Presencia de carabineros en las calles, pancartas de protesta. Toda la situación era una olla a presión a punto de explotar. Pero a pesar de todo, el gobierno contaba con el apoyo popular.

Como consecuencia de la nacionalización de la minería, la Corporación del Cobre envió a Marcel -quien había estudiado ingeniería de minas y ya trabajaba en la industria del cobre- becado a Estados Unidos para estudiar geología.

Carme falleció a los 87 años y Jordi Moliné fue encontrado muerto poco después. Ambos fueron enterrados en un lote del cementerio de Santiago que Víctor compró.

La sensación generalizada de miedo se materializó el 11 de septiembre de 1973, cuando estalló la dictadura militar. Las Fuerzas Armadas, lideradas por Augusto Pinochet, se sublevaron y bombardearon el palacio presidencial, asesinando a Salvador Allende. En esos días, decepcionado por ver a su país dividido, murió Pablo Neruda. Ya estaba enfermo, pero circuló el rumor de que había sido envenenado.

Marcel estaba en Estados Unidos y Roser en Venezuela. Víctor consiguió contactarlos para pedirles que no vuelvan a Chile antes de ser capturado y llevado como prisionero al Estadio Nacional.

Allí tuvo que sobrevivir una vez más, ahora durante once meses. Le otorgaron la libertad condicional por sus dotes médicos y fue recibido por Roser, que había vuelto a Chile para buscarlo. La marginalidad de haber sido preso lo llevó a un nuevo exilio con destino a Venezuela.

En esta nueva etapa y con cincuenta y tantos años, Víctor y Roser vivieron un nuevo enamoramiento. Fue en ese entonces cuando ella le confesó la aventura que él ya sospechaba. Para sorpresa de Víctor, el amante no era otro que Aitor Ibarra. La relación duró siete años y sólo se detuvo porque Aitor sufrió un ataque cerebral que lo dejó paralítico.

El 20 de noviembre de 1975 murió Franco, y Víctor sintió la tentación de volver a España. Pero tanto él como Roser se decepcionaron al encontrar un país que ya no reconocían y al que no pertenecían. Permanecieron sólo seis meses antes de volver a Venezuela.

De vuelta en Sudamérica, Víctor se reencontró con Ofelia del Solar, que se había dedicado a la pintura y estaba haciendo una exposición en Caracas. Pudo comprobar que lo que alguna vez sintió fue sólo un romance esporádico, fuera de la realidad.

Recién en 1983 los Dalmau pudieron volver a Chile. La dictadura aún continuaba, pero el fin de la pesadilla estaba cerca. Víctor comenzó a trabajar en una clínica privada y como voluntario en un consultorio de un barrio pobre de Santiago. Esto le daba un propósito, como en sus épocas en la Guerra Civil. Roser, que retomó los conciertos con la orquesta en Chile, también acabó involucrándose dando clases de música en la comunidad.

En 1988, cuando la oposición exigía elecciones libres y la dictadura había perdido el apoyo de varios sectores, la Junta Militar llamó a un referéndum para ratificar a Pinochet en el poder. Al contrario de lo que esperaban los “milicos”, Pinochet perdió en las urnas y entregó el mando en 1990.

Con setenta y tres años, Roser enfermó. Tenía un cáncer terminal. Compartió sus últimos meses junto a Víctor en la casa que tenían a las afueras de Santiago, e incluso viajaron una vez más. Se fue acostada en su cama, tomada de la mano del amor de su vida. Antes de partir, le dijo a Víctor que quería que avanzara, y una posible pareja podría ser su vecina, Meche. Él no le dio mucha importancia a la sugerencia.

Tres años después, Víctor se preparaba para celebrar su cumpleaños número ochenta solo. Pero recibió la visita de una mujer que no esperaba. “Soy su hija”. Ingrid Schnake llevaba un tiempo buscándolo. Era la hija de Ofelia del Solar que, a diferencia de las palabras del padre Urbina, no había muerto al nacer. Fue dada en adopción a una pareja de alemanes que vivía en el sur de Chile, y estaba en búsqueda de su identidad.

Ella, como Roser, le demostró que no tenía sentido vivir esperando la muerte. Por más que ya hubiera sufrido y amado tanto, la vida continuaba. Víctor volvió a considerar la idea de acercarse a Meche. “Nuevas navegaciones, pensó. Y así hasta el final”.

Notas finales

“Largo pétalo de mar” propone un viaje espectacular a través de la historia del siglo XX acompañando a personajes increíbles que, si bien son ficticios, interactúan con personas y hechos reales.

Isabel Allende nos da varias lecciones. El poder que pueden tener la ignorancia y los prejuicios, que llevan al odio, por ejemplo, y la importancia de que un pueblo tenga memoria.

Este libro es totalmente recomendable. No alcanzan las palabras en este texto para describir la crueldad de la Guerra Civil, la crudeza de los campos de concentración y el terror de una dictadura militar.

Los personajes -y nosotros, los lectores- descubriremos que en una sola vida caben muchas vidas. Que es posible amar a más de una persona y llamar a un país desconocido como nuestro hogar. Y que, como dice la autora, “si uno vive lo suficiente, los círculos se cierran”.

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