Cuando el final se acerca - Reseña crítica - Kathryn Mannix
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Cuando el final se acerca - reseña crítica

Cuando el final se acerca Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Espiritualidad y mindfulness

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: With the End in Mind: Dying, Death, and Wisdom in an Age of Denial

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 9788417454869

Editorial: Siruela

Reseña crítica

Siempre han existido tabús sobre la muerte. ¿A dónde van nuestras almas cuando morimos?, ¿qué se siente morir?, ¿duele? Hasta el momento, no se tienen respuestas a estos cuestionamientos.

Por medio de historias, la autora de este libro da a conocer, en un sentido empático, lo que sucede un tiempo antes de morir. ¿Te gustaría conocerlas?

Leer el prospecto

Normalmente, en el prospecto de los medicamentos se pone “tomar bajo prescripción médica”. Esto nos ayuda a medicarnos correctamente y evitar tanto la sobredosis como la infradosis.

El médico debería haber explicado al paciente para qué sirve la medicina y debería haber acordado una dosis.

Puede que el medicamento también incluya una advertencia, para asegurarse de que los pacientes conocen los futuros riesgos. 

Así pasa con este libro. La prescripción de la autora es que este libro recoge una serie de historias basadas en hechos reales y la intención es dejar que el lector experimente lo que sucede cuando se acerca el final de su vida.

Al final de cuentas, ante la muerte hay muy poco que temer y mucho por preparar.

Es probable, por tanto, que estas historias no solo te hagan pensar en sus protagonistas, sino también en tu familia o en amigos, o en algún otro ser que hayas perdido.

Patrones

La medicina está plagada de modelos para reconocer patrones: el patrón de los síntomas que distingue entre la amigdalitis y otros dolores de garganta, o entre el asma y otras causas que justifican el ahogo.

También hay patrones en la evolución de un estado, el más familiar en la actualidad es el embarazo y el parto.

Observar cómo alguien muere es como observar cómo alguien nace, en ambos casos hay fases reconocibles en los distintos cambios que se suceden hasta el desenlace de lo anunciado.

En general, ambos procesos pueden darse sin ayuda alguna.

Un comienzo poco prometedor

A lo largo de una carrera en medicina, es inevitable toparse con la muerte.

El camino de la autora para familiarizarse con ella comenzó con un cuerpo aún caliente y continuó con la necesidad de hablar de la muerte de los pacientes con sus familiares, quienes estaban en pleno duelo.

Tenía poco que ver con hablar de la agonía con personas que se estaban muriendo.

Al escuchar, la autora aprendió sobre los patrones, a percibir similitudes, a apreciar la postura de los demás sobre cómo vivir y morir; ahí encontró su camino.

La primera vez que vio un muerto tenía 18 años y eran los primeros semestres de su carrera. Era un hombre que había fallecido de un ataque al corazón.

Los médicos habían tratado sin éxito de reanimarlo y avisaron al doctor de urgencias para que certificara la muerte.

El muerto rondaba los 40 años. Anotaron la hora del reconocimiento en su informe. Lo único que quería la autora era gritarle al oído o zarandearlo, porque creía que al hacerlo volvería a la vida.

“¿Es tu primera vez, verdad?”, preguntó el médico que la tenía a cargo. “Sí”, respondió ella. “Venga, entonces usa tu estetoscopio y escucha su corazón”.

Estaba muerto, y ese fue el comienzo de una racha de muertes que le daba la bienvenida a su vida como médica.

A mi manera

Los seres humanos son altamente resilientes. Tenemos la capacidad de adaptarnos a la adversidad, de encontrar formas para mantener nuestra paz interior.

A menudo, usamos patrones que hemos adoptado a una edad temprana para hacer frente a diversas situaciones.

Debido a esto, todo el mundo quiere hacer las cosas a su manera, y en el final de la vida esto no es diferente.

Esa es la cuestión

Eric era un director de instituto en toda su expresión, era un organizador, un hombre que solucionaba cosas.

Ser director de instituto requiere mucho tiempo. A lo largo de su carrera, Eric hizo ese sacrificio y estaba decidido a pasar más tiempo con sus hijos y con sus nietos cuando se jubilara.

Sufrir una enfermedad neurodegenerativa no entraba en sus planes. La enfermedad se manifestó despacio. A veces se tropezaba con los dedos de los pies cuando corría en una cinta. Pero en una de esas se cayó de bruces.

Los expertos le dijeron que su columna estaba bien, pero que le quedaban tres o cuatro años de vida.

Esos reflejos raros y esos traspiés ocasionales eran los primeros síntomas de una progresiva parálisis muscular que afectaría a todos los músculos de su cuerpo.

Eric buscó información sobre su enfermedad y la encontró; decidió que se suicidaría antes de ser una carga para su esposa.

No lo logró, y terminó, con el tiempo, usando una silla de ruedas y dejando poco a poco de poder tragar las deliciosas comidas de su esposa.

Comenzaron a salirle llagas y empezó a utilizar una sonda para alimentarse. La autora platicó con él: no era el miedo a morir lo que le preocupaba, le daba miedo irse sin proteger a su familia.

Decidió que quería pasar la Navidad con ellos, vivir ese ritual tan familiar que le gustaba tanto, pero era imposible que viviera hasta esa fecha.

La adelantaron y falleció como no esperaba: con calma y sin atragantamiento.

Nombrar la muerte

Mencionar la agonía se ha convertido en un tabú. Ha sido algo gradual, y al perder familiaridad con el proceso también hemos perdido el vocabulario que la describe.

Eufemismos como “fallecido” o “difunto” han reemplazado a “muerto”.

La enfermedad se ha convertido en una batalla y los enfermos, los tratamientos y los resultados se describen con metáforas tomadas de la guerra.

No importa que una vida haya sido plena, que un individuo esté contento con sus logros y con su lista de experiencias enriquecedoras. Al final de su vida, los describirán como personas que han perdido “la batalla”, en lugar de decir simplemente que han muerto.

Enterarse al pasar

Fergus era un escosés robusto y de voz ronca que había trabajado de pastor en la granja de su tío desde los ocho años.

Nunca pensó en casarse, sin embargo lo hizo a sus 43. Cinco años más tarde, Fergus padecía un cáncer agresivo en el hígado.

Estaba en ese entonces en el hospital comentando con su médico la posibilidad de interrumpir su tratamiento unos días para estar en la fiesta de cumpleaños de su hijo.

Algunos días más tarde, volvió al hospital con una trombosis que estaba impidiendo el paso de sangre en su rodilla, y unos pulmones y un corazón que iban fallando poco a poco.

No había nada que hacer, y Fergus murió en la habitación de cuidados intensivos.

La doctora tuvo que informarle a su esposa sobre su muerte. Le comentó sus últimas palabras. Había dicho: “Maggie, mis hijos…”.

Su esposa dice que sus últimos días fueron los más felices, lucía resplandeciente viendo a sus hijos y pasando tiempo con la familia.

Aunque le dio gusto verlo así, al mismo tiempo le dijo a la doctora que sabía que no duraría mucho, que pronto se iría.

Luego vino la parte más difícil: decirle a su hijo que su padre murió.

Mirar más allá del presente

A veces, nuestra atención en los detalles del presente nos impide dar un paso atrás para descubrir el patrón o el significado de lo que estamos experimentando.

¿Con qué claridad vemos las situaciones que nos afectan emocionalmente?

Déjame marchar

El médico de cabecera halló un tumor grande en el recto de Ujjal y lo derivó para que lo trataran. Su compañía médica le aseguró que tendría a los mejores doctores de Holanda.

Le diagnosticaron un sarcoma de recto, un cáncer muy poco frecuente que puede curarse si se extirpa por completo, siempre que no haya metástasis.

A Ujjal le extirparon el recto, el colon y la vejiga. Le hicieron una vejiga falsa utilizando parte de sus intestinos.

Tenía una bolsa en la barriga para recoger la orina y otra para recoger las heces. Se sentía afortunado de estar vivo.

Pero no duró mucho. La cicatriz de la parte baja del abdomen nunca sanó por completo después de la cirugía.

Tenía una herida supurante que rezumaba un pus maloliente en un extremo. Parecía que los antibióticos no le hacían nada. Entonces notó que la misma sustancia apestosa le manchaba la ropa interior.

Le extirparon un tumor del tamaño de un tapón de corcho de la pelvis y tuvo que recibir radioterapia para matar todas las células ocultas que podrían haber escapado.

El pus continuaba saliendo, había heces en la supuración. Su intestino estalló.

Tenía cáncer y era incurable, tenía una hija y una esposa que lo necesitaban.

Su médico le dijo que podía elegir no seguir viviendo, Ujjal ni siquiera lo pensó. Quería estar en su casa, con su familia.

Pero no fue posible; a pesar de los intentos, fue necesario que ocupara una habitación en la sala de cuidados médicos paliativos.

Aunque en un principio no quería, finalmente optó por la eutanasia.

Legado

Cuánta carga de significado tiene esa palabra. Un legado es lo que dejamos al mundo, para bien o para mal.

Puede ser una colección de artículos perfectamente reunidos, o puede ser la ayuda o el daño que hemos hecho cuando interactuamos con otros durante nuestra vida.

Los que van a morir son muy conscientes de su legado y prefieren asegurarse de que su vida termine perjudicando lo menos posible a los suyos.

Cualesquiera que sean las acciones que emprendan con la intención de dar forma a su legado, puede que no sean conscientes de la gran influencia que ya han ejercido en la vida de otras personas.

Algo impredecible

La idea de ayudar a alguien que intentó suicidarse para que tenga ganas de vivir con dos enfermedades letales no es una tarea fácil.

Dan llegó al aula de cuidados paliativos en su silla de ruedas.

La doctora quiso ayudarlo, necesitaba saber qué pasaba por su mente y cuál era la razón por la cual había intentado quitarse la vida.

Él le contó que creía que era un mal hijo, un mal hermano y una gran carga.

Pero no era así, solo tenía depresión, la cual hace ignorar todas las cosas buenas y quedarse únicamente con lo malo.

La terapia conductual que le ofrecieron lo ayudó a distraerse. Poco a poco recuperó su interés por las cosas que antes lo hacían feliz, como jugar videojuegos en línea o acariciar a su gato.

Volvía al hospital eventualmente y se fue dando cuenta de que era momento de planear su muerte. Sabía que lo más fácil de todo sería morir de un paro cardíaco, es por eso que optó por no usar el desfibrilador.

Pactó que no quería ser atendido en el hospital y que prefería la comodidad de su casa.

Planificar los acuerdos antes de morir debería ser algo que todos pudieran hacer. Facilita las cosas en muchos casos, puesto que así es más fácil ayudar al paciente, proporcionarle los cuidados adecuados y hacerlo sentir cómodo.

Trascendencia

La mente humana se centra en muchas tareas además de la simple supervivencia.

Somos conscientes de nuestra persona y buscamos formas de extraer un significado al embrollo que es nuestra experiencia vital.

Hay gente que adopta un cierto marco para reconocer y responder a los valores que le dan sentido a la vida. Para algunos, este marco es la religión o la política, para otros son los ciclos de la naturaleza o la inmensidad del universo.

Al aproximarse el fin, muchas personas buscan un respaldo espiritual para sus obras y el significado de la vida que se agota. Buscan trascender las dificultades y se plantean la vida como un todo. Este impulso genera muestras extraordinarias de valentía y devoción, de humildad y compasión, apoyadas y validadas por sus construcciones personales y espirituales.

Quizá sea precisamente esa dimensión espiritual del ser humano la que revele lo mejor de nosotros, incluso cuando se acerca el final.

Notas finales

Después de sentarse junto a tantos lechos de muerte y acompañar a tantas personas por la última etapa de su viaje, la familiaridad con la agonía se convierte en una compañera constante.

Lo importante al momento de afrontar esta clase de situaciones y de temas es tratar de ser empático y no dejar de sentir. Las emociones son fundamentales en este proceso.

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¿Quién escribió el libro?

Prestigiosa doctora británica que basa sus estudios en la medicina paliativa. Ha dedicado su vida a tratar con enfermos terminales, y a crea... (Lea mas)

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