Entre lujurias y represión: Serú Girán, la banda que lo cambió todo - Reseña crítica - Mariano del Mazo
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Entre lujurias y represión: Serú Girán, la banda que lo cambió todo - reseña crítica

Entre lujurias y represión: Serú Girán, la banda que lo cambió todo Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Textos latinos

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: 

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 9789500762618

Editorial: SUDAMERICANA

Reseña crítica

“Ahora lo veo: el rock era una poética que nos arropaba”, dice el autor sobre su adolescencia. Del Mazo recuerda un recital de Serú Girán al que asistió con su hermano en el año 1981, donde ya nadie pedía canciones del estilo “Blues del levante”. Algo había cambiado para siempre y la energía de los conciertos se volvió decididamente política.

“‘Entre lujurias y represión’ es, al fin, el relato extendido de esa noche”, nos dice el autor mientras reconstruye a través de anécdotas y hechos sociopolíticos la crónica de una de las bandas que cambió para siempre la historia del rock argentino.

Cosmigonón, o el kilómetro cero en el paraíso

En 1977, todos necesitaban dinero, pero Charly García más, por lo que ideó un gran recital que quedó en la historia con el nombre de Festival del Amor. El autor hace notar la ironía siniestra que muestra, en perspectiva, semejante título en medio del período más cruento de la dictadura militar.

“Voy a llamar a mis amigos, que son muchos. Y el recital va a durar lo que tenga que durar”, le dijo Charly a José Luis Fernández, bajista de La máquina de hacer pájaros, banda con la que estaba atravesando una dolorosa ruptura. Musical y afectivamente, eran tiempos de cambios profundos.

Luego de dos discos notables, García se hartó de La máquina de hacer pájaros y del ambiente porteño. No podía entender algunas ideas de sus compañeros y eligió la huida antes que una reformulación del grupo.

Tenía ganas de viajar y de emprender un nuevo camino musical, del cual lo único que sabía era que quería hacerlo de la mano de David Lebón. Sobre cómo seguir, García tenía todo claro: quería estar en una playa en Brasil, nadar, limpiar la mente y partir otra vez de cero.

Una tarde, Charly fue con su novia Zoca a la casa de Lebón para informarle su plan basado en dos pasos consecutivos: hacer el Festival del Amor y pasar una temporada en la playa para componer repertorio. Al principio, Lebón se negó rotundamente, pero después de la insistencia de García, terminó aceptando y se fueron juntos a Brasil.

Una mañana de ácido, una serie de palabras empezaron a encadenarse mágicamente: cosmigonón/ gisofanía/ serú girán/ seminare/ paralía/ narcisolón/ solidaría/ serú girán/ serú girán/ paralía/ eiti leda/ lumineria/ caracó/ parastana/ nesari/ eri desi oia/ desi oia/ serilerilán/ lumineria/ caracó. “Serú Girán”, repitieron Lebón y García juntos.

García dejó de lado la palabra “Bicicleta”, con la que había pensado nombrar el nuevo proyecto musical, y dijo de nuevo “Serú Girán”. Lebón se rió fuerte y le dijo: “Ya está, loco”.

Gisofanía, o el amor en tiempos de mundial y tinieblas

Luego de un tiempo en Buzios, García decidió viajar a Buenos Aires para visitar amigos, ver a su hijo Miguel e iniciar la búsqueda para completar Serú Girán. La formación del grupo era algo que quería resolver rápido y pensó que el atajo más sencillo sería repetir la base rítmica de La máquina de hacer pájaros.

Se reunió con José Luis Fernández, pero el bajista no aceptó su propuesta dado a que ya había decidido radicarse en los Estados Unidos y que, además, había quedado herido por la brusca disolución de su banda anterior. De todos modos, Fernández le nombró a Charly un bajista muy joven que estaba llamando la atención de muchos: Pedro Aznar.

El próximo paso era tentar a Oscar Moro. Después de La máquina de hacer pájaros, el baterista estuvo tocando en varios proyectos y estaba a punto de ser padre, pero Billy Bond, quien en ese momento se desempeñaba como productor de la futura banda, logró convencerlo con una propuesta muy clara: ir a Brasil y grabar un disco.

Moro cuenta que García le dio la posibilidad de que eligiera al bajista y entonces le habló de Alfredo Toth, de Beto Satragni y de un muchacho, Pedro Aznar, con quien había coincidido en la banda Pastoral; se trataba de un joven prodigio.

Ahora Charly estaba buscando a Pedro Aznar. Moro le había alertado a Aznar de que García estaba interesado en él y, entonces, el propio Aznar invitó a Charly a uno de los recitales que estaba dando con Amalgama. Inmediatamente, García quedó maravillado con la técnica del bajista y pensó que tenía una manera de tocar inédita en el país.

Serú Girán era ya un cuarteto. Charly volvió a Buzios, y con David se mudaron a una cabaña ubicada en el pequeño centro del pueblo. Allí planificaron el camino a El Dorado, uno de los mejores estudios de San Pablo.

En la nueva casa terminaron el boceto de una canción de Charly llamada “La calle de la sensación”, la cual, de acuerdo con el idioma inventado en Serú Girán, pasó a llamarse “Seminare”. No podían saberlo en aquel momento, pero esa canción se iba a transformar en el primer hit de la banda y en la balada rock argentina por excelencia.

Billy Bond sacó los pasajes de Buenos Aires a San Pablo para Moro y Aznar. La extraña pareja arribó a la madrugada. Dejaron el equipaje en un rincón del living, y en minutos ya estaban tocando por primera vez los cuatro juntos.

Aznar cuenta que apenas llegaron improvisaron durante media hora, sin tocar ningún tema en particular, y cuando finalmente pararon, los cuatro estaban felizmente sorprendidos por la química. Las miradas cómplices se encontraron afirmando lo que todos sentían: “Somos un grupo”.

El muro de la canción de las palabras imposibles

Del Mazo describe a “Serú Girán”, el disco debut, como un compendio de lo que Serú Girán desarrollaría en los siguientes tres años: puntillosos arreglos vocales, la irrupción del bajo fretless característico de Aznar, los solos expansivos y precisos de Lebón, la variedad de recursos de la batería de Moro y la fina sensibilidad lírica y musical de Charly García.

La letra de “Eiti Leda” constituye para Del Mazo una de las más sugestivas de la trayectoria de García, mientras narra una historia con vestigios de amor pero a través de una melancolía urbana e invernal, propia de los tiempos del oscuro Mundial del 78, con Perón muerto y la Triple A actuando.

“Cosmigonón” cierra el álbum, y es en esencia un ominoso ejercicio guitarrístico instrumental de Lebón, lo que el autor considera que es la mejor firma posible al pie de un álbum inspirado y críptico.

El disco salió en noviembre de 1978 y dura poco más de media hora. Aunque la mezcla final no terminó de convencer a nadie, Aznar recuerda que cuando tuvo el disco en sus manos pensó que ya nadie los podía parar. Tanto por errores de la banda como por la ceguera del público, y en un contexto político atroz, el álbum quedó catalogado como un disco maldito.

“Armate una orquesta. Vamos a tocar el primer disco en un lugar nuevo, en el Club Obras Sanitarias”, le dijo por teléfono Charly a Daniel Goldberg, mánager de la banda.

En el ámbito político, el gobierno de facto de Videla tenía la suma del poder público. Había provocado duros golpes a las organizaciones guerrilleras y puesto en marcha un plan de secuestro, tortura y desaparición de personas por todo el país. La obtención de la Copa del Mundo de fútbol logró mantener todo en lo oculto y generó cierto optimismo en la sociedad.

En ese marco, luego de la temporada en Brasil, Serú Girán fijó la fecha de la presentación del disco: 3 de noviembre. La expectativa se tradujo en una concurrencia masiva. Con unos tres mil espectadores, el estadio estaba a tope, pero la gente vibraba en otra sintonía y esperaba otra actitud de la banda.

Según Del Mazo, la banda se encontró con un público incapacitado para compartir el sarcasmo de García y Lebón, y esa imposibilidad se vinculaba con aspectos del momento social del país y del rock.

Al día siguiente, salió en el diario La Opinión una nota en la que se decía que lo peor que había en la Argentina era Serú Girán.

A pesar de esto, a García parecía que la adversidad lo fortalecía. Se reunió en su casa con Lebón, Aznar y Moro, y les dijo: “Demos vuelta la página”. No había alternativa. O sí: la separación. Estuvieron de acuerdo en seguir. Trazaron un plan: componer, ensayar, mejorar y tocar donde fuera.

Serú Girán empezó a revertir lo ocurrido en el año 1978 con una buena cantidad de canciones que estaban componiendo en una sintonía muy distinta a la del disco que dejaban atrás. Con el impulso del punk que estallaba en Europa y los Estados Unidos, filtrado por el lunfardo local, una frase asomó como lema: “No se banca más”.

La banda se dedicó a componer, a depurar bocetos realizados por la dupla Lebón-García durante la estadía en Buzios. Finalmente, lograron construir un concepto fuerte que se exponía en la tapa y en la canción que tituló el nuevo álbum, “La grasa de las capitales”.

La tapa presenta una sátira a la revista Gente en el mismo período en que Charly se sentó en la mesa de Mirtha Legrand con el objetivo de promocionar unos shows de la banda. El autor plantea estos hechos como una muestra de la manera astuta en la que Serú Girán se paraba afuera y adentro del “sistema” para utilizar la parafernalia de los medios a su favor.

“La grasa de las capitales” se editó en un momento político en que, pese a la crisis económica, el país respiraba a través de gestos aislados, como la célebre nota de María Elena Walsh titulada “Desventuras en el País-Jardín-de-Infantes”. El artículo era una aguda crítica a la actualidad social y política, y fue interpretada como una señal de cierta apertura.

El 31 de diciembre de 1979 marcó el mejor año posible para la banda. En medio de la represión y de una profunda crisis económica, Serú Girán sacó un álbum rotundo que para Del Mazo señaló un momento de liberación para el rock nacional.

En 1980, Serú Girán sobresalía dentro de un panorama local que mostraba signos de cambio. El rock argentino se fue revitalizando y la represión estatal había menguado. En pocos años, algunas condiciones habían cambiado y una tenue apertura política se vislumbraba en el horizonte.

Una extraordinaria canción fue la que inauguró, primero tímidamente, una actitud. Fue el tema que traccionó el cambio. Charly García se acordó de una música que había compuesto para una película de Eduardo Plá que era la versión libre de Alicia en el país de las maravillas.

La canción quedó en estado de latencia por años. Cuando la retomó, Charly hizo unas modificaciones sustanciales y la transformó en lo que Del Mazo considera el tema más trascendente, más poderoso y tal vez más perfecto de la historia de Serú Girán: “Canción de Alicia en el País”.

Empezaba el año 1981, el último año completo de dictadura, con la asunción de Roberto Viola. Ninguno de los músicos de Serú Girán se montó discursivamente a esa coyuntura.

Del Mazo establece que a pesar de que algunas canciones se resignificaron con el deterioro del poder militar, las opiniones giraban alrededor de matices musicales. El autor opina que a lo sumo se podía llegar a hablar de la energía de los conciertos y de la fuerza de los shows.

1981 es el año del disco “Peperina” y de nuevos intentos de exportación. La venta de Serú Girán a América Latina, España, Inglaterra y Estados Unidos era tema de reuniones y sobremesas.

Serú Girán asimilaba el cambio de época a su manera, con sus armas. En su mejor momento decidió hacer un disco clásico, sin apelaciones a ninguna novedad.

Mientras miro las nuevas olas

Entre marzo de 1982 y el 4 de diciembre de 1992, fecha del primer concierto del regreso de Serú Girán, los estados de ánimo del rock local fueron tan cambiantes como los del país: se trató de una década vertiginosa, con múltiples contrastes.

Argentina pasó de la euforia popular de una guerra a la angustia abismal de la derrota, del fin de la dictadura al fin de la ilusión democrática. El tránsito de la siempre acechada socialdemocracia del gobierno de Alfonsín al liberalismo de Menem fue traumático.

Del Mazo plantea que, a diferencia de como sucedía durante los años 70, el rock argentino se volvió una música que ocupaba el centro de la escena y que vivió su propio fin como contracultura.

El autor habla del regreso de Serú Girán en el año 1992 como un monumento a la incongruencia histórica, al anacronismo. Según Del Mazo, en el 92 Serú Girán ya no interpretó a su tiempo, ni la gente interpretó a Serú Girán. Se trató de un subrayado innecesario.

Mariano del Mazo presenta la pregunta que posiblemente nos hacemos muchos: “¿Qué habrá sentido Charly en River, en Rosario, en Córdoba, cada vez que cantaba 'Saben los que te conocen que no estás igual que ayer'?”.

Esta es una reconstrucción del pasado y, para el autor, siempre se trata de un discurso del presente sobre ese pasado, una distorsión del recuerdo.

¿Qué fue, entonces, Serú Girán? Del Mazo concluye el libro diciendo que fue la banda donde se cifraron las claves del rock argentino. Pero las respuestas solo sirven como retazos, dice el autor, y quizá resulte más atinado mantener la pregunta abierta y dejar que las canciones sigan sonando como olas, eternas, parte del mar.

Notas finales

“Entre lujurias y represión” cuenta la historia de una banda que resuena como el estribillo de una canción cantada por un país entero, y es por este motivo que se vuelve un relato decididamente político y necesario.

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En “Spinetta: Crónicas e iluminaciones”, de Eduardo Berti, encontrarás la historia de un músico y poeta que se convirtió en uno de los grandes revolucionarios del rock argentino y latinoamericano.

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Periodista especializado en cultura, con 20 años de experiencia en el diario Clarín. Allí fue editor de música del suplemento Espectáculos entre 199... (Lea mas)

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