El duelo - Reseña crítica - Gabriel Rolón
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El duelo - reseña crítica

El duelo Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Espiritualidad y mindfulness y Autoayuda y motivación

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: 

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 9789504970934

Editorial: Planeta Publishing

Reseña crítica

En esta obra, Gabriel Rolón trata el duelo de una manera dinámica y desde la perspectiva del psicoanalista. Como él mismo lo indica, “pensar el duelo es pensar la vida”. El duelo se produce cuando se ha perdido algo que se ama, y puede llevarnos al más profundo hoyo. ¡Descubre cómo superarlo!

El ensombrecido

El duelo, también llamado “el ensombrecido” por el autor, es un dolor que aflige a la persona por la pérdida de algo amado. Este necesita de un proceso, de un recorrido, de una lucha de quien lo padece para no perderse. Para ello es necesaria la participación del psicoanálisis.

El psicoanálisis ayuda a abordar el sentimiento trágico de la vida, aunado a la angustia que implica sabernos mortales, finitos. Es decir: la existencia.

La pérdida es inherente al ser humano. En cada uno de nosotros existen restos del pasado que llegan a formar parte del presente. El dolor de la pérdida deambula por los consultorios de los analistas.

Algunos dolores no tienen sentido aparente. Otros resultan de la lucha que implica no hundirnos. El psicoanalista debe estar allí no solo para escuchar al paciente, sino también para “captar con cada una de sus fibras el dolor que emana del paciente”.

Rolón plantea que “el psicoanálisis es el arte de poner sentido donde solo había angustia. Es también el arte de crear un vínculo que aloje tanto dolor”. Ser psicoanalista implica saber, escuchar, mirar frente a frente el dolor ajeno, absorberlo hasta que sea manejable y esperar a que se manifieste a través de la palabra. No es fácil ni inmediato.

El duelo siempre nos sorprende, y aunque a veces creemos estar preparados, el dolor se hace presente y nos aplasta. Es en ese momento cuando la realidad se aparece de una manera muy cruel, iniciando una batalla titánica entre la realidad y el deseo, y nos inunda una sensación de vacío.

Ante una pérdida, la primera batalla es con la soledad. No hay palabra de consuelo después del espanto, es el drama de esperar lo que no volverá. Una espera que se hace infinita. Y luego el dolor, un dolor que lastima cuerpo y mente.

Luego entra el miedo: miedo a la soledad y miedo a no poder seguir con la vida. La pérdida nos desestabiliza.

De lo que debemos estar seguros es que solo se duele lo que se ha amado. “El amor es la génesis del duelo”. Según Freud, cita Rolón: “Nunca estamos tan indefensos contra el sufrimiento como cuando amamos”.

El autor hace hincapié en la importancia, la trascendencia de las palabras a la hora de tratar a los pacientes, dado que la palabra trae en sí una historia que de una u otra manera puede ayudarlos.

En una primera acepción, etimológicamente hablando, la palabra “duelo” se refiere a guerra entre dos. La segunda une el duelo con luto. Y una tercera, no menos importante, plantea que el duelo viene del griego dolos, es decir engaño.

Duelo y muerte

El duelo va de la mano de la muerte. De hecho, no se duela lo no muerto. En algunos casos, la muerte es desaparición física del ser amado, de lo real; en otras no, sin embargo no es menos importante. Esta pérdida se refiere al suelo patrio, a ilusiones, trabajos, etc.

La idea de la muerte siempre nos acompaña, de ahí la importancia de tenerla presente a la hora de vivir, pues ella nos empuja al logro de nuestros deseos.

“Cada uno de nosotros es apenas un muriente”, dice Rolón. Además, no existen palabras que puedan calmar la angustia existencial de sabernos mortales.

Estamos condenados a comunicarnos, y no siempre las palabras escogidas son las entendidas por el oyente, entonces se crea un vacío entre lo que se dice y lo que se entiende, entre la palabra y la significancia. Entre lo que se desea y pide, y lo que se obtiene.

El ser humano es incompleto. La necesidad da paso al deseo, y por mucho que nos amen nunca podrán mitigar el vacío que nuestra finitud demanda.

“Somos seres incompletos que corren detrás de un objeto que está perdido para siempre”.

El inconsciente no tiene registros de la muerte. En consecuencia, cuando nos acercamos a ella la ausencia de la palabra que le dé significancia se hace más evidente. Nadie sabe a ciencia cierta qué es la muerte ni cómo es la muerte. Todos somos ignorantes.

El amor es la negación de la muerte. Por algunos momentos el amor nos hace sentir plenos, sin embargo solo es ilusión, engaño, logra apaciguar la sensación de vacío, la cual al poco tiempo regresa. Cuando amamos, nos sentimos lejos de la muerte.

La muerte es un tema inabordable

Hablar de la muerte es difícil, pero más difícil es hablar de la muerte propia. No queremos dejar de ser. No queremos dejar de ser como somos, con nuestro pasado, con nuestros miedos, con nuestros sueños. Seguir siendo lo que hemos sido. Por eso no lo consuela la existencia del alma, tampoco el más allá.

Las promesas de un cielo sin recuerdos no son satisfactorias para el autor. “Dios es producto de la necesidad imperiosa de unos pobres seres aterrados ante la certeza de su finitud”.

La esperanza nos detiene, mientras que el deseo nos empuja a buscar lo que queremos ser.

La felicidad es “la posibilidad de mirar hacia dentro sin sentir vergüenza de quiénes somos” y una sensación que nos permite pensar que la vida es menos injusta.

Según Rolón, nada fuimos antes de nacer y tampoco seremos algo después de la muerte, y ese es el primer duelo que debemos enfrentar.

Cuando la realidad y el deseo entran en conflicto, el duelo se hace necesario.

Desearíamos que la realidad fuera diferente, que la persona amada no hubiera muerto o no hubiera dejado de amarnos. Aparece la ausencia contrariando nuestros deseos y nos impone el trabajo de renunciar so pena de caer en la locura.

Cuando algo amado se pierde, la psiquis se niega a aceptarlo, se resiste. Mientras lo hacemos estamos de duelo; en tal sentido, no se está de duelo por haber perdido algo importante sino por la dificultad de aceptar esa pérdida.

Melancolía

La melancolía implica la aparición de una psicosis que nubla a quien la sufre y lo retiene en un infierno de dolor. El autor señala que lo común entre duelo y melancolía es el origen. 

La persona que atraviesa por un duelo es invadida por una enorme tristeza, un desinterés por el mundo, un dolor difícil de soportar.

El tiempo es otro concepto que permite diferenciar la melancolía y el duelo. El tiempo del duelo es subjetivo, inherente a la persona que lo sufre. Es un proceso que se atraviesa, no un problema que se resuelve.

Otra coincidencia entre duelo y melancolía, según Freud, es el alejamiento del mundo exterior, la imposibilidad de elegir otro sujeto de amor; nada que no sea el ser amado importa.

La persona que atraviesa un duelo no tiene energía para conectarse con el mundo exterior. La psiquis retiene toda la energía que puede para hacer el intento de reponerse del impacto y quita la libido del mundo.

En algunos casos extremos, pueden aparecer Psicosis Alucinatorias de Deseo. Es un trastorno que lleva al doliente a tomar partido por el deseo, rechazando la realidad y reemplazándola por otra que niega la pérdida.

Cuando alguien muere o deja de amarnos, su cuerpo se retira pero queda lo que Rolón llama “el fantasma”.

El fantasma es una construcción imaginaria que hacemos de la persona que ya no está. “Es un espacio extraño que vive dentro a pesar de tener su sustento en una persona exterior”.

Cuando perdemos algo querido, desaparece el sostén externo de nuestro amor. Toda la libido que circula entre ambos, esa energía que generaba erotismo y afecto, se aferra desesperadamente a la imagen interna e inconsciente del ser amado.

Hay lazos inconscientes que nos unen a lo que amamos, el trabajo es romperlos, de lo contrario el duelo es eterno, y el sujeto queda condenado al padecer melancólico. La melancolía implica la pérdida de un objeto sustraído de la conciencia, a diferencia del duelo, en el cual no hay nada inconsciente en lo que atañe a la pérdida.

En el duelo, la batalla se libra en la consciencia, es decir, el sujeto sabe a qué o quién ha perdido.

En la melancolía aparece un delirio de insignificancia, haciendo que el melancólico se castigue y crea merecedor del sufrimiento, pues se considera indigno de reconocimiento e inconscientemente busca ser castigado.

La melancolía no es romántica ni poética, sino que abre espacio para la aparición de la pulsión de muerte. Es indispensable darle tiempo al dolor, y el ensombrecido tiene derecho a pensar en lo perdido sin caer en la melancolía.

Pensar en duelo

Entonces, debemos ver el duelo como un proceso que posee tres partes, mejor dicho, tres tiempos. El primero se refiere al impacto que sufre la persona al perder “un objeto” irremplazable.

Este “objeto” puede ser una persona o una abstracción que hiciera las veces del ser amado. La patria, la libertad y el trabajo. El objeto es indispensable porque hace sentir al sujeto como indispensable, le hace sentir que la felicidad es posible.

El amor nace en los seres humanos por la necesidad que brinda la finitud de ser reconocidos por alguien. Al nacer, es la madre quien satisface la necesidad pulsional del bebé. Desde ese momento comienza a formarse un modelo de relación que dura toda la vida.

A partir de ese momento, será necesaria la presencia de algo o alguien que contenga el displacer que genera la excitación psíquica.

Esto es un objeto que pueda disminuir pero también despertar esa excitación psíquica. De no lograrlo, jamás alcanzará la categoría de imprescindible. Nos excita y nos calma, a veces nos satisface y otras nos frustra. Así mantiene nuestro deseo insatisfecho.

La persona que amamos no es la que nos completa, sino la que nos permite sostener una incompletud que no duele. No es quien cumple todos nuestros caprichos, sino quien nos insatisface hasta un punto soportable.

Hay quienes ilusamente piensan que el amor es completud, esto es falso, según el autor. Lo más importante del amor no es que nos hace felices, sino que sostiene el deseo y aleja el horror.

El amor es una zona erógena y, como la caricia o la mirada, no pertenece ni a uno ni a otro. Es uno, el otro y algo diferente a ambos. Es algo único, y eso es lo que debe duelarse.

Notas finales

“El duelo” aborda el problema de la pérdida y de cómo el psicoanalista debe enfrentar junto al paciente el proceso que ha de llevarlo a la sanación.

Toda persona lleva consigo huellas de quienes en algún momento formaron parte de su vida, y que aunque ya no estén físicamente, no dejan de ser parte de nuestras vivencias. Se mantienen en el inconsciente.

El libro aborda la finitud del ser humano, la soledad, el miedo, y frente a ello la creación de mitos y dioses que esperanzan al hombre frente una situación de frustración y dolor.

Consejo de 12min

Para saber más sobre cómo enfrentar la partida de un ser querido, escucha “Cuando el final se acerca”, basado en la obra de Kathryn Mannix.

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¿Quién escribió el libro?

Nació en 1951 en Buenos Aires, Argentina. Psicólogo y escritor, famoso por su participación en programas de radio y televisión, así como por sus libros. Entre sus obras más conocidas están “Hist... (Lea mas)

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